Este 23 de enero, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas anunció las esperadas nominaciones para la edición de los Óscar 2024, un evento que siempre despierta el interés y la emoción de los cinéfilos en el orbe.
Si bien muchos sostenemos que los premios no deben tomarse demasiado en serio y que el valor intrínseco de una obra va más allá de cualquier estatuilla, no podemos negar que la temporada de galardones es un período propicio para la reflexión, la anticipación y, por supuesto, las críticas constructivas.
La tradición de especular sobre los posibles ganadores y discutir las omisiones ha sido parte integral de la cultura cinematográfica. Este año no es la excepción, ya que los cinéfilos nos sumergimos en debates apasionados sobre las elecciones de la Academia.
¿Qué es el buen cine?
La emoción inicial que envuelve las nominaciones a los Óscar siempre trae consigo una mezcla de alegría y especulación. Es un momento para celebrar las obras que han dejado una huella en la audiencia y la crítica, pero también es una oportunidad para reflexionar sobre las tendencias históricas de la Academia, que a menudo parecen favorecer un tipo específico de cine.
En el ámbito cinematográfico, nadie quiere ser el aguafiestas, pero es difícil pasar por alto la constante continuación histórica que sugiere un sesgo hacia lo que la Academia define como “un cine de calidad”. Las películas que logran reconocimiento suelen seguir ciertos patrones narrativos y estilísticos, dejando poco espacio para aquellas producciones que exploran territorios fuera de los límites tradicionales de Hollywood (obvio, desde su lanzamiento se sabe que una película que se ve “lograda formalmente” como Oppenheimer va a llevar la voz cantante).
Lo que sucede, más que nada con estas nominaciones, es que se tiende una suerte de trampa para pensar que la Academia está cambiando “cosas” de fondo, aunque la realidad es que todo sigue igual.
Un ejemplo que no escapa a estas observaciones es la presencia destacada de Poor Things, dirigida por Yorgos Lanthimos, en la lista de nominaciones. Si bien algunos podrían interpretarlo como un triunfo para el cine independiente, la realidad es que Lanthimos ha dejado de ser un “fruto extraño” en la industria cinematográfica desde hace tiempo. Desde producciones como La langosta (2015), el director ha compartido espacios de distribución similares a los grandes estrenos de Hollywood, diluyendo la línea que separa lo independiente de lo mainstream.
Más allá de los posibles méritos de Poor Things, es innegable que la película se alinea con los estándares estéticos y formales que la Academia suele premiar. La presencia de actores de renombre como Emma Stone y Willem Dafoe refuerza esta posición, consolidando la película como un representante más de una corriente cinematográfica ya familiar para la institución.
Similar pasa con Anatomía de una caída, película francesa que viene a repetir la tradición de nominar con bombos y platillos a la película que el año anterior ganó la Palma de Oro en Cannes. Así ha sido en los últimos años: una entrada directa para estas películas, como se ha visto con la muy ganadora Everything Everywhere All At Once y Triangle of Sadness, cintas victoriosas en Cannes en los últimos dos años, por poner los ejemplos más notorios.
¿Qué se supone que es el cine extranjero?
La aparente apertura a películas no habladas en inglés en las nominaciones a los Premios Óscar ha sido un tema de conversación recurrente, presentando una cara de la diversidad cinematográfica. Sin embargo, al examinar de cerca las películas nominadas en esta categoría, surge una cuestión intrigante: ¿realmente representan una verdadera diversidad o son simplemente extensiones “foráneas” del mismo canon cinematográfico que la Academia suele premiar?
Un caso de análisis es The Zone of Interest, una película que, a pesar de no ser hablada en inglés al estar en alemán, mantiene ese característico halo de autor que a menudo atrae a los votantes de los Óscar. Dirigida por Jonathan Glazer, un director con carrera en Hollywood, la cinta se convierte en un ejemplo de cómo una producción no anglófona puede ajustarse a los estándares que la Academia considera meritorios.
Por ejemplo, el año pasado sucedió que se nominó Past Lives, filme que se vendió como independiente, pero que fue distribuido por A24. Su asociación con una de las distribuidoras más influyentes en la actualidad plantea interrogantes sobre cómo pueden competir películas de otras regiones, como las de América Latina, contra producciones aliadas con gigantes de la industria cinematográfica estadounidense.
De hecho, esto es un síntoma de algo más grande: al menos para Latinoamérica, cada vez hay menos espacio de representación en los festivales europeos, lo cual sigue afianzando esa misma idea de “qué es cine de calidad” y cómo debe verse, siguiendo ciertas convenciones estéticas y características dramáticas.
De igual manera, el resto de candidatos en filmes extranjeros son nombres que suenan reconocibles para la Academia con Juan Antonio Bayona, Wim Wenders y Matteo Garrone (los tres han pasado por Hollywood). No es que sus filmes no tengan méritos; el hecho es que continúan el mismo camino que los premios han venido sembrando.
El dilema es evidente: ¿es este el reconocimiento de la diversidad cinematográfica que la audiencia espera, o simplemente una estrategia para permitir que películas estadounidenses (o que tengan características similares a este tipo de cine), bajo ciertos contextos, obtengan más opciones y reconocimientos?
La inclusión en estas categorías no siempre refleja la riqueza y la autenticidad del cine mundial, sino más bien parece ser un juego de palabras que permite que ciertas producciones entren en categorías que les brindan más visibilidad y oportunidades de galardones.
En medio del entusiasmo por las nominaciones, surge la pregunta persistente sobre si la Academia está abierta a reconocer la diversidad de voces y enfoques cinematográficos que existen en todo el mundo. La respuesta, quizá, reside en la esperanza de que las futuras ediciones de los premios logren ampliar sus horizontes y reconocer el valor en formas de expresión cinematográfica que van más allá de las fronteras establecidas por el sistema hollywoodense.
¿Qué sería positivo de ver en las categorías? Pues desde hace buen rato que la academia no observa bien a Latinoamérica, Asia, África y Oceanía (el último gran suceso fue la surcoreana Parasite, que venía de un director como Bong-Joon-Ho que estaba lejos de ser un desconocido en el mundo cinéfilo).
Trenque Lauquen (Argentina), Cobweb (Corea del Sur), In My Mother’s Skin (Filipinas, Singapur, Taiwán), Tótem (México) y Animalia (Marruecos) son algunos interesantes títulos que merecen la atención.
En fin: si los premios puedan servir de algo que sea al menos para generar conversación alrededor del cine recordando que, al final del día, la diversidad de opiniones enriquece la experiencia cinematográfica y contribuye al diálogo continuo sobre este arte.
Los Premios Óscar se entregarán el domingo 10 de marzo.