
A ver, ¿quién dice que el cine no puede ser más dulcete que un arroz con leche? Si no lo creen, basta con ir a ver el estreno tardío de la película
El filme parte de una idea bastante simple desarrollada con cierta bobería: un joven carga fuertes sentimientos de culpa porque, en un accidente de tránsito, murió su hermano menor, Sam, fiel seguidor del equipo de Boston en béisbol. El joven se llama Charlie St. Cloud.
Él era quien manejaba el auto en el momento del choque, donde muere su hermano. También Charlie queda en el umbral de la agonía y de ahí es salvado por la insistencia de un paramédico (bien encarnado por el actor Ray Liotta). Lo extraño es que a los pocos días, Charlie está más fresco que lechuga en un supermercado y, por haber estado en ese umbral, puede comunicarse con su hermano muerto.
Ya ustedes habrán adivinado que el papel de Charlie se lo asignan al actor guapo del caso, Zac Efron, quien hace lo que le corresponde: mostrar su guapura para poner el filme al servicio de adolescentes para que lo admiren o gusten de él. La cámara no se merma en tomas de Efron, por lo que resulta más evidente su mal trabajo como actor. Es una película hecha a su imagen y semejanza.
Para no hacer leña del árbol caído, hasta aquí comento la actuación del joven Efron, si no diré frases destempladas o desafinadas en su contra. Es mejor un juego de futbol sin goles que su actuación. Lo cierto es que el personaje de Charlie –insisto, diseñado para lucir el rostro del actor–, ante el lío de hablar con los muertos, decide irse a trabajar' ¡a un cementerio!
Suena cómico el asunto, pero no lo es. No es comedia. Recuerden que estamos ante un drama romántico, aunque su resultado sea el de un folletín más desafinado que concierto de gatos. Sigamos: en el cementerio, Charlie se encuentra con la chica que le gusta, se “apapuchan” y entran en veleidoso juego de caricias y demás trinos propios de un amor cursi: puro amartelamiento.
Lo demás es predecible, porque la chica (encarnada de manera igualmente insulsa por la joven actriz Amanda Crew) ni siquiera está en el cementerio. Cierto. Bien se nos ha dicho en la película que está en un velero y en medio de una tormenta en altamar. Se trata de un filme sin sorpresas en su argumento, por más que Charlie hable o no con los muertos.
En lo visual, la película es igualmente indolente, perezosa y poco creativa. Incluso sus secuencias de mar y otras con carreras de veleros están del todo desperdiciadas. No hay pasión visual, se busca lo más fácil y las imágenes están subordinadas a los diálogos. Esto es signo propio de la telenovela. No dudo en señalar como culpable al director Burr Steers, muy limitado como tal.
Entre veleros y un cementerio lleno de gansos, sin que haya simbolismos, este filme se pierde entre el romance meloso y lo fantástico como género. Me dio mucha pena ver lo que Hollywood hace con sus actrices maduras, porque el papelito que le dan –en esta cinta– a Kim Basinger es deplorable y poco agradecido (como la fugaz madre de Charlie y Sam). En resumen: