Es el director de sonido de grandes filmes argentinos, pero José Luis Díaz visita el set solo una vez durante el rodaje.
“Me amarga ir, al sonido no le dan bola, siempre tienen otras prioridades”, se lamenta el afable experto, famoso por trabajar en filmes como Relatos salvajes y El secreto de sus ojos , la gran ganadora del Óscar.
De su complicada y trascendental labor, Díaz no se guardó nada y lo compartió con Viva .
¿Usted es ingeniero o técnico de sonido?
Soy apenas técnico.
¿Cómo se metió en todo este rollo del sonido?
Es una larga historia. Yo era estudiante de computación y cuando terminé la secundaria iba naturalmente a estudiar ingeniería electrónica.
”Pero cuando estaba haciendo mi ingreso tuve un tipo de alucinación. De golpe me vi con un uniforme midiendo voltajes, siempre a la par de varios televisores en cadena. Me espantó la idea, me dio pánico”.
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¿Entonces qué pasó?
Tanto terror me dio eso, que recordé algo que me sucedió a los 15 años, cuando me escapé del colegio y me fui a ver una película. Era el Dr. Zhivago , la cual me impresionó por el esfuerzo de continuidad que requirió. Eso fue mi primer pensamiento cinematográfico.
”Cuando me pasó este inside , mi salvavidas fue estudiar cine y escapar de ingeniería. Como mi formación era técnica, yo comprendía mejor lo que pasaba con el sonido y pasé a ser el sonidista de todas las producciones de mis compañeros de clase”.
En sus propias palabras, ¿cómo definiría su labor en un filme?
Mis roles serían: director de sonido, supervisor de edición de sonido y posproductor de sonido. Es un tipo que controla la totalidad del sonido, desde la captura hasta la mezcla, pasando por etapas intermedias como la grabación del doblaje y las conversaciones con el director en términos dramáticos y narrativos.
”Le ayudo al director a usar el sonido de la forma más expresiva posible. Hay mucha ignorancia con respecto a la edición de sonidos, pues los guionistas no lo usan para contar”.
¿A qué se refiere?
Que el director o guionista piensa en palabras dichas, pero no piensan en el sonido como un elemento dramático. Nosotros tratamos de que lo que no sea dicho que lo diga el sonido.
¿Usted acostumbra a estar en el rodaje capturando el sonido?
No. Durante el rodaje no. Hace 20 años lo hacía, ya no. No voy porque me consume mucho tiempo y porque lamentablemente durante el rodaje al sonido no le dan bola, siempre tienen como prioridades otras cosas.
”Sufro mucho durante e l rodaje, me amargo inmensamente. Durante las posproducción soy más dueño de lo que pasa y por eso he elegido esa etapa; me siento más confortable”.
Pero entonces, ¿quienes le ayudan en la captación?
Suelo trabajar con Javier Farina, fue el de Relatos Salvajes , y Rubén Piputto, el de El secreto de sus ojos . No es que yo los haya formado, pero en algún momento de la vida nos pusimos en órbita y a partir de allí yo les pido como quisiera recibir las cosas.
¿Entonces es en serio que nunca va a la filmación?
Voy una vez, por cábala, nada más. Para que la suerte me acompañe. Si no voy, es muy probable que el sonido sea una mierda. Así exorcizo a los demonios.
”Como nunca voy, a veces en el set no me conocen y no me dejan pasar. Me cuesta un mundo convencer al staff que soy el director de sonido de la película (se ríe)”.
En materia de sonido, ¿cuál película ha sido la más fácil y más difícil de trabajar?
Trabajar en Relatos salvajes (2014) fue una peste y una de las producciones más bendecidas fue Voley (2014), un filme chico.
En materia de sonido existe una regla general: ‘la pelota’ que se le da al sonido es inversamente proporcional al costo del filme.
”Cuanto más grande es la película, menos atención se le presta al sonido y viceversa; cuando es más chiquita te prestan más atención, porque tratan de que al menos el sonido les salga bien.
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¿Por qué fue una ‘peste’ trabajar en Relatos salvajes ?
La cinta tiene el director más perfeccionista que yo haya conocido (Damián Szifrón), quien editó de una manera endemoniada. Por ejemplo, teníamos una imagen en primer plano de un actor, pero muy probablemente no tenía el sonido de esa toma sino que había utilizado el de otra, donde el actor decía la misma frase.
“Eso significó un enorme trabajo para nosotros, para mejorar la sincronía con los labios. Pero ojo que es bueno tener un director tan altamente exigente como Szifrón, con una edición tan loca como esa. Fue enriquecedor porque nos rompió la cabeza; nos hizo pensar el cine de otra manera”.
Tanto así...
Tan así que de haber sabido como era la edición del filme, yo hubiera pedido un pago tres veces mayor. Fue una brutalidad.
A parte del ‘desprecio’ al sonido que usted menciona, ¿cuáles son las mayores dificultades para hacer este trabajo?
El primer enemigo son los decorados o las locaciones. Es que la televisión no es vara de medición para saber si una locación es buena o mala. Suelen justificarse locaciones diciendo: ‘Pero esta se utilizó para grabar x programa’.
”Para la tele quizá era aceptable, pero no para cine. Si hay una escena de amor tenemos que oír los besos, los jadeos, y no se puede escuchar eso si atrás de la locación tenemos una autopista”.
¿Qué otra cosa?
Por ejemplo, el guionista escribe que en una disco un gay le confesará su amor a un amigo. Como están en una disco, los actores tendrán que gritar para escucharse y es obvio que el director no quiere eso. Eso esta mal, es un error de guion planear el texto allí. Y así hay varias cosas más: el sonido es el proceso fílmico que más enemigos tiene. Tengo la sensación psicótica que somos los últimos en ser tomados en cuenta.
¿Ha visto algún filme tico?
No.
De todas maneras, su percepción sobre la producción nacional cuál sería.
Con urgencia hace falta una ley de cine, porque las deficiencias que tiene Costa Rica son las mismas que teníamos nosotros hace más de 20 años. Era una cosa muy amateur , donde todos hacíamos de todo.