Hace unos días tuve la ocasión de ver Dune en un cine josefino, en un ensayo para prensa previo a su estreno oficial. Al final de la proyección tuve claro dos cosas: me es imperativo volver a ver el filme y debo hacerlo en la pantalla más grande posible. Oh sí...
Con Dune (Duna) no hay nada a medias. Esta película bien puede convertirse en el nuevo sinónimo de “ambición artística”. Aquí se alinean astros improbables: por un lado una novela clásica de ciencia ficción tan rica y compleja que su adaptación al cine adquirió casi talla de mito y en el otro un cineasta imparable que con cada nueva película coloca el listón más alto, provisto de un hambre insaciable cuando de contar historias a su manera se trata.
A lo largo del 2021 hemos tenido buenas propuestas para volver a las salas de cine, tras tantos meses de alejamiento pandémico. Sin embargo, muchos nos hemos resistido aún a reintegrarnos al ritual de las palomitas de maíz, butacas reclinables y celulares silenciados... pero eso fue antes de que llegara Dune.
Lo digo del modo más categórico: esta es una película que hay que ver, sí o sí, en una pantalla gigante de cine (ojalá en una IMAX). Conformarse con menos, con verla en su casa, en un televisor, en un teléfono es casi que ofensivo, para usted y para el buen cine. No le dé mucha vuelta, y si es el del caso pues busque una función a media semana en la tarde, cuando no haya mucha gente, pero atrévase a salir, visitar un mall y ver el que bien puede ser el filme más importante del 2021 como se debe, como tiene que ser.
Espero que las siguientes líneas ayuden a explicar mi insistencia.
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Un cuento viejo
Dune llega a los cines de la mano del director canadiense Denis Villeneuve, quien corona así una década de triunfos inapelables (Prisioners, Sicario, Arrival, Blade Runner 2049). El filme que se estrena en los cines este 21 de octubre es la primera de dos partes en las que Villeneuve dividió su adaptación cinematográfica de la venerada novela homónima del escritor estadounidense Frank Herbert.
La película es estelarizada por un elenco de lujo, con el joven prodigio Timothée Chalamet en el rol estelar, acompañado por Rebecca Ferguson, Oscar Isaac, Josh Brolin, Stellan Skarsgård, Dave Bautista, Stephen McKinley Henderson, Zendaya, David Dastmalchian, Chang Chen, Sharon Duncan-Brewster, Charlotte Rampling, Jason Momoa, y Javier Bardem.
Desde su publicación en 1965, la obra de Herbert se tornó en un clásico instantáneo de la literatura de ciencia ficción, desencadenando una saga literaria que el mismo autor continuó en otras cinco novelas y que se extendería más allá de su muerte, en 1986, con más libros ambientados en el universo de Dune, coescritos por su hijo, Brian Herbert, y Kevin J. Anderson.
Llevar Dune al cine con un nivel de calidad que le haga justicia a su material de inspiración ha sido un ejercicio de frustración para Hollywood, una y otra vez, con los derechos fílmicos de la obra cambiando constantemente de manos a lo largo de las décadas. En 1975, el cineasta franco-chileno Alejandro Jodorowsky fue el primero en intentarlo por medio de un proyecto cargado de extravagancias que, para que se haga una idea, incluiría actuaciones de Salvador Dalí y Orson Welles, así como una banda sonora a cargo de Pink Floyd. Y si bien su película (que duraría 10 horas) avanzó significativamente en preproducción, al final el elevado presupuesto y la complejidad del trabajo dieron al traste con la idea, convirtiendo al Dune de Jodorowsky en una leyenda por su propia cuenta.
Otros directores, incluido Ridley Scott, buscaron de llevar la obra al cine sin conseguirlo, hasta que finalmente David Lynch lo logró (digamos) en 1984, cuando su versión de Dune se estrenó en los cines con pésimas reacciones de los fanáticos y la crítica y perdiendo un dineral en el intento. Con los años la película de Lynch ha recobrado un poco de credibilidad y hoy se le ve con ojos más benevolentes, aunque está claro que se quedó muy corta (si lo tiene a bien revísela, que está disponible en Netflix).
En el 2000 una miniserie de tres partes del canal Sci-Fi, Frank Herbert’s Dune, obtuvo una mejor respuesta y, en términos generales, dejó un buen sabor de boca. Sin embargo, estaba claro que aún faltaba mucho para llegarle a la escala que bien conocían los lectores de la saga literaria. Por eso, cuando se supo que Legendary Pictures se había hecho con los derechos de Dune y que Villeneuve era el director a cargo del proyecto, lo que parecía utopía se tornó realidad: el libro “inadaptable” al fin tendría una adaptación por todo lo alto, sin miramientos, sin restricciones, sin límites.
En las dunas
La historia de Dune nos ubica en un futuro lejano, en medio de una sociedad feudal intergaláctica en el que varias casas nobles se disputan el poder. El centro de atención de la trama es el desértico e inhóspito planeta Arrakis, donde se encuentra una materia prima conocida como “la especia”, la cual es de vital importancia para la navegación espacial, además de poseer propiedades que expanden las habilidades humanas. La explotación de “la especia” por parte del imperio ha significado dolor y miseria para los Fremen, que son los aguerridos habitantes de Arrakis.
A pedido del emperador, la poderosa Casa Atreides, del planeta Caladan, debe asumir el control de la operación en Arrakis, aún a sabiendas de los peligros que esta conlleva. La responsabilidad recae sobre el duque Leto Atreides (Oscar Isaac), quien se traslada junto a su corte al planeta de arena. Su compañera, Lady Jessica (Rebecca Ferguson) es parte de la mística orden de las Bene Gesserit, mientras que el hijo de ambos, Paul Atreides (Timothée Chalamet), es el heredero y un joven dotado de habilidades especiales y liderazgo.
La misión de los Atreides enfrenta dificultades desde el inicio, no solo por las naturales condiciones adversas de un planeta de altas temperaturas y cuya fauna esta compuesta por descomunales gusanos del tamaño de un estadio que asechan bajo las dunas, sino también por la desconfianza de los Fremen y la falta de cooperación de los anteriores encargados de Arrakis, la rival Casa Harkonnen.
Es en ese contexto en el que Paul se enfrenta no solo a sus dudas sobre el peso que eventualmente recaerá en sus hombros, sino también a sus frecuentes visiones, en las cuales se encuentra con Chani (Zendaya), una joven Freeman que será vital en su futuro.
Estos y otros personajes se relacionan en una trama que si bien es futurista no está reclinada en exceso en la tecnología, sino más bien en las relaciones humanas. Y es que, al igual que la novela de Herbert, el filme de Denis Villeneuve explora temáticas políticas, ambientales y religiosas en medio de una de las propuestas audiovisuales más ambiciosas que el cine ha ofrecido en tiempos recientes.
Talla grande
La cinta de 155 minutos y que tuvo un costo de $165 millones es una sobredosis de estímulos a los sentidos. Los críticos la han tildado de “majestuosa”, “envolvente” y “osada”, aunque también algunos se han apurado a señalar que Dune puede resultar demasiado de nicho para una audiencia más general, poco acostumbrada a la grandilocuencia visual y ritmo reflexivo de la trama.
La música del compositor Hans Zimmer es uno de los rasgos más característicos. El alemán, al igual que Villeneuve, se enamoró de la novela de Herbert desde joven y aceptó gustoso sumarse al proyecto (al punto de rechazar a Christopher Nolan, quien lo quería para musicalizar Tenet). Zimmer creó instrumentos especialmente para la banda sonora de Dune, y los coros femeninos de muchos de sus temas cantan en idiomas inventados específicamente para el filme.
La apuesta detrás de este proyecto es enorme. En circunstancias normales se daría casi por descontado que sería un batazo en la taquilla y el inicio de una franquicia cinematográfica lucrativa y de larga data. Sin embargo, la pandemia se interpuso en el camino de Dune y plantea preguntas que, por ahora, carecen de respuesta.
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Lo primero es que su estreno, previsto originalmente para el 2020, se pospuso prácticamente un año. Sin embargo, lo más preocupante es que si bien el nuevo filme adapta apenas la mitad de la novela original y que en pantalla el público ve el título Dune: Capítulo Uno, lo cierto es que la segunda parte aún no ha sido aprobada por Warner Bros. El plan de Villeneuve siempre fue dividir la novela en dos filmes, pero la luz verde para la continuación dependerá de factores “pandémicos”, pues su futuro podría definirlo no tanto su desempeño en cines sino cuántos suscriptores nuevos atraiga a la plataforma HBO Max.
Y es que Dune, al igual que todos los demás filmes del calendario 2021 de Warner Bros., tendrá un estreno híbrido, debutando en Norteamérica al mismo tiempo en pantalla grande como en el novel servicio de streaming del gigante del entretenimiento. Para efectos de Latinoamérica y Costa Rica, la película no llegará con la misma premura a los suscriptores de HBO Max, sino que será hasta dentro de un mes cuando estos podrán verla desde sus casas #SACRILEGIO.
La movida no hizo nada de gracia a Villeneuve, quien ha sido una de las voces que más se han hecho oír en la crítica a los de Warner por el cambio de planes. Para él, así como para el resto del talento involucrado y para los responsables de Legendary Pictures (productora principal del largometraje), Dune se concibió para ser consumida en una sala de cine, con todas las ventajas de sonido, imagen y tamaño que eso implica. Esto nos devuelve al inicio de este texto y a mi planteamiento original: este película hay que verla a todo lo alto y ancho que se pueda.
Sin que el futuro de Dune esté despejado, por ahora concentrémonos en lo que sí se puede: volver al cine, de una vez por todas, a ver una de las películas más ambiciosas de la última década. Atrévase, que en las arenas de Arrakis le espera la que bien puede ser su nueva historia favorita.