El atractivo publicitario de la película Frente a frente (2008), de Jon Avnet, está en la presencia de sus actores, Robert de Niro y Al Pacino. En este caso, mejor el segundo que el primero, aunque De Niro se esfuerza por robar cámara con su manía de generar un tic tras otro en sus expresiones.
La historia trata de dos policías cercanos a su jubilación, con años de ser compañeros, quienes –de pronto– se ven enfrentados a un asesino en serie. Este asesino tiene algo muy particular: mata a criminales que, por alguna razón han salido libres pese a ser culpables.
Se trata de un verdugo en serie que mata a homicidas, violadores, curas pederastas y demás especias de tan odiosa ensalada. Por algún momento, el guion asume esa dudosa “ética” de que la violencia contra los criminales es correcta y válida, y sobre eso monta su tinglado narrativo.
El asunto es que el libreto se dedica a enredar más y más los acontecimientos. Cree que tejer una friolera de sucesos vuelve más interesante la especulación policial y hace un laberinto de todo. Sucede así, a tal punto, que uno se pierde en ese dédalo o enredijo de hechos o de parlamentos que levantan siempre falsas suspicacias.
No es solo un asunto del argumento. También lo visual contribuye al desorden, mientras nos damos cuenta que estamos ante una serie de situaciones o lugares comunes, que se presenta como injustificado rompecabezas. De pronto, cuando el guionista Russell Gewirtz no puede con sus propios embrollos, marañas o líos, más bien, confusiones, sale él con su domingo siete, y el policial se resuelve de manera fácil.
No hay pretensión silogística, basta con que un personaje explique todo, y listo. La trama se cae como plataforma de bases débiles, porque todo ha sido endeble, tal y como se sentía desde el comienzo. Hasta la música, la fotografía y el montaje semejan falacias convertidas en adornos cinematográficos.
El filme tiene algunos momentos intensos, no lo vamos a negar, pero son bien pocos. Al final, todo es como echar agua en un canasto y la película se queda sin un sabor definido. ¡Qué lástima! Había material para un mejor producto. Lo que se nos ofrece es una continua sucesión de efectos gratuitos y, así, vemos la destrucción de una mínima construcción dramática.
No está de más recordar que Jon Avnet es el mismo director de una película notable como Tomates verdes fritos (1991), pero de ahí a aquí, la diferencia es notoria. Lo peor de Frente a frente es la solemnidad que asume por secuencias, a la larga por el nombre de los actores con que cuenta; pero es solemnidad de misa de difuntos y da al traste con el método propio del género policial.