“ Vincent, ¿somos felices?”, le preguntó Jules a su compañero Vincent Vega, cuando este inspecciona el contenido del maletín de su jefe, Marcellus Wallace, recuperado de manos de unos aspirantes a ladronzuelos de poca monta.
Anonadado ante lo que ve, Vincent no contesta; Jules repite la pregunta y aquel, finalmente, responde con una sonrisa sigilosa y un dejo de sorpresa: “Sí, somos felices”.
En 1994, los espectadores de Pulp Fiction vivían, en sus butacas, unas emociones similares a las de ese matón: una incredulidad gozosa porque se estaba ante una película de culto instantánea , dirigida por Quentin Tarantino.
Cuando Jules hizo la pregunta, la cinta iba un poquito más allá de la mitad, pero...
[[BEGIN:INLINEREF LNCGNF20141019_0001]]Ya se había visto el final de la historia[[END:INLINEREF]]; el mismo Vincent le estaba dando cuentas al diablo; se había rescatado a una guapísima drogadicta moribunda de un “mal viaje”; resultaba claro lo peligroso que puede resultar un masaje de pies y se conoció el increíble periplo de un reloj de bolsillo –no precisamente en un bolsillo– para acabar en las manos de un niño, que cuando sea adulto tendrá que escapar con lo puesto por no cumplir su parte de un trato con un mafioso.
Todo eso, y más, había pasado, pero... Todavía faltaba conocer a Mister Wolf , quien soluciona problemas mientras bebe café con poca crema y mucha azúcar, de impecable smoking e implacables modos.
Pulp Fiction tomó por asalto las salas de cine 20 años atrás con su originalísimo libreto, estructura de rompecabezas , violencia, humor profundamente negro y canciones al punto (una verdadera gramática en la narración).
Ganadora del premio Palma de Oro del Festival de Cannes 1994 (el jurado lo presidió Clint Eastwood), llegó a los cines a partir del 14 octubre de ese año.
La Academia le dio el Óscar al guion original de Tarantino y Roger Avary . Samuel L. Jackson (Jules) se dejó la estatuilla para el mejor actor de reparto.
Con esta película , el director puso de cabeza los convencionalismos en las filmaciones, o, al menos, los puso andar en zigzag, como detalla una reseña acerca del vigésimo aniversario.
No dejó a nadie indiferente en su momento: realmente alabada, fue también rebatida.
De hecho, TriStar la rechazó por rara y violenta, pero los ejecutivos de Miramax sí entendieron lo que tenían: una película potable y muy, pero muy entretenida. Con los años, hay que agregarle otro adjetivo: fundamental.
En Costa Rica, se estrenó en febrero de 1995 y tampoco se escapó al debate: un renombrado intelectual –ya fallecido– la dejó por los suelos y afirmó que John Travolta solo ponía cara de tonto porque, decía, esa es su única cara.
Hoy se le considera la obra maestra de Quentin Tarantino.
Mis películas y yo. Este segundo filme de Tarantino sacó del fango la carrera de Travolta (quien encarna a Vincent Vega) y puso en órbita la de Uma Thurman ( Mia Wallace ).
Además, el director confirmó su sello de autor , ese mismo que dejó patente en su opera prima, Reservoir Dogs, que afina con cada entrega porque, como enseña François Truffaut: “Uno siempre vuelve a filmar la misma película”.
Con este “niño malo” del cine, uno se pregunta si es un consumado hacedor de homenajes o un plagiador sin sonrojo (uno cree que con Tarantino siempre ve algo por primera vez).
Una muestra: el encuentro de Marcellus Wallace y Butch, mientras el primero cruza la calle y el segundo espera el verde, es una escena clásica de Psicosis, clásico del suspenso del maestro del género Alfred Hitchcock.
El concurso de baile en el Jack Rabbit’s Slim está inspirado en Una banda aparte , de Jean-Luc Godard, y es un guiño al exitazo de Travolta de los años 70: Saturday Night Fever .
Las referencias cinematográficas en esta historia de malhechores son tan largas que se llevaría el resto del artículo.
“Yo no estudié cine; simplemente, fui al cine”, sostiene Tarantino, erudito del sétimo arte.
Amén de vistazos a películas clásicas, Pulp Fiction es un compendio de la estética del cine clase B (clásico a su modo), solo que mucho mejor hecho: a la manera de Quentin Tarantino.
También es un repaso enciclopédico de la cultura pop (sobre todo, la de los años 70).
El título de la película es otro homenaje; esta vez, a las novelas y revistas en papel barato ( pulp , en inglés) de distintos de distintos subgéneros de ficción: misterio, horror, eróticas o de gánsteres.
Por eso, “traducir” el título a Tiempos violentos fue un verdadero pecado y reveló una estrechez de de miras hacia la película.
“Quería usar los tópicos más gastados del género, y después sacarlos de quicio. Se trataba de coger situaciones y personajes que todos conocemos, aplicarles las normas del mundo real, y ver cómo se desarrollaban”, explicó el director al sitio especializado Cinemanía.
Por eso, los maleantes hablan como gente normal, con absoluta naturalidad y nada suena extraño.
En síntesis: Pulp Fiction exhibe los gustos y preferencias de Quentin Tarantino.
Siguen los balazos. A las películas les sucede lo que a las personas: no todas envejecen con gracia y de la misma manera.
Veinte años después , Pulp Fiction sigue fresca; el ensamble sigue siendo de lujo – Jackson, Travolta, Thurman, Bruce Willis, Christopher Walken, Tim Roth – ; los parlamentos pueden ser recitados sin tartamudeos y muchas de sus escenas están grabadas en la memoria: son parte de la cultura pop . Punto para el Tarantino.
Un detalle: Travolta y Thurman fueron “cabezonadas” del director y guionista; de hecho, el concurso de baile se agregó cuando el primero se comprometió con el papel.
Nuevo público se engancha con esta historia de malos.
Una razón es porque Pulp Fiction es una película hecha por un tipo al que le encanta el cine y para gente que gusta de encerrarse por un par de horas en una sala oscura a que le cuenten una historia.
“¿Somos felices?”, puede preguntar Jules Winnfield, 20 años después de ese estreno.
Por Pulp Fiction y por Quentin Tarantino –y su forma particular de homenajear al cine–, la respuesta será: “Sí, somos felices.