Unos dirán que es el pago a una deuda antigua y, si se quiere, vergonzosa. Otros lo verán como parte de un plan global de dominación ideológica y mercadeo. Sea una cosa o la otra, o una mezcla de las dos, lo cierto es que desde esta semana el imperio Disney cuenta al fin con representación latinoamericana entre su realeza.
Elena de Ávalor debutó el pasado viernes en la televisión estadounidense y está previsto que en los próximos meses su presencia se extienda a otros mercados donde se transmiten los contenidos de Disney Channel. De ella, por el momento sabemos poco, aunque sí está claro que viene respaldada por todo el músculo de la casa del ratón Mickey.
Con la incorporación de Elena, y en noviembre de la polinesia Moana, Disney redondea el proyecto de diversificación étnica de su catálogo de princesas. Sin duda una de las propiedades más rentables de la compañía, las princesas por años fueron objeto de la crítica de organizaciones sociales y académicas, en vista de su marcada inclinación hacia personajes caucásicos, inspirados exclusivamente en la tradición europea, y con un rol de género bastante tradicional y abundante en estereotipos.
En 1992, se empezó a abrir la corte a otras latitudes, con la llegada de Jasmín, representante de la cultura de Medio Oriente. Desde entonces se han incorporado una princesa indígena norteamericana (Pocahontas); china (Mulán); afroamericana (Tiana),e incluso una gitana, como fue el caso de Esmeralda, estelar de El jorobado de Notre Dame que contó con gran aceptación entre círculos feministas, en virtud de su fuerza de carácter y madurez sexual (lo cual explica, también, que Disney le bajara el perfil de modo drástico a su personaje, conforme la franquicia se enfocó en un mercado cada vez más infantil e hasta preescolar).
Princesa, pero...
El caso de Elena tiene particularidades que no han pasado inadvertidas para algunos medios –especialmente latinoamericanos– que han revisado su lanzamiento.
A diferencia de las otras princesas Disney pertenecientes a minorías étnicas dentro de Estados Unidos, Elena no irá al cine, sino que fue producida exclusivamente como un producto televisivo, con una serie que se incorpora a los títulos regulares de Disney Channel, siguiendo el modelo inaugurado en el 2012 con la serie de Sofía La Primera.
El que la compañía no le diera a su princesa latina un gran bautizo cinematográfico no deja de despertar suspicacias, pues es la primera vez que se da dicho trato diferenciado. Sin embargo, en un artículo del New York Times , los productores justificaron la decisión, pues aducen que su plataforma televisiva es la ideal para darle un carácter de permanencia a Elena.
Sin embargo, otro efecto colateral de la medida es que Elena por lo pronto no será parte oficial de la franquicia Princesas de Disney, que a la fecha incluye a 11 personajes, todos popularizados a partir de sus respectivas producciones para el cine.
Por el momento, las Princesas (así, con mayúscula) son Blancanieves, Cenicienta, Aurora, Ariel, Bella, Jasmín, Pocahontas, Mulán, Tiana, Rapunzel y Mérida. Fuera del grupo quedan el ya mencionado caso de la gitana Esmeralda, así como las hermanas de Frozen , Elsa y Anna; Sofía, Elena y Moana.
La marca Princesas se empezó a trabajar a inicios de los 2000 y la incorporación de nuevas integrantes no es un detalle menor para Disney. La compañía acostumbra producir extravagantes y multitudinarias ceremonias de admisión para las nuevas princesas, como se dio en años recientes con Tiana, Rapunzel y Mérida.
De las excluidas en la franquicia, es previsible que Anna y Elsa serán formalmente incorporadas más adelante, posiblemente en coincidencia con la promoción de la venidera Frozen 2 .
Esmeralda es un caso perdido, pues además de su sensualidad, carece de linaje o vínculo con la realeza (al igual que Mulán, vale decir). Moana, por su parte, aún no está confirmado si será catalogada como una “princesa” por la compañía.
Sofía y Elena sí son llamadas princesas e incluso existen en el mismo universo que sus colegas titulares. En Sofía es común que princesas mayores que ella, como Ariel o Mérida, aparezcan mágicamente para aconsejar a la niña, y la serie de Elena es un derivado directo (spin off) de aquella.
Un reino latino
Elena de Ávalor se desarrolla en un reino ficticio, Ávalor, cuya cultura es una mezcla de distintas influencias latinoamericanas e ibéricas, en cuanto a vestuario, música, gastronomía y arquitectura. Así, mientras los edificios tienen evidentes rasgos tomados de las pirámides aztecas y mayas, las canciones corren sobre bases de rumba, flamenco y mariachi.
Elena, al igual que muchas de las otras princesas Disney, perdió a sus padres, por lo que debe tomar las riendas de su reino a corta edad. Esto permite a los creadores de la serie insertar al personaje en una realidad bastante común para nuestra región, con una adolescente al cuidado de su hermana menor y a la vez criada por sus abuelos.
Y a diferencia de las princesas clásicas que no eran más que damiselas en peligro a la espera de un príncipe que les resolviera la vida, Elena está adaptada a los tiempos actuales, donde los roles femeninos apuntan a personajes empoderados y atrevidos. ¿Será eso suficiente para que Disney logre el favor del mercado y la comunidad latina? Eso es cuento de otro libro.