Con su cine y sus reglas del manifiesto Dogma 95, no sé si el realizador danés Lars von Trier es un provocador inteligente o un alborotador excéntrico. Con Tarantino, no dudo que es del segundo grupo, por ejemplo.
Lo cierto es que tanto Lars von Trier como su colega Thomas Vinterberg, con dicho manifiesto, proclamaron un arte formalmente más simple, alejado de los efectos especiales dominantes en el cine actual. Sin embargo, total, el cine en sí mismo es un “truco”.
Von Trier ofrece ahora una película de cinco horas promedio que ha sido dividida en dos partes para su explotación comercial: Ninfomanía (2013). Dicho filme es parte de una trilogía llamada “De la depresión”, pero a los cines de Costa Rica solo ha llegado esta su tercera parte. Antes de Ninfomanía están Anticristo (2009) y Melancolía (2011).
En todo caso, el “final” de Ninfomanía Volumen 1 no está nada mal: cierra bien una situación y abre expectativas sobre lo que vendrá (especie de celada narrativa). Igual, la película es la suma de situaciones distintas unidas por una mujer que le habla a un viejo solterón sobre su “yerro” de la hipersexualidad.
Aún se discute sobre si la ninfomanía es obsesión, adicción o compulsión. Lo cierto es que en el filme comienza a verse como pecado, con alguna misoginia. Luego sentimos que se nos lleva hacia otra explicación, gracias a la presencia del viejo, quien contagia el tema del sexo con otros, como el de la pesca.
Ese discurrir es lo mejor del filme, apuntalado con bien logradas imágenes para salir de cualquier tedio. Es particularmente bien lograda la relación entre la música de Bach con los distintos tipos de acercamiento sexual.
Afín sucede con la mención de la literatura de Edgar Allan Poe, y así por el estilo. Todo ello dicho todo con naturalidad, sin pedantería intelectual. No hay duda de que Lars von Trier eslabona con acierto sus imágenes y, sobre todo, empalma mejor lo conceptual que va deslizándose entre lo iconográfico.
La relación entre culpa y ninfomanía o hipersexualidad se formula bien en esta parte, sin alardes freudianos para expresar la búsqueda incesante del erotismo y del orgasmo. En este caso, se trata de la mujer, a quien la sociedad le niega la sexualidad que le permite al hombre a pura moralina.
Con buenas actuaciones (personajes bien diseñados), el filme deviene metáfora del arte de la inteligencia. Se trata de película con más fortuna en las ideas (significados) que en lo visual (significante), para alegar que el erotismo aún es misterioso. Aquí, los diálogos son más transgresores que las imágenes sexuadas.
Para los espectadores, el hilo narrativo llega desde los dos personajes que conversan (la mujer ninfómana y el viejo con sabiduría atenuada); pero, entre ellos, uno es narrador y otro no, por tiempos distintos.
Ese es un interesante esquema nada esquemático que, junto a lo demás aquí dicho, nos hace sentir ante un cine con afán de ser buen cine, aunque por secuencias resulte disperso.