Aunque anunciada como película de terror (subgénero del género fantástico), el largometraje ¡Huye! (2017), dirigido por Jordan Peele, dentro de ese mismo género, está más cerca de la ciencia-ficción que del terror tal cual.
Dicha película ha sido éxito por aquí y por allá, tanto con la crítica como en boleterías. Muchos dicen que eso se debe a la mano de uno de sus productores, Jason Blum, ducho con películas de terror de todo tipo. Así, este filme de bajo costo ha recaudado altas cantidades de dólares.
Tal es el decir de quienes miran el cine con un ojo en la pantalla y otro en la taquilla. Por mi parte, prefiero decir que estamos ante un guion inteligente escrito por Jordan Peele, comediante de la dupla Key & Peele, y un atinado rodaje del mismo Peele, capaz de azuzarnos con el yugo del suspenso.
¡Huye! comienza con un misterioso y muy pulcro plano alargado que va tras la figura de un personaje, mientras este habla por celular, de noche, por una calle solitaria, donde un automóvil lo sigue. El personaje es de raza negra, indicador que luego nos quedará claro con el desarrollo de la trama.
Ese comienzo es de los mejores. Fuerte. Intenso. Es suspenso que –en un clic– pasa de sutil a ser violento: quedamos absortos [por favor, no entren tarde a la función]. Luego, con el cambio escénico, estamos ante una feliz pareja: ella es muchacha de raza blanca, él es un joven de piel negra (el filme repite el indicio racial).
La pareja se prepara para ir a visitar, por primera vez juntos, a la familia de la joven. Pareciera que estamos ante una nueva versión de esa excelente película que es ¿Sabes quién viene a cenar? (1967, de Stanley Kramer), con Katherine Hepburn y Spencer Tracy.
¡Qué va! La cordial bienvenida que recibe la joven pareja se torna pronto en un recital de sucesos aprehensivos, que no son explicables en primera instancia. El filme los va soltando conforme alimenta su propio suspenso, ese suspenso que nos devora a quienes estamos frente a la pantalla.
Como buena expresión del género fantástico, ¡Huye! asume una digna actitud transgresora y, además, una eficaz denuncia política sobre sobre las contradicciones raciales que aún nos ahogan en tiempos de modernidad tecnológica y científica. Por eso, la creación de atmósfera le es importante: bien formulada.
Cierto que, por secuencias, hay problemas con el manejo del ritmo de la narración y es posible que esta película mereciera un mejor elenco, pero hay sabiduría de parte de Jordan Peele (hijo de madre blanca y de padre negro) para componer un plano y para hacer creíble la historia que nos narra (es su primer filme).
No tengo temor alguno en escribir que Jordan Peele logra secuencias que se las aplaudiría el propio Alfred Hitchcock. No solo la del principio que ya mencioné. Hay otras que tienen que ver con el personaje principal en estado de hipnosis, expresadas desde acongojantes imágenes oníricas.
Aunque algunas cosas quedan como cabos sueltos, el proceso de la trama lleva hacia un final que pocas veces se ve en películas de este tipo. Es excelente. Es lo más que uno puede divulgar en un caso así (se trata del final), cuando lo posible parece imposible y lo inadmisible parece probable.
El aspecto político del filme está claro: en los círculos, cerrados o no, de los grupos racistas y fascistas, lo que existe es una brutal pornografía de los sentimientos humanos, y esto sí que lo sabe plantear la película con imágenes categóricas. Ahí les queda.