Con Amor de temporada, el corto que en el 2015 irrumpió en la web contando la historia de un chiquillo guanacasteco enamorado de una niñita rubia, toda Costa Rica cayó rendida.
Miles y miles de reproducciones en Vimeo, cientos de compartidos en Facebook y quien sabe cuántos suspiros frente a la pantalla de un monitor le indicaron a Sergio Pucci, y a todo su equipo de producción, que contar historias de chiquillos era un gran “pegue”.
Por eso, siguiendo el alma y estética de Amor de temporada nació Güilas, la antología de cortometrajes que este jueves llega a los cines de Costa Rica ofreciéndole a usted muchas risas, pero, sobre todo, un tierno viaje a la infancia.
“Cuando uno llegaba a un lugar y le decía a la gente que íbamos a hacer algo similar a Amor de temporada, la verdad es que las puertas se nos abrían muy fácilmente. Todo el mundo conocía el corto”, expresó Marcela Jarquín, productora de Güilas, reiterando el origen de la idea fílmica.
En Güilas, básicamente, los ticos podrán conocer ocho historias cortas en las que veremos esencialmente esto: chiquillos de diferentes partes del país protagonizando un sinfín de travesuras, haciendo cualquier cosa por cumplir sus inocentes caprichos, o simplemente, viviendo al máximo la edad de las más puras fantasías.
“En el proceso me di cuenta que había escrito historias que, en buena medida, tenían facetas de mi infancia. Entendí que mi intención era presentar la identidad tica a través de la manera en que crecí, aludiendo además a la infancia tradicional de muchos ticos”, expresó Pucci en las notas de producción.
Cada corto se ubica en una provincia de Costa Rica y, por si fuera poco, se inspira en una conocida canción costarricense. Así tal cual sucedió con Amor de temporada, por lo que tenía sentido repetir la fórmula también en la parte musical.
“Son reinterpretaciones de las canciones. No es que se sigan al pie de la letra, pero si tienen su esencia y se escuchan en la película”, detalló Pucci.
Los cortometrajes que conforman Güilas tienen como título Recordando a mi puerto, representando a Puntarenas; Me dejó, a San José; Las despedidas, a Heredia; y Cabin in the Watta, a Limón.
También veremos Gloria a Cartago, haciendo referencia a la provincia de las brumas, y El día del empujón, a una Alajuela en medio de los desfiles en honor a Juan Santamaría y los héroes de la campaña de 1856.
En los cortos, entre otras cosas, veremos un romance infantil en el ferry de Puntarenas, un tradicional rezo interrumpido por las ‘diabluras’ de un par de chiquillos y una escapada al redondel de Zapote.
“A mí me gusta ella en la historia”, dice el niño Carlos José Molina refiriéndose a Hanna Briceño, su coprotagonista en el corto Recordando a mi puerto. En los making-of de la película se trata de una declaración un tanto nerviosa y suspicaz, como dando a entender que ese cariño infantil e inocente pudo haber superado la ficción.
Luego, Carlitos supera un minuto de sonrojo, toma aire y cuenta que para filmar el corto tuvo que sortear el calor de Puntarenas y correr y correr con varios churchills en la mano para cumplir con lo que exigía el guion.
“Corría y corría y a veces me caía. Pero seguía, aunque fuera cansado”, expresa con orgullo este porteñito de corazón.
Las imágenes.
Es el mismo caso en todas las historias, pero es Cabin in the Watta donde la mano de Pucci –autor de obras fotográficas como Costa Rica Aérea I y II o Bosques mágicos– se hace evidente de forma especial, dejando al público con la posibilidad de admirar el relato por medio de las preciosistas imágenes.
Es así de simple, el mar y los bosques limonenses parecen el paraíso en Güilas, sobre todo cuando dos chiquillos de esas tierras asoman las narices, juegan en la arena con ternura y pescan en el mar con un oso perezoso atestiguando todo.
“El corto de Limón, de todos, es de hecho el que más me gusta como quedó en materia de fotografía”, confesó Pucci.
“Yo como fotógrafo, obviamente, tenía ganas de retratar los paisajes en la película. De hecho, fue la foto la que inició mi interés en el cine”, agregó el ahora cineasta.
En materia técnica y de guion, todas las minihistorias de Güilas tienen su marca particular, atendiendo a la idiosincracia de la zona en que fueron filmados y las características climatológicas y geográficas.
Otro detalle es que todos los protagonistas de Güilas son autóctonos de la zona que representan y no tiene formación en materia de actuación.
“La autenticidad es uno de los factores claves de esta producción, por eso escogimos usar gente auténtica de cada región, y no necesariamente actores”, agregó Pucci.
Finalmente está también La mejenga, que no representa a una provincia propiamente pero que relaciona a todos los cortos con escenas filmadas en la arena de Caldera, Puntarenas.
La mejenga pone un movido fin a la singular obra de Pucci.
“Ahí nos conocimos casi todos. Fue lindo. Al principio teníamos como vergüenza, pero luego ya nos hicimos superamigos”, dijo Joseph Castro, el niño de 10 años que protagoniza el corto El día del empujón.
A partir de este jueves, Güilas estará disponible en todos los cines del país y la película es recomendada para todo público. ¡No se la pierda!