No es que King Richard sea un filme multigénero, pero sí es verdad que la riqueza de la cinta reside en sus múltiples capas. Sí, es un biopic sobre el padre detrás del logro de las hermanas Venus y Serena Williams, pero también es una película de deportes, un coming of age y, sobre todo, un recordatorio de que las personas excepcionales pueden venir de cualquier parte.
El tenis, el llamado “deporte blanco”, ha atestiguado en Selena y Venus la subversión: dos muchachas que crecieron en un barrio al margen de la sociedad, con la adversidad y complicaciones durmiendo todos los días junto a ellas. Dos muchachas que, a pesar de las pocas oportunidades, lograron subirse a los más alto de la disciplina.
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Richard es el nombre clave para entender lo que llevó a las dos mujeres hasta el estrellato. A menos así lo cuenta King Richard, la historia que se estrena este jueves 2 de diciembre en salas costarricenses.
Una historia en escala de grises
Puede que alguien nunca haya visto un partido de baloncesto, pero sin dudas sabrá quién es Michael Jordan. Además, puede que lo mismo haya sucedido con un partido de fútbol y sepa quién es Lionel Messi... ¿Hace falta hacer la comparación con el tennis?
Por méritos propios, Venus y Serena son emblemas del deporte blanco. Nadie duda que su talento era algo así como una profecía, una clara señal de éxito. Como bien dice esta película: “es como tener a al próximo Mozart en la casa”.
Cuando las hermanas apenas estaban en el vientre materno, su madre Oracene y su padre Richard idearon un plan: como si la vida se tratara de fórmulas y algoritmos, los progenitores realizaron un cronograma de vida para entrenar a sus hijas y crear dos diamantes de talento.
Puede sonar como algo meramente interesado, pero no es así. Richard —interpretado por un espectacular Will Smith— solo quería darles la vida que él no pudo tener y protegerlas de los abismos a los que podían caer en Compton, el suburbio de Los Angeles en donde crecieron.
Lo fascinante de King Richard es cómo, a pesar de los miles de biopics en que el protagonista parece ser una persona excepcional y que siempre sabe cómo actuar, aquí el padre falla, comete errores, es necio, pedante y muchas veces insoportable. Sus motivos pueden ser los mejores, pero muchas veces las intenciones no son suficientes.
Es ahí donde vale la pena ver King Richard, porque atestiguamos un viaje que acabará en buen puerto, pero llegando al astillero tras una marea abatida.
Un homenaje
Will Smith, durante una conferencia de prensa en que participó Viva, expresó lo extraordinaria que le parecía la vida de Rey, “que se diferencia de muchos padres de atletas que solo quieren presionar a sus hijos”. En ese sentido, lo que hacen Serena y Venus al permitir esta película es abrir al público un homenaje y un sentido agradecimiento a quien, junto con su madre, luchó por abrir un espacio construido a punta de corazón.
La película es un punteo sobre los años de lanzamiento de las hermanas. Una historia que va desde el descubrimiento de su potencial, a los 10 años, hasta los 14, cuando Venus debutó profesionalmente en el torneo Bank of the West Classic, de Oakland.
Saniyya Sidney y Demi Singleton, quienes interpretan a Venus y Serena respectivamente, se codean con Will Smith para conjurar un trío de buenas actuaciones que provocan que el espectador se interese en los personajes. Ninguno de sus pasajes pasa por alto y el relato es conmovedor e intenso, en especial cuando se intercala el dramatismo de los partidos de tenis con los sentimientos que afloran en las protagonistas (por un lado la presión que padece Venus al tener tantos ojos encima; por el otro, lo difícil que resulta para Serena ver que su hermana se lleva todos los focos).
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De esas emociones está a cargo Reinaldo Marcus Green, director que luchó a capa y espada para dirigir este proyecto, en especial porque la historia toca ciertas teclas especiales en sus sentimientos.
Al igual que las hermanas Williams, Green creció en un hogar de clase baja. Su hermano y él fueron alentados por su padre soltero para que se entrenaran y lograran una carrera en el béisbol. Reinaldo, incluso, probó suerte para entrar a las Grandes Ligas. “Tuve un padre muy similar a Richard, un tipo poco ortodoxo que nunca se perdía un juego... Y eso que jugué miles”, dijo Green recientemente al portal Indiewire.
“Tener un padre que estaba tan presente en nuestras vidas me dio a entender cuán rica puede ser una experiencia así para un niño. Muchos de los niños con los que crecí están muertos o en prisión. Muchos de ellos no tenían padres en casa, no contaban con el mismo nivel de apoyo que yo sentía que tenía en mi familia. Sí, no teníamos mucho dinero, pero lo que teníamos era un padre que estaba allí“, agregó el cineasta.
Uno podría pensar que toda esta atmósfera emocional permeó mucho en la interpretación de Will Smith, quien tuvo una relación problemática con su padre abusivo, quien abandonó a su familia y fue hasta décadas después que le pidió perdón al actor.
Quizá, el compromiso de Smith con la historia se encuentre en esta respuesta que dio a Cinema Blend, que de paso esconde uno de los diálogos más emotivos del filme. “Había visto una entrevista que estaba haciendo Venus”, cuenta Smith. “Richard Williams le dice al reportero que vea con qué confianza le va a contestar la muchacha, y ella le hace una mirada especial. Yo vi esa entrevista en vivo y la expresión del rostro de Venus ardió en mi corazón porque así es como quisiera que me viera mi hija. Esa entrevista realmente cambió mi forma de ver la paternidad”.