Más que sentirse en un sueño, la obra cinematográfica de Lynne Sachs da la impresión de colarse en un recuerdo ajeno; en hacerse pequeño y meterse de puntillas en una habitación donde se reproduce un cassette de memorias de antaño, de tiempos pasados que requieren el transcurrir de los años para consagrarse como postales doradas.
Especialmente, su último filme, Film about a Father Who, condensa las emociones de la propia familia de Sachs, quien fue filmada por ella durante treinta años. En ese período produjo distintos filmes mientras la grabación no se detenía (hay que considerar que su prolífica trayectoria la hace acreedora de más de treinta películas), entre ellas una sentimental obra titulada Con el pelo en el viento donde, inspirada en cuentos de Julio Cortázar, con la que explora el paso hacia la vida adulta.
“Para mí todo se trata de explorar y retar a la realidad”, dice la cineasta, sonriente y carismática, en el tercer piso del Centro de Cine de Costa Rica, mientras abajo se proyecta uno de sus filmes. Sobre esta premisa, la directora nacida en Memphis conversó con La Nación sobre cómo estas dos películas la marcaron.
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—¿Qué consideraciones tiene sobre los filmes seleccionados para su retrospectiva en el CRFIC?
—Honestamente yo me siento honrada de que mis filmes estén al lado de Memoria, Drive My Car... Películas que me hacen sentir en una aventura fílmica. Hay muchos niveles que tengo de gratitud en torno a que la comunidad costarricense me dé este espacio. Siento que la selección habla sobre ese interés que tengo de mirar la realidad con texturas propias.
—Sobre su último filme, Film about a Father Who, ¿cuál fue su interés primario?
—Me tomó 30 años hacer esta película, por lo que yo podría decirte cuál fue mi primer interés, pero esto fue cambiando, evolucionando. Permíteme decirte que la película es un testimonio para creer que ciertos proyectos no deben ser apurados, deben ser gestados como un bebé, pero un filme es más difícil que gestar un bebé (risas). Yo he tenido dos hijas (risas), pero con una película tienes que decidir cuándo está lista. En el caso de este filme, quería hacerlo porque estaba intrigada por mi padre y amaba lo iconoclasta que era él en ese momento; un típico rompereglas, él creaba siempre su propio cosmos, pero tenía que lidiar con muchos cambios en la vida de nosotros en ese momento y la película podía darme esa perspectiva.
”Yo quería saber qué significaba ser su hija y tener siempre la puerta abierta para él. Yo no podía terminar la película porque no sabía cómo poner juntas tantas cosas. Yo me sentía lista para filmar esa vida, pero no para enfrentar después todo ese metraje. Hice muchas películas en medio de esta grabación, pero siempre tenía esta película respirándome en la nuca.
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—¿Cuándo sintió que era el momento de parar?
—Un par de años, antes de parar de filmar, me dije a mí misma que no era un filme sobre hija y padre; es sobre una familia que te hace cuestionar cuál es el alma de una familia. ¿Qué conecta a una familia? ¿La sangre? ¿Qué pasa cuando llega alguien que parece un “extraño” a esa familia? ¿Cómo se asume? Así que necesitaba oír al resto de mis hermanos para saberlo y poder decidirme cuándo era el momento adecuado. Así que los entrevisté, solo con audio y en completa oscuridad, para conocer sus impresiones y saber cuál era el momento adecuado.
Y así para poder entender, no solo a mi padre, sino también a mis hermanos y sus vivencias también. Tengo un hermano gay y hay una escena en la película en que se nota cuán alienado se sentía. El resto de mis hermanos han tenido otras vidas que también dan mucho para pensar.
—Las personas que conozco que han visto el filme realmente lo han amado. ¿Dónde cree que reside el componente emocional que logra eso?
—Oh, muchas gracias. Me conmueve que digas eso porque mi familia creía que yo hacía esto por mí y no por ellos. Me veían que solo hablaba de la película y cómo hacía cosas para tener conversaciones profundas y al final del día el filme fue un tiquete para tener estos momentos que creo que todas las familias queremos tener. Incluso mi mamá me dijo: ‘¿Habrá alguien interesado en esta película?’ (risas), y bueno, yo le respondí que la mayoría de nosotros pensamos que nuestras familias no son normales, son raras. Que quisiéramos parecernos a otras familias, en muchos casos, porque a veces nos sentimos avergonzados. Es algo natural y la película permite que nos sintamos vulnerables a todo lo que ser parte de una familia remite. Hay una catarsis allí.
—Al final, ¿cómo encontró el valor para enfrentar el metraje?
—Fue súper difícil. Mi primer miedo fue ver cuánto había envejecido (risas), pero me apoyé en una exestudiante que hizo de asistente para la producción. Me ayudó a estar en el estudio y enfrentarme al material. Queríamos abrir esas cajas de material después de 30 años y ver qué queríamos hacer. Si digitalizarlas o qué posibilidades había. Ella me ayudó a darme coraje para ver todo eso.
En uno de los talleres que he dado aquí en San José les contaba que ella me ayudó a entender que no tenía que contar todo el árbol genealógico de mi familia, porque la historia no es sobre quién es quién, sino sobre emociones. Eso me ayudó mucho: a detectar que esto se trata sobre emociones.
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—¿Qué es lo más emocionante sobre filmar no ficción?
—Para mí el término no ficción es complicado porque me gusta más pensar en cómo vemos al mundo, más allá de una etiqueta. La ficción y la no ficción son términos que hacen que el mundo parezca binario, cuando no es así. Sé que hago no ficción, pero me gusta más decir que trabajo con la realidad, que enfrento la realidad porque me doy la oportunidad de jugar con las personas que aparecen en cámara. Me gusta explorar el mundo real, pero no trato de explicarlo. Para mí si un filme es exitoso es porque el público se pregunta cosas sobre el mundo que no se había cuestionado antes.
—Ahora pensemos desde otro frente. En su película Con el viento en el pelo se introduce a la ficción. ¿Qué la llevó a crear ese filme?
—Oh, en ese en verdad la realidad está fuera de foco. En el 2007 hubo una retrospectiva en Argentina y quería regresar allí para hacer una película porque conocí a gente muy talentosa. Tengo dos hijas y quería buscar más niñas para hacer esta historia sobre crecimiento. Teníamos claro que queríamos reinterpretar historias cortas de Julio Cortazar, entonces elegimos el cuento El fin del juego, que refiere justo a ese fin de la niñez y lo que viene después con tu cuerpo, con tu sexualidad y con tu mente. Quería poder retratarlo, pensando en mis hijas y todos los cambios sociales que ellas podrían enfrentar. De hecho, es curioso ver la película ahora porque esas niñas de la película ya tienen 25 años. Es muy dulce ver el paso del tiempo así. Lo más grandioso de hacer películas es ese sentimiento de conexión con distintas comunidades.
—Es una historia muy poderosa. Aprovechando que hablamos al respecto, ¿qué piensa usted sobre Julio Cortázar?
—Bueno, yo lo amo (risas). Me encanta lo observador que es y cómo juega con el lenguaje. Por supuesto, está la experimentación tremenda que hizo con Rayuela, un libro que me transmite mucha libertad y que por supuesto me inspira para mis películas. Pero aún así me fascinan más sus historias cortas, aunque parezcan más tradicionales. Para la película intenté retratar esa sensibilidad de ver niñas enfrentando un ciclo de la vida y querer lidiar con eso.
”Amo el cuento Casa Tomada, que es un texto de dos páginas. De hecho la primera parte del filme fue inspirada en ese cuento, con ese temor casi de Guerra Fría de sentirse observado. Es algo que, ahora que lo pienso, se siente muy presente con las Alexas en las casas que escuchan todo lo que decimos. Cortázar, sin dudas, fue un visionario porque las chicas sienten que las paredes las oyen, un sentimiento muy actual.
—En la de menos un libro de Costa Rica podría inspirar una próxima película...
—¡Me encantaría! Me han dado una antología que estoy muy emocionada por leer y quisiera conocer más. Me fascina poder explorar tradiciones para inspirar mi trabajo.
—En este punto de tu vida, ¿cuál es su principal interés en torno a hacer películas?
—Parte mucho de mi próxima película, titulada Cada contacto deja un rastro. El largometraje va sobre expresar, desde la teoría forense, cómo hay una huella en cada cosa que hacemos, tal como los criminales, que son perseguidos por sus huellas. Eso sí: mi película no tiene nada que ver con crimen, sino que va sobre cómo las personas que uno conoce en la vida le dejan una percepción para siempre. Por muchos años he recolectado miles de tarjetas de contacto y a muchos no los he visto nunca más en mi vida, pero dejaron sus huellas digitales en esa tarjeta y es como si su rastro me siguiera por siempre.
”Es una alegoría alrededor de ese pensamiento y de cómo uno puede reconectar y reflexionar qué es lo que dejan las personas en mí después de una vida. No es lo mismo que una relación familiar -que obvio esas personas se quedan con vos por más tiempo-, sino sobre la gente que trabaja en tiendas, la primera psicóloga, un periodista como vos... Es una reflexión que me entusiasma por explorar.