En el Mundial futbolero de Italia 90, un grupo de jóvenes escribió una historia cardinal para el balompié costarricense. Ahora nos llega una agradable película para relatarnos los antecedentes de esos hechos: lo sucedido antes de…
De manera escueta, el filme se titula Italia 90 (2014) y viene dirigido por el también costarricense Miguel Gómez, de quien recordamos sus películas El cielo rojo (2008), El Sanatorio (2010) y El fin (2012).
Con Italia 90, Gómez le da valioso punto de giro a su estilo anterior y nos ofrece una película emotiva y, a la vez, humorosa, sin perder sus rasgos más dramáticos. De acuerdo: se trata de una hábil operación comercial, pero hecha con inteligencia (el valor intrínseco del filme en sí mismo).
Con bien logrados momentos de tensión, que son los mejores de la música, al estilo de Carros de fuego (1981, de Hugh Hudson), Gómez establece un relato coral, donde las anécdotas en serie de algunos jugadores establecen la unidad del relato y su bien lograda coherencia.
Del drama personal al humor solidario, fuere cual fuere el registro anímico, esta película nunca pierde su acento conmovedor. Logra convencernos de que la tarea de aquellos jóvenes no fue fácil, como muchos lo piensan aún. Ellos fueron pioneros, abrieron camino a las facilidades de las que hoy gozan el fútbol costarricense y sus actuales jugadores.
Los futbolistas del Mundial de Italia 90 llegaron al triunfo colectivo y personal desde sus propias carencias y por encima de ellas. El filme señala el pesimismo ajeno que pesaba sobre ellos, como la desconfianza de la prensa deportiva, la que incluso hizo escarnio anticipado de estos muchachos.
El papel importante de algunos jugadores líderes del grupo y la invaluable presencia del director técnico Velibor Bora Milutinovic (excelente actuación de Luis Montalberth) fueron, a criterio del filme, los signos positivos que catapultaron a muchachos llenos de ansiedades, temores e incertidumbres.
La visualización de lo anterior es lo mejor de la película. Es su parte más seductora, con secuencias muy bien logradas, donde el buen humor funciona como agudo contrapunto. Aquí se debe destacar el trabajo del amplísimo elenco y, por supuesto, la dirección de actores.
Uno podría decir que el elenco se tomó su trabajo con tanta responsabilidad y cariño como lo hicieron en la cancha, en 1990, los futbolistas a los cuales encarnan.
Además de Montalberth, es bueno el trabajo de Daniel Ross (como Claudio Jara) y es del todo seductor el de Ólger González (como Mauricio Montero).
Italia 90 es película hecha con poco contenido económico, por lo que son elogiables los esfuerzos y la agudeza de su director para ofrecer cine plausible por encima de los aprietos. Por ejemplo, es valioso su juego visual para aprovechar el material de archivo y las distintas texturas de las imágenes.
La falla grave del filme está en la mezcla de sonido y la menor está en su simplicidad para enfrentar las relaciones de los jugadores con –por ejemplo– sus entornos familiares.
Sea como sea, por sí misma y por lo que nos recuerda y cómo nos lo recuerda, Italia 90 es película recomendada para ver una y otra vez, con deleite. Es el nuevo sendero de Miguel Gómez. Esta vez, felicidades.