El importante cineasta y estudioso de la Nueva Ola Francesa, Jean-Luc Godard, escribió: “El cine nos da un relato, una historia, y luego nos dice: ahora cree”; Godard lo decía a propósito del cine de ficción.
Hoy, al ver Gigi (2017), de la costarricense Érika Bagnarello, me atrevo a decir que ella logró recrear los matices de una historia verídica para ir más allá del registro propio del documental. O sea, hizo con un documental lo que Godard señala para el cine de ficción.
No es esa una tarea simple, porque implica una sensibilidad especial del documentalista y mucho tino para saber qué debe ser mostrado y estructurado, sobre todo cuando lo que se reproduce es el tiempo de agonía de una mujer joven, quien padece de cáncer terminal.
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El documento fílmico Gigi describe una situación; al rato, esta adquiere su propia dinámica narrativa, como si los hechos fueran incontrolados, pero la directora logra canalizarlos con mucho tacto hacia un final que, incluso, conocemos de antemano.
Es compleja esa transición de un documental hacia un estilo narrativo que no es ficcional, pero en Gigi se logra con acierto, aunque con exceso de parlamentos de quien aquí viene a ser la figura documentada, Gihan Kangi Monge (Gigi), casada y con una hija de tres años, llamada Tea. Por el mismo mérito que le damos al trabajo de Érika Bagnarello, dicha figura documentada es sentida por uno como el personaje dramático de una historia en proceso.
Bagnarello lleva la cámara a la vida real para reconstruir esa vida real. Es más que “mirar”. Ella lo hace con aquella actitud de Robert Flaherty, cineasta considerado el primer documentalista, desde Nanuk, el esquimal (1922), y no en vano considerado como el creador del llamado “docu-ficción”.
La directora contó con el permiso de Gigi para filmar y trabajó en zona de riesgo, donde se juega con esa línea muy delgada entre la objetividad de lo filmado y el morbo necrófilo que puede generar un documental así en algunos espectadores.
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Bagnarello pulió bien su propuesta y evita manipularnos, con importante ayuda de la musicalización de Federico Miranda por su criterio de oportunidad. No sabemos cuánto quedó por fuera en la edición final, pero lo que vemos tiene sensibilidad humana y criterio artístico, aunque peque de un inicio más bien ingenuo.
Gigi es alegato no solo sobre la angustia de la muerte, sino también sobre la angustia de la vida. Con este asunto, otra vez el documental peca de monologarse: sin duda le faltó acudir a otras voces o fuentes de información que ampliaran el docudrama y, de paso, alivianarlo para la sensibilidad del espectador.
Así, se pudo acudir a profesionales que analizaran la situación con más distancia emocional y lidiar sobre reacciones humanas ante la proximidad de la muerte. Incluso, pudo ser sobre la ética de un documentalista al filmar un tema así. Estos detalles le impiden ser el documental perfecto, pero es trabajo que merece verse en el cine.
FICHA
Título original: 'Gigi'
Costa Rica, 2017
Género: Documental
Dirección: Érika Bagnarello
Elenco: Gihan Kangi Monge
Duración: 63 minutos
Cines: Cinépolis, Nova, Magaly
Calificación: TRES ESTRELLAS ( * * * ) de cinco posibles