
Por octava vez, el director Tim Burton aprovecha el talento del actor Johnny Depp para entregarnos una película gótica más, con el título de
Al señor Burton le ha dado por reciclarse con absoluto descaro: no es el autor que busca una y otra vez afincarse con su estilo, sino el que encontró una fórmula y se extiende en ella y con ella como una verdolaga, sin exigirse –esta vez– ninguna creatividad, a lo sumo mostrarnos a un Johnny Depp más comedido.
El problema es que el guion viene del todo deshilachado y la narración de Tim Burton no corrige nada. El señor Burton pone más el ojo en la glosa plástica, excesiva en ornamentaciones, por lo que abarca mucho y no aprieta en nada. Si el filme es visualmente engorroso, es culpa del propio Tim Burton y de su aparente megalomanía. De ahí se nutren el diseño de producción y la dirección artística.
La fotografía está al servicio de la plasticidad, como debe ser en este caso. Igual sucede con la música y su afán por crear la atmósfera pertinente. Las excentricidades –de las que el director gusta tanto– encuentran momentos con las actuaciones: no son estables, se levantan con la misma facilidad con que se vienen a pique.
No solo sucede con Johnny Depp. Es más evidente con Michelle Pfeiffer, a quien ponen a jugar de diva, o con Helena Bonham Carter. La verdad es que el mejor momento histriónico nos lo ofrece el cantante Alice Cooper, quien se encarna a sí mismo con su viejo estilo.
La historia, donde los personajes aparecen y desaparecen sin causas narrativas, es la de un hombre convertido en vampiro por una bella bruja despechada.
Él es enterrado y aparece tantos años después, como surgen los troncos maderables en la vergonzante trocha, ahí, en la frontera norte de Costa Rica.
El vampiro está llamado a ser el redentor de su linaje, a reencontrar un viejo amor y a vencer a su hermosa enemiga. Solo que todo ello está narrado con tal apatía, que hasta se pierden algunos buenos momentos del filme, o sea, lo chispeante (ocasional) se pierde en el tedio generalizado.
Como dijo un crítico por ahí: con
Resultado: el cine sin sustancia deja un sabor a medias. Si usted es fanático acrítico de Tim Burton, le gustará; si no, a lo sumo se va a entretener de rato en rato.