Según la mitología griega, Narciso fue un joven de enorme belleza que desdeñó, entre muchos otros, los avances afectuosos de la ninfa Eco. Como castigo a su soberbia, la diosa Némesis lo obligó a enamorarse de su propia imagen reflejada en una fuente. Narciso, incapaz de entender que se veía a sí mismo, termina por lanzarse a las aguas en pos de ese “otro”.
La ira de Narciso utiliza el recurso de la palabra para direccionar la mirada del público hacia el reflejo de una realidad que solo llega a develarse en los últimos instantes del espectáculo. La fachada de este ingenioso engaño es la narración de un viaje que hizo Sergio Blanco –dramaturgo y personaje principal de la obra– para ofrecer una conferencia académica en Liubliana, capital de Eslovenia.
Sin embargo, lo relevante es lo que se esconde detrás del relato. Para empezar, el actor Fabián Sales se presenta, expone su currículo y nos da algunos antecedentes de cómo se concretó la puesta que veremos. De paso, anuncia que él interpretará el personaje de Blanco y, también, a sí mismo. En este prólogo, Sales fija las convenciones de la obra, a saber, el actor como persona y personaje y la anécdota como ficción y biografía.
De esa manera, el espectáculo se estructura a partir de acontecimientos, espacios, tiempos y personajes duales. Todo tiene un anverso y un reverso o –para seguir con el mito de Narciso– una forma y un reflejo disociados. Esta operación es la clave para entrar, recorrer y salir del complejo universo creado por el intérprete y una audiencia que, sin percatarse, lee la ficción como si tuviera matices de realidad.
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También resultan claves los ensayos que el protagonista hace de su conferencia. En el transcurso de sus reflexiones emergen ideas que, en realidad, son pistas para entender el funcionamiento profundo del espectáculo y la poética del dramaturgo. En este caso, la obra convierte la teoría con la que fue ejecutada en material escénico.
Fabián Sales evidencia pleno domino de su oficio. Con la misma fluidez canta, narra o transita entre personajes que aparecen y desaparecen a partir de leves ajustes de voz o postura corporal. El actor sabe administrar su energía, intensidad y presencia para sostener el ritmo de la puesta y, en especial, la atención de un público que no le puede quitar la vista de encima porque siempre está comunicando o encubriendo algo importante.
La plástica escénica –en particular la luz y la multimedia– construyen atmósferas que aluden al mundo interno del personaje principal. Sensaciones de acecho, peligro y angustia se van insinuando en diversas secuencias de video que imitan la fragmentación y discontinuidad de las pesadillas. Además, las imágenes funcionan para documentar y hacernos partícipes de lo que Fabián/Sergio ha visto, por ejemplo, los senderos del Parque Tívoli o los fósiles prehistóricos del Museo de Historia Natural.
La ira de Narciso es un montaje valioso por que está realizado con rigor, pericia y una alta dosis de sensibilidad. Los múltiples niveles de lectura que ofrece la dramaturgia, la eficacia de la plástica escénica y un desempeño memorable de Fabián Sales atrapan los sentidos y estimulan la imaginación del público que recorre, asombrado, este laberinto hecho de palabras.
FICHA ARTÍSTICA
Dirección, actuación e iluminación: Fabián Sales
Dramaturgia: Sergio Blanco (Uruguay)
Multimedia, fotografía, video, diseño gráfico y promoción: Leonardo Sandoval, Alejandra Méndez
Actuación en video: Elsa Sales
Escenografía: Fabián Sales, Fernando Castro
Montaje escenográfico: Jesús Sánchez, Fernando Castro
Selección de música clásica: Fabián Sales, Sergio Blanco, Danny Marenco
Interpretación en piano: Jesús Mejía
Preparación corporal: Danny Marenco
Preparación vocal: Yeancarlo Zamora
Asesoría artística: Eugenia Chaverri
Asistencia de producción: Amanda Quesada
Vestuario, utilería y asistencia de dirección: Shirley Rodríguez
Espacio: Teatro 1887
Fecha: 31 de marzo de 2019