Toronto, Guanajuato, Cannes y ahora el Festival de Cine de Locarno. Valentina Maurel, cineasta tica radicada en Bélgica, da pasos agigantados en su sendero por la industria fílmica y este 8 de agosto logrará un hito al proyectar su filme Tengo sueños eléctricos en el prestigioso evento cinéfilo, en Suiza.
No es para menos: su primer largometraje es la primera cinta tica en entrar en la competencia oficial del Festival de Locarno.
“La recepción del público fue muy calurosa”, cuenta con emoción Maurel, desde Suiza, tras haber realizado el estreno el lunes 8 de agosto. La emoción la embarga al recordar que la proyección se realizó en una sala con una capacidad de 3000 personas y estuvo prácticamente llena.
El filme describe las atribulaciones de Eva, una adolescente que sufre los embates emocionales del divorcio de sus padres. Esta es su tercera producción, después de los aplaudidos cortometrajes Paul está aquí y Lucía en el limbo.
“Nadie se salió de la película, lo cual suele suceder, y el público aplaudió un gran rato. La gente me vino a buscar después de la película”, cuenta con entusiasmo la directora tica.
“La gente que me buscó fueron personas que conectaron y se veían muy conmovidas por la historia de la película. Es muy fuerte para mí vivir algo así; me hace feliz saber que hay gente que sí conecta con lo que hicimos”, agrega.
Consciente de la exotización de las producciones latinoamericanas en circuitos festivaleros, Maurel espera que su película rompa con las expectativas convencionales que tienen las cintas firmadas en estas latitudes. Al respecto, conversó con Viva desde el festival suizo.
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—¿Cuáles emociones te embargan en la víspera del estreno de tu película?
—Pues estoy un poco nerviosa, naturalmente, pero sobre todo contenta de poder al fin compartir la película con el público. El proceso de hacer una película es tan largo que uno va al estreno en estado de pánico, pero también de alivio de poder compartir el fruto de tantos esfuerzos colectivos y personales. Además existe alivio y esperanza de poder pasar al proyecto siguiente.
—Tu carrera se da con muchas luces, primero en Cannes y ahora Locarno. ¿Cómo te sentís de dar estos pasos en firme?
—Me siento muy privilegiada de poder contar con estas vitrinas para poder mostrar mis películas, sobre todo esta que es mi primer largometraje. Sigue sorprendiéndome, eso sí, que mi película compita en la selección oficial, junto con otros cineastas que admiro muchísimo, y a veces uno se siente como un enano rodeado de gigantes.
”Pero me da confianza para seguir haciendo lo que hago y confirmar mis intuiciones como cineasta. Realmente no hago películas para que vayan a tal festival o tal otro. Siempre es una sorpresa muy bella el que logren llegar a donde llegan.
—¿Qué sentimientos te genera este nivel de exposición?
Es una mezcla de cosas. Me hace feliz porque me da esperanzas de que eso atraiga a la gente a las salas de cine, lo que a veces no es tan fácil, sobre todo después de la pandemia que acabamos de vivir. Por otro lado, este nivel de exposición genera un poco de ansiedad, ¡eso es inevitable!
—¿Cuál es el núcleo emocional de Tengo sueños eléctricos? ¿Qué despertó en vos hacer esta película?
—Esta película es como una continuación de mis cortos anteriores, pero diría que esta vez hablo más directamente de lo que fue crecer en Costa Rica, en una clase media artística josefina. Quise hacer una película sobre el despertar sexual, la relación con el padre y la relación con los adultos en general cuando uno está en esa etapa de la vida. Hablo del privilegio y a la vez de la disfuncionalidad de vivir en un entorno de adultos libres, pero también algo extraviados.
“Quise hacer esta película sin pensar que era un tema interesante o cinematográfico, o directamente político. Nada más sentí que era más honesto hablar de lo que conozco. O sea, hacer un cine que se interese en esas cosas sin entrar en los exotismos que exige el imaginario europeo... Autorizándome a tener una interioridad como cineasta, interioridad que viene de una situación de privilegio, pero en la que hay una mirada cruda y sin ornamentos de esta situación.
—¿Cuáles son tus expectativas para este estreno internacional?
—Espero que la película encuentre su público. O sea, que a la gente que le tiene que gustar le guste. Que le genere a alguien lo que me pudo generar a mi descubrir ciertas películas en la vida, cuando estaba joven o incluso ahora. Sentirme menos sola en el universo.
—Al pasar de cortos a un largometraje, ¿hubo algún cambio en tu mirada como cineasta a la hora de pensar la historia?
—Creo que mis cortos tenían el defecto de no tener una estructura muy eficiente y siempre tener finales medio abiertos. Entonces, más bien, disfruté el poder extenderme un poco más con el formato de largo y me sentí más libre que con los cortos. Desarrollé más personajes, exploré más la ambigüedad, la complejidad de ciertas situaciones, pensé en los lugares de San José que quería filmar... Me permitió desplegar más un universo y no solo estar pensando en el tema de la película.
—¿Qué es lo que más te dejó satisfecha de tu primer largometraje?
—Creo que, más que con mis otros proyectos, me fue muy satisfactorio el trabajo con los actores y con el equipo en Costa Rica.
”El trabajo con Daniela Marin, Reinaldo Amien, Vivian Rodríguez y Pablo Segreda en el elenco fue muy intenso. El rodaje fue un momento a veces duro pero mágico. Me acompañaron Felipe Cordero en la producción, Nicolás Wong en la foto, Erick Vargas en sonido, Kim Picado en la dirección de casting, Mauricio Esquivel en el arte, Felipe Zuñiga en la asistencia de dirección. Los cito a todos porque la gente olvida que las películas uno no las hace solo. A veces es esa energía colectiva, esa intensidad humana, es lo que se refleja en el resultado final. Siento que en esta peli se siente esa energía.