Revisitar el calendario implica traer a colación memorias de lo que vivimos en la siempre cautivante sala de cine. Como es costumbre, en La Nación hacemos un repaso anual sobre los mejores títulos que llegaron a cartelera lo largo de estos doce meses.
Para lograr el cometido, le consultamos a cuatro críticos de cine para que ofrecieran su análisis y selección de sus cinco películas preferidas de este 2023, eso sí, aclarando que se trata únicamente de filmes estrenados en salas costarricenses (no fueron tomados en cuenta lanzamientos en plataformas de streaming).
Habiendo hecho esa aclaración, acá quedan los criterios de cuatro críticos de cine.
Alonso Aguilar Candanedo
- Asteroid City, de Wes Anderson; y Killers of The Flower Moon, de Martin Scorsese
La iconografía del sueño americano resquebrajándose en pantalla. Vibrantes retratos de desilusión, donde desde el inicio es evidente que no hay catarsis por haber, pero nos dejamos perder en sus elipsis literarias, en rimas y ritmos que nos recuerdan que el asombro sigue siendo posible. Aún en las más ominosas circunstancias.
- John Wick: Chapter 4, de Chad Stahelski
La genealogía de los cuerpos en pantalla compilada en poco menos de 3 horas. Estos fluyen con gracia y precisión hasta que recordamos que aún dentro del artificio estos son entes perecederos. Hay un costo asociado a renovar la sorpresa, una fascinación con ver no sólo los límites de lo humanamente posible, sino también sus consecuencias. El diálogo entre la comedia silente y Hong Kong, entre los últimos vestigios de la autoría pop y los videojuegos shoot’ em ups, fascina. Presente, pasado y futuro.
- Knock At The Cabin, de M. Night Shyamalan
El último humanista de Hollywood va directo al abismo y nos lleva con él. Las pesadillas ya no tienen que ser foráneas, ahora vienen de verse al espejo, son más íntimas y difíciles de evadir. Siempre están en el encuadre, desde los movimientos hasta la profundidad, el acecho es simultáneamente amorfo y constante. La muerte viene por nosotros y no hay nada que hacer al respecto más que maravillarnos ante lo acontecido.
- Mato Seco em Chamas, de Joana Pimenta y Adirley Queirós
Los cánones de género occidentales y el cyberpunk se recontextualizan desde la marginalia. Las intersecciones entre urgencia política y fábula exuden del poder disidente de los cuerpos en la pantalla. La resistencia popular existe tanto en el trabajo duro como en el ocio.
- Pacifiction, de Albert Serra
Albert Serra vuelve una vez más al ‘Fin de la Historia’, solo que ahora los cánones que se desmoronan en tiempo real no son los de periodos seminales del pasado sino los del mundo contemporáneo. La abstracción ya no es suficiente para evocar decadencia, su aura opresivo es más palpable desde lo reconocible y pop.
Sergio Beeche Antezana
Cada año que pasa, las interpretaciones cinematográficas varían con más profundidad. Entre lo bueno, lo malo, lo feo y lo bonito, las diferencias entre gustos y maneras de acercarse al cine enriquecen las conversaciones y debates del cine. Sin embargo, hay algo que siempre queda latente, y es lo que hace que algunas películas perduren más que otras: las emociones humanas.
Este es mi top 5:
- Hojas de otoño, de Aki Kaurismaki
La historia de amor más romántica, sensible, profunda y llena de humor del año; el ejemplo perfecto de que una historia sencilla puede contener un mar de profundidad si se la observa y analiza con cuidado, pero, sobre todo, porque se nota el cariño con el que está hecha y la vivacidad que desborda de la pantalla. El cine todavía tiene esperanza de vida.
- Los Fabelman, de Steven Spielberg
El encuentro de un Spielberg consigo mismo y la majestuosidad en términos de narración fílmica, nos cuenta cosas escondidas sobre una vida particular y lo que eso puede significar para el futuro del cine. La cámara, siempre silenciosa y atenta, aporta mucho al objetivo.
- R.M.N., de Christian Mungiu
Un ejercicio de observación, como radiografía a un pequeño pueblo como representación de la sociedad, de sus fortalezas y de sus contradicciones, con el manejo impecable de lo estático y, al mismo tiempo, del movimiento dentro de un encuadre que le deja a uno la boca abierta.
- Asteroid City, de Wes Anderson
Una auto observación fílmica y emocional del ahora incomprendido Wes Anderson. Película llena de buenos chistes y un golpe al corazón que logra ver más allá de su estética y meta cinematografía.
- Los tres mosqueteros: D’Artagnan, de Martin Bourboulon
Una reinterpretación de un relato clásico.Genial producción francesa que no tiene nada que envidiarle a Hollywood.
Jesse Zeledón
Este 2023 quedará grabado en la historia del cine como un año de advertencia para la industria hollywoodense: huelgas de actores y guionistas, el rechazo a las inteligencias artificiales y el poco desempeño en taquilla por parte de grandes franquicias fueron tan sólo algunos puntos críticos. Para mí, sin embargo, fue un año de reencuentro con algunos de mis directores predilectos. Mi selección de películas favoritas vistas en pantalla grande es la siguiente.
- John Wick: Chapter 4, de Chad Stahelski
La cruzada del asesino más temido del cine de acción contemporáneo finaliza con una cuarta parte que, si bien no se encuentra a la altura de sus predecesoras, es un monumento a su propio género. El derroche de adrenalina y el poderío de las coreografías acompañan un epílogo sobre el acto de ceder ante lo imposible, sin perder nunca de vista el motivo por el cual se lucha.
- Killers of the Flower Moon, de Martin Scorsese
Scorsese es una leyenda viviente y, para nosotros, es un privilegio verle seguir creando obras como Killers of the Flower Moon: un relato trágico y desolador sobre uno de los períodos más oscuros en la formación de Estados Unidos. El hambre de poder y la justificación de cualquier medio, además, encierra la historia de un amor intercultural dañino y parasitario.
- Spider-Man: Across the Spider-Verse, de Joaquim Dos Santos, Justin K. Thompson y Kemp Powers
La nueva aventura del joven Miles Morales eleva a niveles imposibles el despliegue estético que vimos en la pasada entrega. Y, a pesar del exceso sensorial, Sony nos ofrece nuevamente una emocional travesía sobre la búsqueda de la identidad y la afirmación de uno mismo ante las exigencias que otros nos imponen.
- Asteroid City, de Wes Anderson
Nadie en su sano juicio podría negar la voz autoral de Wes Anderson y, en caso de alguna duda, el cineasta nos recuerda con su onceavo largometraje que nadie puede confeccionar películas como él lo hace. Asteroid City es una obra sobre la complejidad de contar historias y sobre las dudas creativas del autor con su propio arte.
- Monster, de Hirokazu Kore-eda
Kore-eda, uno de los directores japoneses más prolijos de las últimas décadas, regresa a los cines con un drama enternecedor sobre la complejidad humana. Su mirada de la infancia nos conduce por un camino cargado de matices para repensar las verdades de lo cotidiano y la importancia de conocer todos los puntos de vista ante los sucesos de la vida.
Kattia Barrientos, crítica de cine, gestora cultural y editora creativa
- Ellas hablan, de Sarah Polley
No hay incomodidad más grande que presenciar una discusión múltiple sin poder pronunciarse al respecto y, precisamente, este es el objetivo del filme de Polley al rodar, de forma teatral, esta compleja conversación entre tres generaciones de mujeres menonitas: forzar al público a simplemente escuchar mujeres hablando si deben luchar contra o solo perdonar a sus violadores. Claro está, no todas las mujeres comparten la lucha desde la misma óptica, si bien todas se encuentran en el mismo dilema. Punto bajo: lastimosamente, esta película podría estrenarse al menos por los próximos 10 años, sin perder relevancia su premisa.
- Tengo sueños eléctricos, de Valentina Maurel
“La rabia que nos atraviesa no nos pertenece”, poderosa reflexión con la cual cierra la directora Maurel su primer y laureado filme, una frase que, dentro del cine latinoamericano, bien podría ser atribuida a un personaje de clase baja o vulnerable, porque la violencia “no le pertenece” a las clases intelectuales, sin embargo, esta película rompe maravillosamente ese tabú para mostrarnos un crudo retrato de una familia “menos ligerilla” de pensamiento totalmente deshumanizada y consumida por sus arraigadas relaciones violentas. Lo mejor: la acertadísima decisión de Maurel de no caer en moralismos aleccionadores.
- Renfield: Asistente de vampiro, de Christopher McKay
Con un estreno casi inadvertido en la cartelera nacional, Renfield es una joya imperdible para el público fanático del gore, la comedia negra y todas las películas de Drácula. Nicholas Hoult se luce como este lacayo que busca romper la relación tóxica con el monstruo de su pasado, sin embargo, Nicolas Cage arrasa como el más narcisista y desbordado Drácula visto en pantalla. Un filme lleno de referencias de terror icónicas y mucha, pero mucha, sangre y efectos artesanales, donde la actuación de Awkwafina como Rebecca Quincy (versión 2023 de Quincey P. Morris) es imposible de omitir. Este último detalle, me atrevo a afirmar, es el guiño más apreciado para quienes hemos seguido de cerca la milenaria carrera de Drácula.
- Extraña forma de vida (2023), de Pedro Almodóvar
Parece que al director Almódovar ya le quedan pocos caprichos cinéfilos por cumplir, por eso se da el lujo de convocar a uno de los actores fetiches del momento, Pedro Pascal, para protagonizar un cortometraje western cuyo tema de fondo es resolver la incógnita ¿qué harían dos hombres solos viviendo juntos en un rancho? Interesante el ejercicio de sintetizar sus habituales subtramas en un metraje tan corto y hacerlo en lengua inglesa, lo cual demuestra que el director español ha transicionado del escandaloso rojo -su eterno color fetiche- a un introspectivo verde propiedad de Saint Laurent by Anthony Vaccarello.
- Las hijas (2023), Kattia G. Zúñiga
Muy bien lograda ópera prima sobre las complejas y a la vez cercanas que pueden ser las relaciones entre hermanas durante la adolescencia. El tema de la búsqueda del padre ausente toma frescura y colorido gracias a la muy acertada decisión de sacar, casi literalmente, a los adultos del plano y centrar el accionar narrativo en ambas jóvenes y sus búsquedas: por un lado Marina (17 años), presurosa por aprender a “volar” (hermosa metáfora entre su deseo de ser piloto y su frustración por no tener orgasmos); y por el otro, Luna (14 años), con los pies enraizados en comprender si su identidad es una forma de conectarse con “sus orígenes desconocidos”, o si ya es hora de “elevar el vuelo” como su hermana mayor.