Al comenzar la película Sicario (2015), dirigida por el canadiense DenisVilleneuve, se da un dato equivocado: se relaciona el término sicario con el de los zelotes, grupo judío integrado, según el filme, por asesinos a sueldo para matar romanos.
Ese concepto reduce al mínimo el afán nacionalista de los zelotes o sicarios por liberar su región del dominio del imperio romano. En todo caso, esa percepción no afecta la notable calidad de dicho filme, porque Sicario es cine para recomendar.
Hay quienes apuntan que la trama de esta película es mostración del actuar de las mafias ligadas al tráfico de drogas. No es tan cierto. Ese aspecto es “visualizado” por el argumento y nada más, o sea, es solo una muleta para la matriz semántica del filme, que va por otro lado.
El argumento se ubica en la frontera entre Estados Unidos y México, especie de tierra de nadie donde los carteles de la droga imponen sus leyes arbitrarias. En la lucha contra tales mafias, las autoridades estadounidenses completan un plan dudoso que necesitan pasar por legal.
Para ese juego violento, Kate Mercer, del FBI, es reclutada para que firme como correcta la acción de las fuerzas de élite “gringas” contra los circuitos de la droga mexicana. Es un proceder clandestino de la ley.
Así, a la película Sicario no le interesa la dramatización a lo interno de las mafias de la droga (aunque la muestra), sino las contradicciones dentro de los grupos policiales y militares que las combaten. En esa lucha, los métodos de la ley se asemejan a los de los maleantes.
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Eso es lo que esta en la balanza: es lo que se muestra y cuestiona. Eso es lo que da lugar al drama y suscita el análisis de conductas a partir del diseño de los personajes. Tal es el punto categórico-conceptual: estudiar cómo en nombre de la ley, los opuestos llegan a ser semejantes.
De ahí la importancia de los diálogos, afirmando o negando la validez de lo que hacen detectives, policías y soldados.
Los diálogos enriquecen el movimiento de la historia (lo narrativo) y se articulan de manera inteligente con su desarrollo.
De esa manera, no solo la expresión del movimiento narrativo determina el ritmo del filme (de lo más logrado). Dicho ritmo no solo se marca por las escenas violentas del filme, sino también por las reacciones afectivas de sus personajes.
Sicario también es búsqueda de una estética propia: lo logra, y con ella tenemos secuencias impresionantes al ojo del espectador. Si me permiten la imagen, asunto retórico, hasta su música nos llega por intermedio del ojo.
Genial. Las actuaciones se comportan como un infinito interior de sus personajes, sobre todo con los trabajos de Emily Blunt y del excelente Benicio del Toro. Con ellos, el filme corporiza su intención de “reventar” la posible conciencia burguesa sobre la ley: la trama muestra una lucha donde la ética se desvanece por ambas partes. El buen montaje es gran colaboración para la buena calidad del filme; sin embargo, paradoja, también es lo que le resta la coherencia que habría hecho –de este filme– una película perfecta.
Denis Villeneuve filma su película con secuencias riesgosas, “sin temor a las faltas de ortografía”, como decía el gran Jacques Tati. Villeneuve sabe que el argumento no es el contenido, según la expresión de Christian Metz, sino su primera generalización.
La violencia presente en Sicario es símil de una sociedad que se destruye con el crimen intimidatorio y con un terror cada vez más fuerte a manera de respuesta (como lo mostraba el gran Sam Peckinpah con su cine). Crítico desde su magnífica fotografía, se trata de un filme que se debe recomendar.
‘SICARIO
EE.UU. 2015
GÉNERO:POLICIAL
DIRECCIÓN:Denis Villeneuve
ELENCO:Emily Blunt, Benicio Del Toro, Josh Brolin
DURACIÓN:122 Minutos
CINES:Cines: CCM, Nova, Cinemark, Cinépolis, Citi.
Calificación: Cuatro estrellas de cinco posibles