Existe un extraño sentimiento cuando pienso en Soy leyenda. Si me apetece ver el filme en el que Will Smith es el único sobreviviente de una plaga que arrasó con la humanidad, siento que nada más necesito prender el televisor y tantear en la parrilla.
No necesito de plataformas de streaming ni mucho menos. Si no la encuentro, por ahí siempre habrá alguna otra película sobre catástrofes costeada con millones de dólares por la gran maquinaria estadounidense, en una apuesta segura ante la siempre fascinación del público por ver calamidades masivas en la gran pantalla.
Aún así, con Contagio, la cinta de Steven Soderbergh que se ha disparado en vistas y ventas a causa de la pandemia del nuevo coronavirus, la situación es distinta. Al momento de su estreno, pasó desapercibida y, sin dudas, las cableras nunca la contemplaron como su gran plato para la hora del prime time.
Con el terror y pánico que ha arrastrado el brote del covid-19, Contagio y otro puñado de filmes sobre tragedias apocalípticas han saltado en popularidad. Por supuesto que el mundo entero está temeroso de tocar la tragedia con sus propias manos, pero, ¿qué hace que nos desboquemos, ahora y siempre, en ver el caos sembrado en la pantalla grande?
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Un miedo proyectado
El periodista español José Altozano, conocido popularmente como Dayo, analizó en uno de sus habituales videoensayos que lo apocalíptico (en esa ocasión, refiriéndose meramente a los videojuegos) sirve como oportunidad para ver un mundo comenzar de cero, donde las reglas se acaban y el caos crea un origen. ¿Sería entonces el planeta un tablero de posibilidades infinitas?
La ciencia ficción, como el gran género que abarca todas esas subespecies temáticas de tragedias y epidemias, contiene justamente ese motor de reflexión, premonición y advertencia sobre el destino que puede enfrentar la humanidad. Y lo ha hecho mucho antes del cine (que lo diga Isaac Asimov y sus textos con carácter de presagio).
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“Creo que lo que conocemos como apocalíptico en el cine no es de llamarse ni subgénero”, piensa Yoshua Oviedo, crítico de cine de Krinégrafo, “porque creo que va más ligado a la fantasía y al terror de las pandemias y los zombies. Es un temor que siempre ha existido, porque la literatura ya había explorado los mitos y el folclor de los pueblos con respecto a cataclismos y catástrofes".
Para Oviedo, todo este cine es una oportunidad de ver cuáles son los miedos de cada época. “En los años 50 se hacían películas de insectos gigantes que asolaban la tierra, después de la bomba atómica y toda la incertidumbre. Más recientemente, surgieron películas que alertan sobre el cambio climático como El día después de mañana o Snowpiercer. Después de George Romero, aparecieron los zombies como metáfora social; luego, en el reboot de El planeta de los simios se habla sobre un riesgo biológico al igual que en Contagio... El cine comprueba cómo el temor humano cambia con el tiempo”, afirma.
Muy enraizado en el cine blockbuster, este tipo de filmes suele hilarse a través de un protagonista heroico, que debe salvar a su familia o bien, a sí mismo. “Ahí está el factor psicológico: tenemos una necesidad por creer en héroes y estas películas ofrecen la idea de identificarnos con un personaje que, ante la adversidad, logra por fuerza o por astucia vencer la calamidad. El cine te permite soñar fantasías siendo un lugar seguro; se pueden proyectar miedos sintiéndose seguro desde la butaca”, agrega.
Un fácil ejemplo de esta identificación en pantalla podría ser Guerra Mundial Z, película en la que Brad Pitt interpreta a un hombre que debe salvar a su familia de una pandemia que convierte a los humanos en zombies. “¡Y cómo no querer identificarse con Brad Pitt!”, bromea el cineasta costarricense Jurgen Ureña.
A diferencia de Oviedo, Ureña dice disfrutar mucho los filmes que retratan catástrofes mundiales. “Yo generalmente espero que el cine fantástico, cuando entra en lo apocalíptico, tenga la capacidad para conectarse con el presente. Este cine nos retrata un lejano futuro o un lejano pasado para hablarnos sobre un preocupante presente”.
Por eso, al reflexionar sobre cómo nuestro temor por una enfermedad mortífera no nos detiene de ver películas trágicas, Ureña piensa que la conducta responde a la relación entre el espectador y el arte.
“Yo no percibo contradicción en ese comportamiento porque muchas personas vemos esas películas buscando cierta información. A pesar de que sabemos que no es un noticiero, queremos entender un poco mejor una tragedia. El espectador quiere vivir en la piel del protagonista, sea un bandido, un detective o alguien en una tragedia. Creo que en el momento en que vemos una película sobre una pandemia, hay algo que se activa: yo no quiero ser quien viva en carne propia, pero quiero estar cerca del personaje para entender lo que eso significa”, analiza el cineasta.
“Hoy muchas personas vuelven a ver Contagio porque hay más posibilidades de estar en la misma situación de los personajes. Extrapolando, pienso en las películas sobre la Segunda Guerra Mundial que se estrenaron durante la guerra. La gente las fue a ver porque, a pesar de que eran cosas que estaban pasando, el público no las rechazaba por abordar el tema que estaban viviendo. Más bien los hacían entender algo más sobre la situación”, añade.
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Sergio Beeche, crítico de cine de la revista Variedades Pop, apunta hacia el mismo ángulo trazado por Ureña. "Esas películas de desastre, distopías o apocalípticas tienden a ser muy gustadas por el simple hecho de que nosotros no lo estamos viviendo. La curiosidad de saber qué pasaría en uno u otro escenario de fatalidad para la humanidad es parte de la pregunta que nunca se querría saber la respuesta: ‘¿qué pasa si eso me sucede a mí?’. Pero, al fin y al cabo, es solo un mundo que vemos en la pantalla y queda distanciado de nuestra propia realidad. Es la paradoja del cine: hay ciertas historias que dicen ‘cómo quisiera estar ahí’ y hay otras en las que se respira con alivio diciendo ‘qué dicha que eso a mí no me toca vivirlo’”.
Y al igual que con el filme Contagio, el tono premonitorio termina fascinando al espectador. “Hoy nos toca vivir un escenario como esos y casi todas las suposiciones se cumplen: las negaciones histéricas por parte de altos poderes, la locura dentro de los supermercados, los comportamientos inusuales e inesperados de las personas. Esas películas ya no parecen ser tan distanciadas de la realidad; ahí es cuando se vuelve un poco más incómodo verlas, pero no dejan de causar curiosidad porque ahora son las comparaciones realidad versus ficción lo que las sostiene”, anota Beeche.
Algunas recomendaciones sobre este tipo de cine
Jurgen Ureña, cineasta y profesor universitario
Contagio (2011), de Steven Soderbergh: “Siempre me pareció una película muy aguda. Ahora suena como si me dijeran ‘cuidado pierde’ (risas), pero cuando se estrenó no llamó la atención a mucha gente. Soderbergh tiene capacidad para abordar temas complejos con mucha fluidez. Me parece seductora más allá de la coincidencia y paralelismos con hoy”.
Epidemia (1995), de Wolfgang Petersen: “Esa la recuerdo en la misma línea de Soderbergh, pues se estrenó y parecía aburrida para muchos. Uno puede encontrar grandes virtudes”.
Tren a Busan (2016), de Yeon Sang-ho: “Magnifica. Aborda toda esta catástrofe de manera indirecta, más metafórica. Me parece la más recomendable de las tres que propongo porque es excelente, también vista como producto estético”.
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Yoshua Oviedo, programador y crítico de cine en Krinégrafo
Melancolía (2011), de Lars von Trier: “Es buena porque uno no ve el caos, sino la reacción. Uno hasta al final se da cuenta de lo que está pasando. Es el miedo en estado más puro que llega a una depresión en la que se está consciente de que ya no hay escapatoria”.
The Crazies (1973), de George A. Romero: “Es una película que me parece adelantada a su tiempo porque plantea una catástrofe desde una causa biológica desde los años 70”.
La Jetée (1962), de Chris Marker; y 12 monos (1995), de Terry Gilliam: “Es una oportunidad de hacer este díptico. El primero es el cortometraje en foto fija que luego daría vida a una versión más narrativa sobre una misma idea: la humanidad se ha dado cuenta del caos que provocó”.
Sergio Beeche Antezana, crítico de cine en Variedades Pop y panelista de Club Magaly
Contagio (2011), de Steven Soderbergh: “El resurgimiento y súbita popularidad de esta película viene de la seriedad con que se presenta el tema y la capacidad de sentirse global en varias de sus secuencias. No tiene un solo foco de atención y eso la hace más accesible al público en general”.
Guerra Mundial Z (2013), de Marc Forster: “El vistazo acelerado –y de buena tensión– a un repentino apocalipsis zombie. La búsqueda de una cura lleva a un aislado y muy bien manejado tercer acto dentro de un laboratorio”.
Rompenieves (Snowpiercer, 2013), de Bong Joon-ho: “La permanencia de la distinción de clases vista desde la población que sobrevivió al calentamiento global en un tren de movimiento eterno. La revolución de los trabajadores que quieren ir desde la cola hasta el vagón principal para buscar justicia”.
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