Cuando nos inunda el cine malo que Hollywood da por montones, me gusta decir que su mejor cine se acabó con la muerte de Chaplin. Intento que sea una frase hiriente, como para desahogarme yo mismo de Hollywood ante la barbarie de su cine en serie y masificador.
Es cuando, a veces, me acuerdo de lo dicho por el francés Marcel Proust, quien por su búsqueda del tiempo perdido alguna vez dijo: “No amamos tanto al cine por lo que es como por lo que llegará a ser”; es cierto, no todo está perdido, ni siquiera en Hollywood.
Con el tiempo, hay títulos del ayer que se saborean mejor por su alta calidad artística, pero aún hoy –de pronto en pronto– tenemos películas que le meten a uno esa sensación ocasión de estar ante una obra maestra. No digo un buen filme. Digo una obra maestra.
Es lo que me sucede ahora con la película El hilo fantasma (2017, Phantom Thread), nuevo trabajo de un director riguroso y de buena filmografía, Paul Thomas Anderson, quien se coloca por encima de sí mismo de manera pausada, con un relato que sale de lo más adentro de su personajes, para narrar una historia de amor entre una joven camarera y un diseñador de vestidos para mujeres de la aristocracia y de la burguesía naciente.
Sucede en la década de los años 50 del siglo pasado, en Londres. El modisto es cabeza de la moda británica y se llama Reynolds Woodcock. Aquí tenemos la eximia actuación de Daniel Day-Lewis, como es costumbre en él. Entre el actor y el director Paul Thomas Anderson le dieron entereza a un personaje, al cual el actor anglo-irlandés no le pierde detalle.
Es exactamente la actuación que más elogio de los grandes del teatro y del cine. No la de los actores que se meten en el personaje y lo reproducen adentro de sí mismos, sino la de los histriones que toman distancia de su personaje y son conscientes, paso a paso, de lo que deben forjar para hacer de ese personaje el elemento convincente de una representación.
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No se trata de mostrar guiños del personaje, sino de lograr la mejor caracterización de las pasiones del personaje desde los gestos del actor. Es lo que hace de manera genial Daniel Day-Lewis, bien secundado por la actriz Lesley Manville, como la hermana del diseñador, y no tan bien por la actriz Vicky Krieps como la amante y esposa de Woodcock. Ella es la narradora.
Con arte gótico, el filme disecciona los temperamentos de los personajes, el confuso amor que ellos practican, donde aparecen el odio, el desprecio, la necesidad afectiva por traumas desde la infancia (presencia edípica de la madre), el poder recuperador de sentimientos desde enfermedades físicas provocadas (especie de autoflagelo), todo con sutileza de alta costura.
Fotografía y música (de notas cultas) son extraordinarias en ese universo e igual el diseño de arte, pero donde más “hiere” el filme es en lo conceptual: sus ideas fluyen acordes con el ritmo pausado de lo narrativo y con buen ejercicio de las pausas dentro de los diálogos.
El hilo fantasma muestra cómo el amor se ovilla con el dolor, con los traumas de personalidad y con las obsesiones de los amantes. Ingmar Bergman habría aplaudido con vigor este filme, al igual que Sófocles y Freud con sus “edipos”, pero mejor la aplaudo yo y la recomiendo.
Título original: Phantom Thread
Estados Unidos, 2017
Género: Drama
Dirección: Paul Thomas Anderson
Elenco: Daniel Day-Lewis, Vicky Krieps, Lesley Manville
Duración: 130 minutos
Cines: Magaly, Nova
Calificación: CINCO estrellas ( * * * * * ) de cinco posibles