Aunque pisó como veinte alfombras rojas, se paseó en limusina y compartió butacas con grandes del cine, Laura Astorga tiene los pies en el suelo y bien macizos sobre el sétimo arte criollo.
El glamour , la grandilocuencia y la calidad cinéfila del Festival de Cine de Berlín –que la envolvieron en Alemania durante 12 días– le sacaron mil sonrisas, pero también le dejaron un dejo amargo.
“¿Para qué estar en un evento tan importante si al final a los ticos no nos sirve de nada?– se preguntó la cineasta, para de inmediato señalar a la inexistente ley de cine como culpable de su inquietud.
Astorga la primera tica que funge como jurada en una Berlinale, recordó sus mejores momentos en el festival, describió la privilegiada aventura de ser jueza y expuso a Viva una visión crítica sobre el futuro de nuestro cine.
Como jurada de la sección Generation14plus, ¿qué tal fue el trato que recibió de la organización?
Fue algo increíble, andábamos en limusina todo el tiempo (se ríe). En parte para cuidarnos y en parte porque no nos podíamos perder en Berlín, ya que no podíamos llegar ni un minuto tarde a las funciones que calificábamos.
“Esas funciones eran estrenos mundiales. Ahí estaba presente el director y hasta el elenco del largometraje”.
En el tema de moda, ¿cómo se preparó para las alfombras rojas?
Bueno, tengo que decir que fuí a la peluquería y me hice las uñas. Además salí con maquillaje perfecto, pero siempre usé mi ropa, nunca ropa de diseñador.
Además de ir a estrenos y pasar por alfombras rojas , ¿a qué otras actividades asistió?
Fuimos a almuerzos, fiestas y reuniones con los jurados. Todo eso sucedía en el Berlinale Lounge.
Supongo que aprovechó para hacer contactos y así cimentar el nacimiento de su próxima largometraje.
Sí claro, uno va y busca a los contactos que uno tiene y hace citas directas. Yo tengo mucho tiempo en esto y no hay sorpresas, yo ya sé con quienes uno puede llegar a acuerdos para avanzar.
“Sin embargo, esto no necesariamente me garantiza que vaya a hacer más películas. Es que vea, a uno muchos le dicen ‘qué interesante, cine de Costa Rica’, pero cuando le preguntan si el país tiene una ley de cine que la respalde, a uno se le cae lo sexy (se ríe), pierden interés”.
Hablando del país, ¿qué gana Costa Rica con su participación en la Berlinale?
Todo esto que pasó es muy importante, ser jurada es importante, pero a mi me duele pensar que esto no va a servir de nada, porque por más representación que tengamos nada va a variar si no tenemos una ley de cine.
“¿Qué más tenemos que hacer para que se den cuenta que el cine es importante? Yo creo que como productores no podemos hacer más, ya fuimos jurado en la Berlinale, nuestras películas ganan premios y van a los festivales más importantes del mundo y aún así nada.
“Me preocupa que el próximo Ministro de Cultura no vaya a tomarse el cine en serio”.
¿Considera que el cine merece una atención especial en el próximo gobierno?
Siento que merece la atención debida, pues en el cine se reflejan todos los demás artes. No puede ser que se vea como algo aparte. El cine se sirve de la música, la literatura, las artes plásticas, las artes dramáticas y también la tecnología, solo por mencionar algunos.
“Otra cosa es que el cine es el arte más barato para exportar y eso se puede aprovechar. Además, para cerrar, es el de más difícil producción y sin embargo lo hemos hecho. El cine es una herramienta para la cultura”.
Y a usted, ¿para que le sirvió esta experiencia?
Sobre todo para hacer contactos, colaboraciones y aumentar las posibilidades de ser jurado en otros festivales.
Como jurada, fue la primera tica en representar al país en la Berlinale. ¿Cómo asumió es responsabilidad?
Todo esto fue increíble, ser costarricense y estar en esas circunstancias es muy bonito, sobre todo si se sabe que es fruto del esfuerzo. Sin embargo, a mi me duele que eso no sirva como plataforma para nada.
¿Qué fue lo más destacado de su aventura alemana?
Poder ver películas en las que el sujeto de la película o el que la hizo eran jóvenes. Llenarme de esa luz, de esa energía.
“Además fue increíble compartir con los otros jurados. Éramos jurados con perfiles muy particulares y eso fue muy interesante.
“Otra cosa fue conocer el festival desde adentro. Fue muy interesante conocer a la estructura, así como al director general y los directores de las diferentes secciones, personas muy particulares”.
¿Cómo se desarrolló el proceso de evaluar los filmes?
Los jurados decidimos ver las cintas y retirarnos a deliberar. Nunca nos quedamos en el periodo de preguntas y respuestas, porque a veces se extendía mucho y luego había que ver otra película.
“Nos íbamos corriendo a algún café del cine, anotábamos criterios en nuestras libretas y luego nos llevaban a ver otra película. Veíamos al menos cuatro películas al día, o a veces tres y varios cortos”.
¿Entre jurados intercambiaban criterios?
A veces intercambiábamos criterios, pero no necesariamente apuntábamos los criterios del otro juez.
¿Y qué criterios utilizó usted para juzgar los largometrajes?
Yo hacía una calificación más intuitiva, le ponía caritas felices a cosas que me gustaban. Usaba recursos para anotar las cosas que me parecían buenas, para así no olvidarlas.
“Sin embargo, a la hora de decidir, inclinaron la balanza en elementos estéticos, políticos y geográficos.., en ese orden”.
Y al final, ¿cómo hicieron los tres jueces para estar de acuerdo?
En la última noche nos quedamos despiertos hasta la 1 a. m. Valoramos todos los elementos y cada uno iba elaborando un top 10, luego un top 5, hasta llegar a la conclusión final.
Específicamente, ¿cuáles fueron las razones para elegir a Violet como mejor película de la sección Generation14 Plus?
Violet fue una propuesta muy comprometida con la edad y el estado emocional del personaje, el cual vivía una locura temporal por el duelo que vivía.
“Era muy interesante, sobre todo visualmente. En la cinta, había una decomposición digital del paisaje, como hablando de lo que había en la mente el personaje”.