Lo atractivo de las vitrinas de los centros comerciales, la seguridad de sus parqueos y la gran gama de puestos de comidas, son algunas de las razones por las que las grandes salas de cine han ido desapareciendo de nuestra capital.
Así, cines de gran peso histórico como el Rex, uno cines emblemáticos de la capital –abrió sus puertas en 1958–, cerró sus puertas a finales del siglo XX, precisamente en octubre de 1999.
Ese mismo año, mientras surgía en el país la empresa Cinemark, fue el turno para despedir a otra sala: el Cine Bellavista.
Un año después, fue el turno de las salas Colón y el Capri.
En Costa Rica, como en el resto de Latinoamérica, los años 80 fueron la “década negra” para los cines: en solo cinco años, entre 1983 y 1988, se clausuraron más de 66 salas; es decir, un poco más de una por mes, según datos de María Lourdes Cortés, historiadora del cine costarricense.
Algunas salas sufrieron trágicos incendios, como el América (1952), el Moderno (1991) y el Raventós (1968), uno de los principales cines, que terminó convirtiéndose en el Teatro Melico Salazar.
Otras salas lo que hicieron fue transformarse en lugares para el erotismo o la proyección de pornografía. Por ejemplo, antes de desaparecer, en 1971, el Roxy intentó en vano mostrar “sexy comedias” para terminar en tiendas comerciales; mientras el Center City logró sobrevivir hasta el año pasado como sala de espectáculos eróticos.
En la actualidad, el Cinema 2000 subsiste como cine abiertamente pornográfico.
Las únicas salas que aún se mantienen con vida son la Sala Garbo (100 metros al sur de la Pizza Hut de Paseo Colón), y el Cine Variedades, pleno centro de la capital y construido en 1892.