De cinco a cinco suceden muchas cosas, sobre todo si la noche se vuelve loca, se acalora con un par de besos y se anima con pura rumba hasta la madrugada. Eso pasa en la vida, pasa en el cine y también en la nueva película del cineasta Hernán Jiménez.
En la paradisiaca playa de Malpaís, en Santa Teresa de Cóbano, una bella mansión fue secuestrada el jueves por cámaras, actores, luces y muchos extras. Se trató de un inusual asalto nocturno, pues el móvil fue un particular y nada delictivo motivo: filmar la tercera cinta del reconocido director y comediante.
En las primeras escenas que se rodaron allí hubo fiesta, amor y uno que otro piscinazo. ¡Sobró cerveza y hasta llovió un poco de “nieve”! Todo eso pasó de 5 de la tarde a 5 de la mañana; por eso, hubo que sortear el sueño.
Luego de probar con dos gustados dramas – A ojos cerrados (2010) y El regreso (2011)– , Jiménez transita ahora por el territorio de las risas y se lanzará con una comedia romántica que aún no tiene nombre, pero que va ‘flechando corazones’ muy cerca de la aguas del Pacífico.
“Es una historia de amor, pero no tan tradicional. La mayoría de comedias románticas hablan sobre el comienzo idílico de una relación, pero esta habla de todo lo contrario: es sobre el final”, explicó Jiménez, quien no quiso brindar más detalles sobre la trama.
Desde el lunes 2 de marzo y hasta el 30, Malpaís y la enorme casa tomada servirán de capullo para esa comedia en la que Hernán, además de director y guionista, volverá a ser protagonista en la pantalla grande.
En la película, producida por Laura Ávila Tacsan (Rosado furia ) y Chris Cole, Jiménez interpreta a Diego, acompañado por dos experimentadas actrices argentinas: Noelia Castaño y Marina Glezer.
Castaño vive en España y ha protagonizado tres largometrajes, como No dejaré que no me quieras (2012); incluso, actuó en la serie infantil Chiquititas .
Ella hace el papel de Sofía. En la visita de La Nación al set fílmico, se le vio relacionada románticamente con el protagonista.
“Soy la pareja de Diego. Una chica muy segura de sí que se muda a otro país dejando atrás su pasado. Así inicia una historia de amor de la cual no puedo contar más”, adelantó Castaño.
Por su parte, Glezer tiene 15 películas en su carrera (entre ellas El Polaquito , 2003) y ha ganado varios premios internacionales . Quizá usted la recuerde en el papel de Mercedes, hermana de Nina (Deborah Falabella), en la exitosa serie de Avenida Brasil.
Su trabajo como Malena es algo más misterioso que los anteriores. “Solo puedo decir que mi trabajo en la cinta es un gran reto, una razón por la que acepté tomarlo. Mi personaje requiere de una fuerza importante”, explicó la actriz, quien el día de nuestra visita no tuvo acción en el set .
A Diego, Sofía y Malena hay que seguirles la pista, ya que guiarán las manijas de una historia que quiere hacerlo reír en el 2016, año propuesto para el estreno en cines.
“Es un intento de hacer comedia y de un estilo que directamente no se ha hecho mucho en Costa Rica. Como es comedia, quiero que la gente se ría y eso es todo un reto, pues sabemos que es una de las cosas más difíciles que existen”, detalló Jiménez.
En el ‘set’. Si en el foco de la cámara una relajada fiesta ambientó la película, detrás el trabajo tomó matices un tanto más serios. Un gran despliegue técnico abrazaba la locación, semblantes de concentración enmarcaban cada toma y las sonrisas eran reservadas solo para exclusivos momentos.
A las 5 p. m. del jueves pasado, la mansión tomada por Hernán y sus secuaces ya había sido completamente invadida.
“Todavía no entren a la casa; hay mucha cosa por ahí y puede ser peligroso”, advirtió un miembro del equipo.
Aunque su sugerencia pareció exagerada, nunca sobra cuando una luz gigante se posa sobre la azotea, un riel de cámara recorre la piscina, mil cables rodean los pasillos y un par de extintores son manipulados en la cocina.
La mansión, una de esas que alquilan por $13.000 la semana y cuyo fin es el relax playero, se preparó para algo diferente: una jornada divertida, pero claramente extenuante.
A eso de las 6 p. m., todos los involucrados tomaron sus posiciones. Al grito de “¡Acción!”, unos locos enfiestados lanzaron desde la terraza el contenido del extintor y gozaron con la travesura.
“Ahhhhh, pura vida...”, exclamó extasiado el alocado extra.
“¡Corten!”, gritó luego Marcela Esquivel ( productora de Princesas rojas ). Ella, como primera asistente de dirección, lleva la voz de mando en el set .
Luego de tres intentos, la escena queda lista para verse en el cine. Jiménez, en su rol de director, quedó satisfecho.
Luego, con todo y vestido, una atractiva chica saltó a la piscina con sigilo y un aire de sensualidad. Llegó el momento de la primera incursión de Hernán en la locación; esta vez, como actor.
Se quitó la camisa; quedó en bóxer . A la orilla de la piscina, Jiménez está en un extraño éxtasis, en el cual no dice nada pero sus gestos sí lo dicen todo. Mientras los extras siguen la fiesta, Diego está en otro mundo.
En ese momento, Jiménez está metido en su personaje, pero la dirección no está desamparada. Paz León, novel cineasta que estudió en Francia y que ahora se forma en el American Film Institute , se encarga de ser los ojos de Jiménez mientra él actúa.
“Es el secreto. Rodearme de personas en las que confío plenamente, mientras no estoy tras el monitor”, confesó el actor.
León, que suave y muy confiada le da indicaciones al oído a Hernán, trabaja en e l set con toda la propiedad del mundo; el equipo la respeta y ella sabe que su rol es vital en cada escena.
“ Trabajé con Hernán en El regreso y A ojos cerrados . La buena comunicación de esos trabajos forjó la confianza”, dijo León.
Mención aparte merece Ben Hardwicke, director de fotografía al que era imposible hablarle. De nacionalidad estadounidense, se echó la cámara al hombro y no la soltó en toda la jornada.
Su enfoque en la película era proporcional al de sus tomas: milimétricas, pensadas y todo terreno (quitarse la camiseta y consumirse en la piscina no fue algo a lo que se resistiera).
Calor y frío. Los cortes de luz, el hambre lógica de la madrugada y la fatiga de algunos extras reflejada en sonoros ronquidos fueron el preámbulo de las tomas claves de la noche.
Diego (Jiménez) y Sofía (Castaño) protagonizaron tres escenas en los que se les vio muy enamorados, pero también algo conflictuados.
Hay algo en esos tórtolos que no calza del todo. En una secuencia, la pareja corría riendo –como esparciendo corazones–; en otras parecía, más bien, que el frío eclipsaba el amor.
Despedida. 5 a. m. del viernes. Un coctel de drogas, una malabarista y hasta dos exponentes del yoga completaron una jornada fílmica que terminó entre gritos y aplausos del equipo. Había llegado la hora de correr las cortinas, ignorar el sol y echarse a dormir. Otro round nocturno se llevaría a cabo en unas horas.
“Mirá que acá nos divertimos; nos dan comida y hasta cerveza. Estamos entre amigos”. Con ese ánimo se expresó un extra argentino, quien, como varios allí, cambiaron la fiesta de Malpaís por una rumba de ficción.
¡Volverán! Al fin y al cabo, estos chés saldrán en una película y eso no es plato de todos los días.
El equipo de producción, por su parte, también retornó muy muy animado al set. Eso sí, tienen una tarea mucho mayor entre manos: hacer reír, conmover y pegar la cinta en las butacas. De Hernán, al menos, no se podría esperar otra cosa.