No siempre la mente remite a la playa cuando el calendario marca los días de Semana Santa. Los infaltables días veraniegos, que tan afincados están en el inconsciente colectivo para subirse a la carretera y pasar unos días de sol, no son una regla para todos.
La Semana Santa, si bien tiene en su concepción un aura de reflexión y espiritualidad, para muchos se transforma en un estilo de vida que se calca año con año a través de las películas que siempre aparecen en la parrilla de programación de los canales televisivos.
Aunque las plataformas de streaming han puesto en jaque a la televisión tradicional, Semana Santa es un ejemplo perfecto de cómo la pantalla pequeña aún tiene su público. ¿Por qué resulta tan fascinante el cine religioso para muchos? Un par de ejemplos, de distintas generaciones etarias, comentan sus obsesiones y sensaciones al respecto.
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Sentimiento especial
“Puede que no me sepa cuáles son las películas nominadas al Óscar o Globos de Oro”, admite Óscar Espinal, de 26 años, “pero sí te puedo decir el desglose de horarios y películas de Semana Santa. Sé qué días quiero desvelarme, trasnochar y quedarme hasta la madrugada viendo estas cintas”.
Óscar cuenta su fascinación desde el cuarto de su casa, uno repleto por libros de historia y de autobiografías que cultivaron su interés por estudiar a lo que hoy se dedica: relaciones internacionales.
Desde pequeño buscó en productos culturales la forma de profundizar más sobre su fascinación por la historia de civilizaciones. Siendo el que siempre levantaba la mano en la clase de Estudios Sociales, se dio cuenta de que había otro lugar para conocer más al respecto fuera del aula de la primaria.
“Yo empecé a ver películas de Semana Santa por ahí del 2005, cuando tenía ocho años. Vi Marcelino Pan y Vino y me marcó, entonces caí en cuenta y caso que esas películas abundaban. Empecé a ver más y me di cuenta que me contaban sobre más cosas que solo religión”, recuerda.
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En aquella década se asombró por las parrillas de programación. En tiempos en que Netflix ni se asomaban, vio que “no solo había películas en canal seis y siete, sino que el especial era toda la semana y en todos los canales. Y daban películas sobre las cruzadas, sobre Juana de Arco... Películas que no solo giran más a épocas que al cristianismo. De las que quedan prácticamente solo pasan Cleopatra y Espartaco, pero es interesante porque más que un marco religioso es un aspecto cultural”, reflexiona.
“Quien ve las películas de Semana Santa entiende mucho de la historia antigua. La época de los persas, de los babilonios, de los romanos, de los griegos... En mi caso generó mi pasión por el ámbito cultural e histórico”, agrega.
Óscar asegura que no es un religioso practicante. “Soy católico por cultura de mi familia”, admite, “pero para mí ver estas películas es generar espiritualidad. Muchas veces son repetidas, pero yo veo las seis horas de Jesús de Nazareth, las cinco horas de Los diez mandamientos y me siento feliz. Es mi manera de asumir la espiritualidad”.
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Tradición inevitable
Doña Saray, de 49 años, lo dice a rajatabla: “es que a mí no me gusta pensar en salir esos días”, cuenta, refiriéndose a Semana Santa, “porque si no me pierdo las películas”.
Ella, que trabaja como cocinera en un centro educativo de primaria, tiene una oportunidad especial para ver la programación de esta temática. Como los niños de la escuela salen toda la semana fuera de clases, ella queda libre para quedarse en su casa y disfrutar, especialmente, de Ben-Hur, su filme predilecto.
“Así ha sido siempre y dudo que cambie”, dice, “porque mi familia se crió así”. “De cinco hermanas, solo una es la que piensa en darse un paseito en estos días. Nosotros la vimos rara las primeras veces que dijo que no se iba a quedar en la casa, pero luego nos acostumbramos”, dice entre risas.
¿Por qué le gustan estos largometrajes? Doña Saray piensa un poco su respuesta hasta encontrar la razón de su obsesión. “Creo que me saca del día a día porque en Semana Santa yo no me pongo a barrer, yo no me pongo a limpiar. A cocinar sí porque no hay quite”, dice riendo, “pero para mí el ritual es sentarme en el televisor, abrir la puerta de la casa para que entre viento y quedarme todo el rato viendo las películas. Es mi manera de hacerlo y no sé si eso me hace religiosa o no, pero me gusta”, finaliza.