
Muerto el perro, acabada la rabia. Esa parecía ser la consigna dentro de la familia Borden ante la conducta conservadora y tiránica del padre y de su segunda esposa, Andrew Jackson Borden y Abby Durfee Gray. Ellos aparecieron asesinados el 4 de agosto de 1892, en el estado de Massachusetts, en la costa este de Estados Unidos.
Todo hacía indicar que fueron ultimados a hachazos y que se trataba de un asunto casero, pero los tribunales de justicia no pasaron de especular sobre el asunto. Ahora, en cine, el guionista Bryce Kass se atreve a ir más allá de los comentarios y recrea aquellos hechos desde “lo posible”, porque no lo puede hacer desde “lo probado”.
Craig William Macneill toma el reto del guion y lo pone en imágenes con la película El asesinato de la familia Borden (2018), exhibida en el país, en algunos cines, con su título original: Lizzie. Este filme va más allá de la anécdota conocida –casi de manera folclórica– dentro del espacio propio de la criminología estadounidense y, así, crea su propio “mundo narrado”.
De esa manera, el cine de Hollywood le da valor universal a algo muy propio de los dislates o absurdos de la sociedad estadounidense. Al recrear de esta manera acontecimientos nunca probados, este filme nos obliga a hacer uso de “la suspensión de la incredulidad”, porque hay una evidente ruptura de la verosimilitud.
Se anuncia que el filme se basa en hechos reales, pero se narran detalles que solo nacen de la especulación sobre lo acaecido. Sucede con situaciones nunca confirmadas y con las conductas de algunos personajes (por ejemplo, el lesbianismo entre las dos mujeres que son personajes principales). Es lo que el filme necesita para mantener la tensión del drama.
Lo raro es que con esa temática, El asesinato de la familia Borden sea una película más bien opacada en lo conceptual y que, por ello, se frena dentro de sus posibilidades. Veamos.
El filme queda debiendo con asuntos como el crimen por sí mismo, las formas de relación en una sociedad patriarcal y cómo se reproducen al interior de la dinámica familiar, la presencia del lesbianismo como otro posible motor de la tragedia y la anulación socio-cultural femenina, lo que la etnóloga mexicana Marcela Lagarde llama “una ciudadanía mutilada”.
Con personajes bien configurados, las actuaciones son buenas en general; también hay que apreciar asuntos positivos como el engranaje de música y fotografía, amén de la dirección de arte, que hacen de El asesinato de la familia Borden un buen filme que, sin duda, pudo ser mejor.
Ficha técnica
País y año: EE.UU., 2018.
Género: Drama.
Dirección: Craig William Macneill.
Elenco: Chloë Sevigny, Kristen Stewart.
Duración: 105 minutos.
Cines: Nova, CCM, Cinépolis, Cinemark, Magaly.