Terror en Navidad. No es idea nueva. Ahora la película Krampus (2015), dirigida por Michael Dougherty, toma una leyenda de origen germánico con dicho tópico, la muestra de manera artificiosa y le sale a la cara la debilidad de su propuesta.
El director Dougherty ya había tratado de “meter” terror con un filme sobre Halloween en el 2007. Ahora tenemos un bicho terrorífico, endriago, quien se encarga de castigar y de enviar a un sitio infernal a aquellos niños y familiares que no creen en la Navidad o no la festejan.
El título completo del filme es Krampus: El terror de la Navidad. O sea, Krampus, que así se llama el demonio, es como la parte oscura de Santa Claus. Alguna tradición por ahí dice que salen juntos para las fiestas navideñas, pero con distintos objetivos: obvio.
Santa Claus no es más que un signo descarado del consumismo al que nos inducen por Navidades con olvido del nacimiento de Jesús.
En Austria, los jóvenes se visten como Krampus durante algunas noches de diciembre (kranpusnacht) y van por ahí, por las calles, con cadenas y campanas bulliciosas (como el Krampus de la leyenda) para gozo de adultos y susto de los niños. El filme que ahora comentamos exagera la presencia maléfica del tal Krampus y, como si no bastara él solo, se suma una serie de monstruos de las más distintas estirpes. El
asunto es que con esa corte de engendros no hay quite alguno: es duro lidiar con ellos y es viable meter sustos con sus aspavientos.
La idea del filme es que esos bichos quiméricos den terror, pero la película no lo logra con ninguna secuencia. A lo sumo, algunos sobresaltos por ahí y nada más. Da más miedo cualquier capítulo de Scooby-Doo, quien, por cierto, ya ha tenido que darse o enfrentarse en televisión con el cruel Krampus.
No es solo que la historia sea mala, como es, plagada de incoherencias que aquí no podemos describir, so pena de contar el argumento; es que, además, en la “peli” es evidente el pésimo tratamiento dado a esa historia: ¡fatal! Por momentos, Krampus (el filme) está cerca de ideas planteadas en Gremlins (1984), pero le falta el tono irreverente o iconoclasta de esta otra película. La progresión dramática del relato es fría al narrar la tormenta de pleitos entre quienes se reúnen para celebrar la Nochebuena de manera familiar. Afuera la tormenta es de mucha nieve con vientos y desastres naturales, pero es solo funcional.
En esta película, a todo le falta intensidad; incluso, le falta ser incisiva para mostrar las idioteces de sus personajes durante las discusiones en familia. A cada escena, Krampus es filme más y más rebuscado: va de tropezón en tropezón.
Las actuaciones son lo suficientemente malas para perderles cualquier credibilidad a los personajes. Ni siquiera se ha sabido crear la atmósfera pertinente y el ritmo o compás de la narración se empantana cuando uno menos lo espera. Krampus es cine resuelto sin mayor interés y sin garra alguna. Le falta aliento narrativo, por lo que termina arrastrándose literalmente con sus propias imágenes, como quien arrastra los pies al caminar. Nada que podamos recomendar.