Gasparín daba lo que poco que tenía con tal de tener, aunque fuera, solo un amigo: independientemente si de carne y hueso u otro fantasma como él. Necesitaba una compañía, de esas que son para toda la vida.
Pasó más de 200 años buscando la manera de acercarse a alguien, pero los humanos corrían cuando veían su transparencia y los otros fantasmas se burlaban de él por su forma tan simpática de ser.
Cansado de su soledad, Gasparín pidió una cita de negocios con los ilustradores Seymour Reit (1918-2001) y Joe Oriolo (1913-1985) para ver si ellos podían arreglar su triste situación.
No pasaron ni treinta minutos cuando ellos, sus héroes, le tenían listo todo un plan: sacarlo de sus respectivas mentes y darlo a conocer al mundo entero para que, con su ternura, conquistara a todos y tuviera todos los amigos que siempre deseó.
Los ojos grandes y azules de Gasparín –conocido en inglés como Casper– se iluminaron. Tenía la posibilidad de cumplir su máximo sueño, así que cerró el trato con Reit y Oriolo en 1939.
Las expectativas que tenía el fantasma eran muy altas, pero se quedaron cortas en comparación con lo que sucedió en realidad. Tanto es así que 75 años después, Gasparín es amigo de las viejas y nuevas generaciones y ha aparecido en historietas, series y películas, que han recaudado más de $100.000 millones.
Primeros alcances. Este fantasma, que en vida fue un niño aparentemente neoyorquino, apareció para contar sus aventuras y desventuras en un libro infantil de historietas, llamado The Friendly Ghost .
No hay reportes de cuan vendida fue esta publicación, sin embargo, le tuvo que haber ido realmente bien para levantar el interés de Famous Studios, la división de dibujos animados de los estudios Paramount Pictures.
Tras una rápida negociación, Reit y Oriolo les vendieron los derechos por solo $200.000 y el 16 de noviembre de 1945 lanzaron el primer dibujo animado de Gasparín.
Al comienzo de la serie, se veía a un Gasparín deprimido y cansado por las travesuras de los otros fantasmas, por lo que decidió irse de su casa para hacer amigos. Él sabía bien que si se quedaba con ellos, todos pensarían que, al igual que sus compañeros, disfrutaba el poner a temblar del miedo a los humanos.
Mientras se alejaba de lo que fue su hogar, el fantasmita se encontró a uno que otro animal y persona, a quienes intentaba hablarles. Todos hacían lo mismo: huir.
Un día eso cambió y logró hacer dos amigos, con quienes se fue a vivir. Cuando la mamá de esos pequeños se enteró de la situación se molestó, pero Gasparín se la echó al bolsillo cuando espantó al banquero que le iba a cobrar la hipoteca de la casa.
Esa búsqueda incesante de amistades provocó que se hicieran dos nuevas películas animadas: There's Good Boos To-Night (1948) y A Haunting We Will Go (1949).
Pero, además de la frustración que tenía por ahuyentar a quienes desearía tener a su lado, debía lidiar con Látigo, Tufo y Gordi, sus tíos malvados que lo trataban como si fuera un esclavo.
Los tres lo tenían como blanco de sus críticas, ofensas y burlas. Entre ellos, hablaban de lo extraño, tímido y buena gente que era su sobrino. Intentaron hacerlo cambiar, pero como se resistió, lo maltrataron. Y Gasparín se aguantó.
Látigo, Tufo y Gordi aparecieron por primera vez en la década de los 50 cuando eran los protagonistas de muchas de las historietas de Harvey Comics, misma marca que en 1959 compró los derechos del adorable fantasma. ¡Ahí fue justo cuando se conocieron!
Cuatro años después, una nueva serie animada de Casper fue difundida por ABC hasta 1969.
A partir de ahí, todos los capítulos se retransmitían; no había novedad alguna.
‘Boom’ fantasmal. Universal Studios vio la necesidad del público por volver a ver a Gasparín en escena y qué mejor hacerlo que enseñando su casa: la Mansión Whipstaff, en Estados Unidos.
En 1995, los fanáticos del fantasma pudieron entrar a aquella vivienda abandonada, en donde Gasparín y sus tres tíos aún divagaban. De hecho ellos creían que esa casa era suya y por eso mortificaban a cuanta persona quisiera irse a vivir allí.
Un día, el doctor Harvey (Hill Pullman) –un psiquiatra especializado en asuntos paranormales– y su hija Kat, de 12 años, se mudaron a la mansión con el objetivo de expulsar a los fantasmas.
Látigo, Tufo y Gordi comenzaron su plan para ahuyentarlos, mientras Gasparín se dedicaba a conocer a Kat, de quien al final se enamoró rotundamente, tal y como si tuviera corazón.
La relación entre ellos iba de la mejor forma y la confianza llegó a un punto tan maravilloso que el fantasma le contó su verdad: un día amaneció bien, en la noche se comenzó a sentir mal por culpa de una neumonía y falleció cuando era apenas un adolescente.
Kat se conmovió con esa historia y ambos crearon un plan casi perfecto: meterse en el laboratorio que estaba dentro de la casa para traerlo a la vida, al menos por una noche. Así fue.
Un poco de comedia, mezclada con romanticismo, cautivó a quienes fueron a verla y eso se vio reflejado en las ganancias: $100.000 millones en su estadía en la cartelera.
Según lo dijo uno de sus creadores Seymour Reit a The New York Times hace más de una década atrás, esa película fue la que llevó al éxito a Gasparín. “Todos lo conocían, pero esto la catapultó de una forma inexplicable”, mencionó.
Seguido de esto, la industria hizo fiesta. Salieron cuatro películas ( Casper, la primera aventura; Casper y la mágica Wendy; Casper's Haunted Christmas y La escuela del terror de Casper ), otra historieta ( Casper and the Spectrals ) y cientos de videojuegos.
Hoy poy hoy, Disney Channel transmite capítulos de la serie que se hizo en el 2009 llamada La escuela del terror de Casper, basada en el filme del mismo nombre. Allí se pierde la esencia de la historia real: los tres tíos adoran a su sobrino, quien está enamorado de Mantha, una zombie.
Sea como sea, Gasparín le regaló a los humanos una amistad fantasmal, que, 75 años después, está más fuerte que nunca.