La nueva película de Hilda Hidalgo, Violeta al fin, transcurre casi toda en barrio Escalante, en San José, pero podría resonar en cualquier parte de Costa Rica y del mundo.
Su protagonista es una mujer de 72 años que por primera vez en su vida vive sola, divorciada y con cada hijo en sus cosas. La visitan sus familiares, va a nadar, comparte con sus amigas.
Es igual que “Tita” o “Mami” o como la llamemos en casa. Es como ellas, pero aquí vinimos a que Violeta nos anuncie sin ambages qué quiere hacer con su vida, con mucho humor cálido y sorpresiva fiereza.
Nos lo cuenta con emoción, en la voz y el cuerpo de la gran actriz del teatro tico Eugenia Chaverri. Violeta quiere alquilar los cuartos sobrantes de la casa donde creció y abrir una pensión.
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A su primer inquilino (su profesor de natación) le dice, con radiante sonrisa, que él es solo el principio de muchas cosas. Pero muchos otros ya tienen designios para su casa, aunque ella sea la última consultada.
Ocho años después del estreno de Del amor y otros demonios, la adaptación de Gabriel García Márquez filmada en Colombia, Hidalgo estrena su segundo largometraje este jueves en salas costarricenses.
“Violeta al fin es un drama sin violencia. Un drama de crítica y autocrítica. Es una buena película para toda la familia”, dijo Chaverri en Áncora.
Es una coproducción de Cacerola Films y Producciones La Tiorba, de Costa Rica y México (con fondos estatales de ambos países y coprotagonista mexicano, Gustavo Sánchez Parra).
Violeta al fin empezó su carrera de festivales en Busán, Corea del Sur, y ahora apunta a más ventanas internacionales para esta mujer tica que quiere vivir en sus propios términos.
Para Violeta llegó la hora.
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Paso del tiempo
Violeta nació hace 25 años en las escalinatas de la Estación al Pacífico, en San José. Hidalgo, de 22 años entonces, fotografió a su mamá en aquel escenario art deco cuando ella se encontraba justo a las puertas de su vejez.
“Yo dije: ‘Quiero hacer una película sobre esa mujer’. No necesariamente mi mamá, sino esa señora. Sentía que era una señora que vivió el siglo XX, tuvo una vida convencional y, en su vejez, decide cambiar las cosas, decide liberarse de algo”, recordó Hidalgo en una entrevista reciente en barrio Escalante, donde reside.
Empezó a escribir el guion en el 2003, con una mujer vieja y otra joven como protagonistas y Estación violenta por título. Pero en el camino surgió la posibilidad de realizar Del amor y otros demonios, la primera coproducción colombiana-costarricense, y Violeta esperó.
“La noción que me interesa es la noción de que la vejez trae libertad, muy distinta a todas las nociones de vejez que nos rodean”, explica Hidalgo. “Es abrumadora la insistencia en que la vejez es lo peor que nos va a pasar en la vida. Es considerada inutilidad, falta de capacidad, limitación”.
A Hidalgo la rodeaban muchas mujeres, como su mamá (que ya falleció), fuertes y autónomas, y quería reflejar sus experiencias en la historia de Violeta. “Yo digo que Violeta es la suma de muchas personas, incluida yo misma”, afirma.
Se dice con ligereza que “nunca es tarde” cuando una persona decide intentar algo en su vejez, pero para Hidalgo, es mucho más que eso.
“Hay cosas que solo se pueden hacer ‘tarde’, cosas que solo de viejos vamos a poder hacer, con la libertad, la serenidad y la experiencia que da la vejez. Obviamente todavía no lo he experimentado, pero es algo que puedo observar e intuyo”.
De cierto modo, así fue como la misma Violeta se fue imponiendo. Eugenia Chaverri se convirtió en cómplice al realizarle fotografías para una carpeta de búsqueda de fondos, pero posteriormente, terminó tan cercana al personaje que sus improvisaciones se incorporaron en gran medida a la película.
“Soy una apasionada de los actores y las actrices. Me fascinan, me gusta mucho su trabajo. Los admiro y disfruto mucho trabajando con ellos. El mayor énfasis que puse fue en ellos”, dice Hidalgo.
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En Violeta al fin, son los pequeños gestos de Chaverri los que nos sumergen con ella: las miradas cómplices al nieto travieso, la risilla discreta escondida tras los muebles, el paso firme con su cuerpo pequeñito, las brazadas en la piscina...
Violeta decide alquilar las habitaciones de su casa, donde vive sola tras divorciarse de su marido de toda la vida. Sus hijos prefieren que la venda y que se vaya con ellos.
“Venga con nosotros, no le va a faltar nada”, insiten ellos (interpretados por Erika Rojas y Ólger González). “¿Por qué todo el mundo me dice qué tengo que hacer”, reclama la mujer que, a sus 72 años está aprendiendo a andar, renovando sus cuartos, disfrutando a su ritmo.
Formas de madurar
Cuando Hidalgo empezó a pensar en la película tenía 22 años. Han pasado cortometrajes, largometrajes, la dirección de la Escuela de Cine y Televisión de la Veritas y mucho más... y 25 años. ¿Cómo ha cambiado su visión de la vejez desde entonces?
“Me pongo a pensar que cuando tomé aquella foto, mamá estaba empezando a su tercera edad y cuando filmé la película, mami ya había muerto. El proceso de Violeta acompañó de algún modo todo su proceso de vejez”, dice la realizadora.
“Si algo me interesa es que la vejez no es un concepto monolítico, no es lo mismo tener 65 que 75, 85 o 95. Las características de cada etapa son muy distintas y la gente quiere meter todo en un solo zapato”, argumenta.
Obviamente, ella también ha cambiado. Para Hidalgo, los años dan una perspectiva de mayor diversidad: “Los años te dan complejidad de pensamiento, diversidad de experiencias, no hay una única explicación y no es una explicación sencilla. Te permite aprehender mejor la complejidad. Me gustaría responder la pregunta a los 75, a ver qué sensación tengo...”, sonríe.
La Violeta de Chaverri se nos presenta cariñosa, equilibrada, piadosa. Hidalgo quiere llevar a Violeta al máximo. “Para mí ella desafía a ese sistema que la oprime, a su gente querida, que a pesar de que la quieren, no saben verla, y a ella misma. Su verdadera libertad está después de eso”, afirma.
Pero es una historia que transcurre con delicadeza, con un diseño sonoro rico en matices hogareños y una fotografía de íntimo conocimiento de los espacios y el cuerpo de Violeta. Se cuenta entre los silencios de una casa antigua y la vida vibrante de su jardín (una visión ya casi desaparecida de San José), entre colores vívidos y pequeñas alegrías cotidianas.
Que Eugenia tuviera la edad de Violeta (72) al empezar el rodaje ayudó para nutrir más al personaje, pero también se llevaron sorpresas.
“Con Eugenia lo que ocurre también es que es una gran actriz, una chispa, una comicidad muy grandes”, dice Hidalgo. Pero al sumergirse con ella a la piscina, aguantaba muchos más segundos bajo el agua que el Hidalgo y el director de fotografía, Nicolás Wong Díaz, pues practica yoga. Sobre una mujer de esa edad se puede asumir mucho, pero hasta ponerla a prueba se sabe cuánto puede dar todavía.
Un desafío grande fue para Hidalgo como realizadora, pues aunque su carrera empezó en 1991, este es su segundo largometraje, y eso siempre es un maratón del oficio.
–¿Cómo se evalúa a usted misma como realizadora tras esta segunda experiencia?
–Ay, qué difícil...
–Puede ser cruel...
–Soy supercruel. Soy muy dura para juzgarme. Soy perfeccionista hasta niveles no sanos… (ríe). Siempre digo que yo no termino de editar una película, me la quitan de las manos, me la arrebatan.
”De hecho, voy a confesarlo, muchos de mis cortos los he reeditado años después… si tuviera las condiciones económicas para hacerlo, reeditaría Del amor y otros demonios, y probablemente dentro de 15 años esté diciendo ‘Voy a reeditar Violeta’. Todo el tiempo quiero mejorar y encuentro nuevas posibilidades para trabajar.
”Por otro lado, desde que empecé a terminar Violeta empezó a surgir otra película en la cabeza. Es la única manera. Como la otra película está ganando espacio y ya quiere ser escrita acepto que quiero soltar Violeta.
”El trabajo tiene que ser divertido, si no, no tiene sentido, porque encima la vida es un gran engaño: se va en cualquier momento”.
El cine tico ha crecido e Hilda Hidalgo ha estado inmersa en el cambio. Es una Violeta joven, decidida a hacer lo que quiere: “Este es mi oficio, yo quiero vivir de esto. Así como hay otros que son cirujanos, zapateros o panaderos, yo quiero hacer películas”. Violeta al fin es su más reciente prueba de que se puede.
La película está a partir de este jueves en CCM San Pedro, Nova Cinemas, Nova Cinemas Plaza Real, Cinemark City Mall, Cinemark Escazú, Cinépolis (Terramall, Paseo Metrópoli, Plaza Lincoln, VIP Terraza Lindora), Citi Santa Ana y Grecia y Magaly (dos salas).