Un festival de cine es un momento, no un suceso, donde le ofrecen a uno cualquier cantidad de películas, según estas sean del gusto o de las posibilidades económicas de sus organizadores. El Festival Internacional de Cine de Costa Rica, a punto de celebrarse, siempre ha entusiasmado a muchos; creo que a mí, nunca, sí, nunca, aunque acepto que he visto ahí algunas películas dignas de eso: de ser percibidas y asimiladas. No se trata de hacer recuento ahora.
Un festival de cine funciona como un pequeño universo, escribió el periodista Alonso Aguilar. Puede ser pequeño o grande, tanto como puede ser bueno o malo, interesante o intranscendente, pero siempre ha de ser útil para cinéfilos o no cinéfilos; por eso, entre más aceitunas pongan en el martini, mejor, para copiar la frase del malabarista y actor W.C. Fields.
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Lo cierto es que Costa Rica tiene la oportunidad de ver cine alternativo durante varios días y, como decía Antonio Machado: “Después de la verdad no hay nada tan bello como la ficción.” El asunto está en qué le gustaría a usted ver y qué me gustaría a mí.
Solo por ser crítico, uno no tiene las capas cerebrales suficientes para hablar de todo lo que llega o se estrena en un Festival como este; la sinapsis no me da para tanto: mis neuronas solo analizan. Este punto es clave que ustedes lo entiendan.
Al ver la lista de películas que se han de exhibir, les confieso que a primera mirada me llama la atención la película Cafarnaúm, de Nadine Labike, directora libanesa tan talentosa como bella, con importantes antecedentes en filmes que sí he visto.
Después de eso, me iría a mi casa, me olvidaría del Festival, esperaría a que termine y regresaría a las salas de cine sin esnobismo alguno. Sería mi manera de estar sobrio ante tanta película. Sin embargo, más al tanteo que otra cosa, por instinto, menciono algunos otros filmes.
Puedo pensar en Cómprame un revólver, de Julio Hernández Cordón, México, que por algo abre el Festival susodicho. Los nombres de Cristina Gallego y de Ciro Guerra me llevarían a ver la colombiana Pájaros de verano. Por el nombre de Icíar Bollaín vería el filme hispano-cubano titulado Yuli.
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Aunque no soy muy amigo de los documentales (prefiero leer un ensayo), pienso que no hay que perderse Your Face, de Tsai Ming-Liang (Taiwán).
Por el tono de farsa irreverente, me inclinaría por recomendarles Sueño Florianópolis, de Ana Katz (Argentina).
Como el cine vietnamita nunca me ha decepcionado, agrego La tercera esposa de Ashleigh Mayfair y, aunque admiro el cine escandinavo, paso por alto un filme noruego del que se habla bastante: Blindsone, de Tuva Novotny.
No sé si iré a ver alguna película costarricense, prefiero otro momento, pero si lo hago me quedo con El despertar de las hormigas, de Antonella Sudasassi, y con Dos Fridas, de Ishtar Yasin.
Es todo, y creo que se me fue la mano. Si no concuerdan conmigo, no hay problema, que bien lo decía Paul Valéry: “El gusto está hecho de mil disgustos”. Lo peor que podemos hacer en un Festival es jugar de intelectuales del cine. Bien lo decía el gran director Robert Bresson al hablar de sus películas: “Llévenme lejos de la inteligencia que lo complica todo.”