Es inevitable observar al bebé Yoda (de ahora en adelante, baby Yoda) en la nueva serie del Universo Star Wars y no sentir inmediata ternura. Los sentidos se conectan con su apariencia frágil, en el lóbulo frontal de nuestro cerebro se producen reacciones que nos hacen querer abrazarlo a través de la pantalla. ¿Por qué lo amamos tanto? Y no solo a él, sino a otras criaturitas de características similares, sean ficticias o no. Conversamos con especialistas sobre por qué se produce este fenómeno. Pero antes, algo de contexto.
¿Quién es el bebe Yoda?
El pequeño ser, que forma parte de la misma especie que el maestro Yoda, aparece en la nueva ficción de Star Wars, The Mandalorian; serie ubicada después del Episodio VI (El retorno del Jedi) y antes del Episodio VII (El despertar de la fuerza). En esta serie de Disney+ el pequeño personaje está bajo la protección del Mandaloriano (Pedro Pascal), un cazador de recompensas.
La primera escena en la que aparece baby Yoda, justo al final del primer episodio, lo muestra como un pequeño ser de ojos grandes, cabeza redonda, orejas salidas y, sobre todo, muy vulnerable. El Mandaloriano lo encuentra y, en lugar de matarlo como quería su compañero robot, ambos se miran fijamente en una escena que no tardó en viralizarse.
“Species age differently.” #TheMandalorian pic.twitter.com/eFShy4RPpm
— The Mandalorian (@themandalorian) November 18, 2019
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El aspecto psicológico
En entrevista con El Comercio Rocío Carranza, psicóloga y coach sistémica, cuenta que existen expresiones y rasgos que generan calidez. La imagen descrita en el párrafo anterior es sin duda una de ellas. “El lóbulo frontal es el encargado de nuestra sensibilidad, emociones y sentimientos. Es gracias a él que podemos sentir empatía por los pequeños seres de nuestra especie u otras”, afirma.
Asimismo, indica que los rasgos como la cara redonda, las orejas salidas y mejillas gorditas también están asociados con los bebes; pequeños que suelen generar empatía. “Al mostrarse como seres frágiles y vulnerables hacen que nosotros nos preocupemos por ellos”, agrega.
En la misma línea, la psicóloga y psicoterapeuta gestal Carolina Martínez explica que el bebé Yoda tiene características apropiadas de cualquier ser mamífero en sus primeras semanas. “Cuando los seres mamíferos están en la etapa bebés o cachorros tienen boca pequeña, nariz pequeña; los rasgos se van agrandando con el tiempo. No importa la especie, todos tendrán estas características”, comenta.
Por su parte Claudia Tassara, psicoterapeuta y neuroeducadora, dice que esta empatía que podemos sentir por cualquier cachorro o bebé, sea de carne y hueso o en animación, también se debe a las llamadas “neuronas espejo” ubicadas en el área de Broca (sector del cerebro asociado al lenguaje). Son un tipo de neuronas que se activan cuando sentimos ternura, además de ayudarnos a interpretar a otras persona; sostiene.
Para Tassara, el caso de baby Yoda no solo genera empatía por cómo luce el personaje, sino por lo que nos recuerda.
Según la biología
Diversos artículos científicos señalan al zoólogo y etólogo austríaco Konrad Lorenz (1903-1989), quien estudió la importancia evolutiva y adaptativa de los comportamientos humanos, como el primero en encontrar una relación entre las características infantiles y el instinto protector.
En esa línea, el biólogo peruano y experto en biodiversidad Yuri Hooker indicó a El Comercio que la empatía con los bebés, sea cual sea su especie, está relacionada con “el instinto primordial de la vida, que es lo que permite proteger a nuestra descendencia”.
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Yuri Hooker asegura: “Una de las razones más importantes de la supervivencia de las especies, de todas, es reproducirse, transferir la herencia genética, que la especie siga existiendo. Por eso es que el instinto más poderoso que existe en los organismos vivos, después de alimentarse, es el sexo, reproducirse y, por ende, proteger a la descendencia, las crías, los cachorros”.
En el caso de los humanos, no debemos olvidar que somos animales mamíferos con la capacidad de producir muy pocas crías, por esa razón, agrega Hooker: “El cuidado va mucho más allá que el solo nacimiento, pues los neonatos necesitarán un largo periodo de amamantamiento y cuidado mientras aprenden a valerse por sí solos. Claro, todos amamos a nuestras crías, las cuidamos y protegemos con nuestras vidas”.
Hooker menciona que las características físicas de las crías, especialmente de los mamíferos, nos hacen sentir empatía innata con ellas. “Como humanos, una especie que es capaz de producir sus propios alimentos, la compasión por las crías de otras especies es bastante grande y solemos sentir ternura por los cachorros y polluelos”, agrega.
A esto se suma el hallazgo del psiquiatra y neurocientífico de la Universidad de Oxford Morten Kringelbach, que en 2006 demostró que el cerebro entra en una actividad específica, se “enciende”, durante una séptima de segundo frente a imágenes de bebés. “Los bebés nos atraen a través de todos nuestros sentidos, lo que ayuda a hacer de la ternura una de las fuerzas más básicas y poderosas que dan forma a nuestro comportamiento”, contó en la revista Trends in Cognitive Sciences.
El estudio muestra también que la ternura hacia los bebés afecta tanto a hombres como a mujeres, incluso a aquellos sin hijos. Quizás por esta razón, aunque no hayas tenido hijos ni pienses tenerlos, igual hayas quedado encantado con esta cosita:
Official concept art from Chapter 2 of #TheMandalorian by Christian Alzmann (1/9) pic.twitter.com/uZPQUflgVs
— The Mandalorian (@themandalorian) November 21, 2019