Casi 29 años de después de escandalizar al mundo cristiano con La última tentación de Cristo (1988), el director Martin Scorsese vuelve a la carga con Silencio, un drama religioso alabado por la crítica e inexplicablemente ninguneado por el Óscar de la Academia.
Esta vez, eso sí, lo hace sin grandes aspavientos de la Iglesia –le presentó la película al mismo Papa Francisco en el Vaticano–, aunque no exento de observaciones sobre la forma, algo confusa para los analistas católicos, en que enfoca la fe de los jesuitas misioneros, su incursión en las tierras orientales en el siglo XVII y la vivencia de la nueva religión en la milenaria cultura.
Silencio está basada en la novela homónima del escritor católico Shusaku Endo, publicada en 1966 en Japón. La cinta, al igual que el libro, tiene como contexto un estado asiático dispuesto a todo con tal de acabar con la creciente ola cristiana en sus tierras budistas.
Inhumanas torturas, salvajes crucifixiones y chantajes de toda índole, eran herramientas comunes para acabar con un fenómeno que alcanzó a contar unos 300.000 fieles japoneses y que, a todas luces, amenazaba el statu quo sociopolítico de la época.
En esa línea, la película pone en el ojo del conflicto a un jesuita que habría llegado a tierras niponas a propagar el mensaje de Cristo. Todo bien con eso, hasta que se conoce que habría renunciado a su fe durante su complicada misión.
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Ese sacerdote pionero es el Padre Ferreira, encarnado por Liam Neeson en la cinta.
La apostasía de Ferreira es un rumor fuerte y sólido, pero dos antiguos alumnos del padre Ferreira se niegan a creerlo. Por eso, arriesgando todo, deciden viajar a Japón para buscar a su maestro y constatar con sus propios ojos lo ocurrido.
El dúo de intrépidos religiosos está compuesta por el padre Rodrigues (Andrew Garfield) y el padre Garupe (Adam Driver) su acompañante.
“Ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que los japoneses reciben a los cristianos”, anuncia la sinopsis oficial del filme y no es broma. Desde que ponen un pie en tierras extranjeras, ambos religiosos experimentan un viacrucis visceral; una lapidación física, espiritual y psicológica que probará su fe hasta el extremo.
Encrucijada de fe. "¿Dónde está Dios en todo este suplicio?", parece ser la primera pregunta filosófica que se hace el drama de Scorsese.
Más puntualmente podrían ser estos los cuestionamientos: ¿Por qué el ‘Silencio’ de Cristo ante las súplicas desesperadas de su representante en la Tierra? ¿Por qué el Redentor permite que miles de japoneses, sencillos y fieles a la nueva doctrina, padezcan las más crueles torturas en su nombre? ¿Es esto razonable?
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“Rezar no sirve de nada”, afirma en forma lapidaria el padre Ferreira, en uno de sus diálogos más pesimistas.
Para la fe de la Iglesia todos los torturados fueron mártires –dignos de un lugar seguro en el Paraíso–, pero para los jesuitas que protagonizan la película, el intenso sufrimiento, que cierne antes sus ojos los hace tambalear en sus creencias.
“Podrían ser dudas sobre el trabajo o el proyecto del matrimonio. Cuando piensas en ello de esa forma, la película se hace muy cercana”, dijo Driver a The New York Times, luego de completar, junto a Garfield, un retiro espiritual jesuita para prepararse para el exigente papel.
Para el sacerdote hondureño Armando Solano, quien vio el filme en Roma, el ‘silencio’ de Dios en la película “puede ser visto como abandono, pero también como sabia compañía. Así también asiste Él, en el silencio, según la visión cristiana, la visión de la novela y creo que también, aunque un poco confusa en la película”.
En la cinta, el padre Rodrigues es quien vive la más cruenta batalla interna y lo deja plasmado en su diario de camino. Su encuentro con el padre Ferreira, luego de pisar de años de buscarlo, será devastador para su vocación y marcará los derroteros del filme hasta su inesperado final.
Una decisión del padre Rodrigues, polémica en sus cuatro costados, marcará el cúlmen de renombrado drama.
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“Su viaje espiritual es complicado y su decisión final aún más. Es difícil juzgarlo, así como es difícil hacer una película de temas tan importantes y épicos como este”, dijo Garfield quien perdió 40 libras para interpretar el papel.
Visión. Scorsese, quien se declara católico no practicante, dijo que quería hacer esta película hace unos 30 años y que además de tener problemas para financiarla muchos actores rechazaron hacer “la cinta porque la religión no formaba parte de sus vidas”.
Con la cinta “pretendo abrir un diálogo con el espectador y mostrar hasta qué punto la espiritualidad es parte integrante del ser humano”, aseguró el cineasta a la agencia AP.
“Venimos del silencio y es hacia allí adonde vamos. Deberíamos aprender a estar cómodos con esto”, dijo en referencia al título de la película.
Las buenas intenciones de la película, eso sí, han sido cuestionadas por algunos clérigos. Uno de ellos es el obispo estadounidense Robert Barron. “¿Es una película recomendable?”, se pregunta el obispo en el sitio ACI Prensa.com
Un diálogo entre Ferreira y Rodrigues, que pone en entredicho la aproximación a la fe de los japoneses, así como las determinaciones finales de los protagonistas, hace a Barron a dudar si el filme de Scorsese merece una palmada de la Iglesia.
Silencio solo puede ser vista por mayores de 12 años y es un estreno exclusivo de Cinépolis.