Solo escuchar el nombre de Paul Thomas Anderson levanta expectativas. Quienes han visto The Master, Boogie Nights y Petróleo Sangriento saben que el estadounidense cuenta con una filmografía prácticamente impecable y sería atrevido decir que alguna de sus obras no sea de alta factura.
Después de la elegante El hilo fantasma, del 2017, Anderson se aleja de los dramas habituales y pone su mirada en una historia cocinada a fuego lento, cuya trama va sobre coqueteos, inocencias y dejarse sentir la bocanada de aire que significa ser joven.
Este jueves 17 se estrena en salas ticas Licorice Pizza, un coming of age que parece distanciarse del resto de tonos que ha tenido la carrera de Anderson. Para muchos, se trata de su obra más íntima.
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Una historia única
Licorice Pizza es la historia de Alana Kane y Gary Valentine, dos jóvenes que pasan sus días tranquilos en San Fernando Valley, en 1973.
Ambos son dos corazones solitarios que se encontrarán una y otra vez hasta calzar. Es una historia que se presenta justo antes de San Valentín y, no en vano, la cinta explora la montaña rusa de emociones y vivencias que se sienten cuando se descubre el primer amor.
Para tejer esta emotiva historia, el cineasta californiano recurre a Cooper Hoffman, hijo del gran Phillip Seymour Hoffman (uno de los mejores actores de todos los tiempos). Junto a él aparece la debutante Alana Haim, a quien la conocemos por su talento en la banda HAIM.
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Anderson se ha encargado de trabajar con las Haim desde hace más de un lustro, dirigiendo una serie de videoclips de la banda. Pareciera que, desde entonces, ya tenía a Alana en sus planes para convertirla en actriz.
El trabajo de ambos ha sido ampliamente aplaudido. Aunque los dos actores llegan por primera vez a la pantalla grande, su desempeño ha dejado en éxtasis a la crítica.
“Gary y Alana corren como si la vida se les fuera en cada paso. O como si no importara nada más que recorrer el camino -cualquier camino- juntos. La secuencia no podría ser más cinematográfica, con la cámara acompañando al dúo jubiloso, derrochando una energía juvenil que estalla por las cuatro esquinas. Pero el artificio del cine, la convención de muchas otras escenas similares a esa ya vistas antes, en Licorice Pizza se transforma hasta volverse parte de su esencia”, escribió la crítica Natalia Trzenko, de La Nación de Argentina.
“Alana y Gary están tan vivos como cualquiera y al mismo tiempo existen en un mundo de fantasía en el que la infancia y la adultez son trajes que se ponen y se sacan cuando quieren. Un lugar en los márgenes de Hollywood que tiene nombre en el mapa (el valle de San Fernando) y al mismo tiempo es pura ilusión con un dejo de nostalgia salido de la mente, los recuerdos y la idealización de Paul Thomas Anderson”, agregó Trzenko.
Puede disfrutar Licorice Pizza, filme que está nominado al Óscar como mejor película, en su sala de cine preferida.
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