Costa Rica lo vivió hace poco. El fenómeno que involucra Jesucristo Superestrella (título parido en Broadway que se convirtió en un clásico del teatro musical y del cine) significa grandes canciones y una de las más creativas reimaginaciones en cuanto a personajes históricos se refiere.
Recientemente, Luciérnaga Producciones montó por primera vez este título en Costa Rica, con gran suceso y dejando a su paso buenos comentarios. Jesucristo Superestrella es una obra que atrae en cualquier latitud y pensar en su montaje no involucra más que ilusión.

Por eso sorprende pensar que, en los años setenta, cuando se anunció la adaptación al cine de esta obra, ocurrió todo un terremoto.
Un musical pop sobre la vida de Jesucristo movió fibras delicadas en el sector más conservador. En 1973, dos años después de la creación del musical en Broadway, surgió esta película que hoy es un clásico, pero que levantó asperezas en su momento.
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La historia tal cual
En 1970, Jesucristo Superestrella nació como un “álbum conceptual”. La idea era hacer una obra de teatro, pero la arriesgada idea hizo que sus creadores Lloyd Webber y Tim Rice prefirieron primero hacer una grabación de ópera rock.
El álbum fue un éxito. En 1971 se hizo el musical y en 1973 llegó la película dirigida por Norman Jewison, nominado al premio de la Academia y recordado por películas como El violinista en el tejado (1973).
La obra cuenta la historia de los últimos días de Jesucristo (Ted Neeley) a través de los ojos de su traidor, Judas Iscariote (Carl Anderson).

A medida de que pasa el tiempo, la popularidad de Jesús crece y a Judas le preocupa que el supuesto profeta esté comenzando a olvidar el mensaje de sus propias enseñanzas a favor de deleitarse con su nueva fama y popularidad.
Con la adaptación cinematográfica, hubo grupos radicales que les molestaba la idea de tomar la imagen de Jesús y darle esta personalidad. Estas agrupaciones iban a las salas de cine y rajaban los carteles, según contó El País en un texto publicado en enero del 2021, cuando se conmemoraron 50 años del estreno del disco.
La reacción no era de extrañarse pues algunos miembros del elenco de la versión teatral de 1971 contaron que incluso llegaron a recibir amenazas de muerte por representar esta historia, pero siempre se mantuvieron firmes porque la película “no trataba de ofender, sino hacer una reflexión sobre la fama”, según se cuenta en esa misma nota de El País.

Tras revisar Jesucristo Superestrella, uno como espectador está consciente de que la obra no pretende ser un recuento preciso de los textos bíblicos, sino que utiliza la historia comúnmente conocida de Jesús como metáfora de las trampas de la fama.
El mensaje central de la obra refiere a los peligros de la idolatría y a colocar a cualquiera en un pedestal. Naturalmente, tal intención generaría roncha.
La prensa del Reino Unido, el país en que la obra vio la luz originalmente, tildó el filme de sacrílego y blasfemo.
Su preocupación era evidente porque la popularidad de la película explotó y durante las vacaciones navideñas, el álbum en que se basó el filme rondaba el número uno de las listas de éxito estadounidenses, gracias sobre todo al demoledor estribillo y la exuberancia funk de su primer single, llamado Superstar.
La película fue prohibida en Hungría y en Sudáfrica, y para líderes religiosos como el papa Pío XII, la película representaba una “sensualidad exacerbada”. Era, por así decirlo, “música del diablo”.
Tras su lanzamiento, Jesucristo Superestrella fue la película musical más taquillera del año y los actores Ted Neeley, Carl Anderson e Yvonne Elliman fueron nominados a los Globos de Oro por sus actuaciones como Jesús, Judas y María Magdalena.
Más de medio siglo después, el álbum, el libreto del musical y la película continúan siendo uno de los hitos más cautivadores sobre la resignificación de personajes históricos; una ópera rock de vanguardia que le dio un giro a una figura tan canónica como Jesús de Nazaret.
Curiosamente, con el paso de los años, la película ha sido abrazada por muchas organizaciones religiosas para acercar la figura de Jesús de una forma “entretenida” y amigable con las nuevas generaciones. El supuesto ataque frontal contra una religión también se convirtió en la más eficaz forma de dar a conocer los últimos días de Jesús antes de la cruz, pero esa es otra historia.