
Aunque algunas personas han señalado que la película Viaje (2015) es diferente con respecto a Agua fría del mar (2009), la otra película de la realizadora Paz Fábrega, más bien les encuentro puntos comunes según la búsqueda de la costarricense por encontrar su autoría.
Al respecto, vale recordar las palabras de Jean Renoir: “Los grandes directores emplean toda su vida haciendo una y otra vez la misma película”. ¡Claro!, este es un viaje que la directora Paz Fábrega comienza apenas a hilar.
Es evidente que, en términos formales, la joven directora opta por un trato minimalista al narrar sus historias. Podríamos decir que va más en búsqueda del concepto y excluye, de hecho y visualmente, lo que a ella le parece un sobrante.
Incluso, ¿por qué no?, la expresión visual de la historia en blanco y negro puede ser parte de ese minimalismo. No dudo que el manejo de los tonos blanquinegros y de lo grisáceo está bien gobernado, aunque no siempre deviene signo de algo (es significante, envoltorio, no significado, según el modelo saussuriano).
A ver si me explico mejor: el filme en blanco y negro está bien plasmado, es un trabajo limpio, pero no siempre en función de lo narrado. En esa onda, por ejemplo, uno extraña la ausencia de sombras propiamente dichas (luces y sombras).
Viaje anunciado. ¿La historia? Es básica, demasiado: chico encuentra a chica, chica y chico se van juntos a alguna parte, chico y chica se separan, chica y chico se reencuentran.
Ese es el viaje de la película Viaje . De original, nada; sin embargo, esto no define la calidad del filme. Es otra cosa: aunque la historia discurre de manera agradable, sin incoherencias que la maltraten, la verdad es que el viaje resulta del todo predecible, sí, lo que comienza como una “travesura” del destino se convierte en sosegada historia de amor.
Búsquese cualquier sinónimo del adjetivo calificativo “sosegada” y vale para el caso. En ello, los diálogos brillan por su superficialidad (a menos que se nos quiera decir que los jóvenes de hoy son así de superficiales, lo cual no es cierto).
Con ese viaje, encontramos una visión sumamente convencional y hasta blanda del amor, sin ningún trasfondo duro. ¿Eso pretende Paz Fábrega, también guionista? Está bien, pero el cine (sobre todo el cine-arte) es una herramienta para más, no se trata de hacer un duplicado de la realidad. Esto no lo hace ni el realismo.
Lo peor es que esa insustancialidad narrativa, con escasa tensión dramática, sin nudos ni funciones cardinales que den lugar a nuevas o más vibrantes situaciones, llevan al filme a ser –sobre todo– mera catálisis, ahí: descriptivo.
Diseño flojo. El doble final de la película puede complacer a muchos, tanto más a los que gustan de finales felices, pero no deja de ser también especie de temor narrativo: ¿unir a la pareja de nuevo, para qué? ¿Signo del triunfo del amor sobre la amistad con sexo? Mmmmm, resulta muy conservador el asunto.
Bueno, total, cada quien finaliza su historia como quiera, pero la debilidad dramática es sensible en este caso.
Otros elementos caminan bien, como música y montaje; pero se debe cuestionar el uso empalagoso de los primerísimos planos para personajes hablando “naderías” o con sexo resuelto de manera tímida. Además, ante una expresiva actuación de Kattia González, la de Fernando Bolaños es menos convincente. Total: ¿qué hacer con personajes diseñados de manera floja y sin conflictos internos?
Este viaje en Viaje , la película, es exteriorizante, de ahí su superficialidad y la ausencia de un “proceso total”. Filme fallido, sin intensidad progresiva, cuyo “verosímil” peca de no exprimir lo que mejor existe como eje narrativo en cine y literatura: un viaje o una odisea.