Tu cara me suena, programa que en su cuarta temporada se mantiene en buena forma con el paso de los años. Su promesa sigue siendo la misma y la producción se muestra competente, aunque hay aspectos que empiezan a mostrar desgaste, adicionales a otros temas que se han mencionado en este espacio en años anteriores.
El principal yerro. Hay un asunto principal a vigilar. Con la avalancha de programas que echan mano de la fauna local para armar el elenco de turno, estamos llegando a un punto en el que realmente, no hay a quién invitar.
Ya en otras ocasiones esto fue señalado, y se argumentaba que existe localmente una escena muy pequeña que no sería suficiente para llenar varios programas anuales con figuras conocidas. Esto está pasando ya. Uno lo puede notar cuando ya el elenco echa mano de personajes con un rol incluso secundario en sus actividades, o figuras que no son del todo públicas, si no que realizan un trabajo con aristas públicas o en última instancia, son figuras de nicho que algunas audiencias reconocen. Esto no tiene el afán de ser un comentario pesado (nunca lo tiene) sino simplemente el afán de marcar algo que es una condición real del mercado costarricense: es pequeño.
Alimentar esa necesidad anual de figuras reconocidas, sin echar mano de “otras figuras” es algo que va siendo notorio con el tiempo, más en este entorno con audiencias tan atomizadas. Valdría la pena preguntarse: ¿Qué es ser conocido para un adolescente o para el abuelo de la casa? Y ahí queda desnudo el problema que tendrá este programa (y otros) con más rigidez según su historial se prolongue.
Otros ámbitos de desgaste. Si bien el sentido del humor del programa, se mostró como algo refrescante en los primeros dos años, la poca evolución del humor en el programa comienza a sentirse como un peso. Hay varios aspectos que se sienten de rigor y realmente no tienen ya el mismo efecto.
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Por ejemplo, la forzada comparación de los participantes con El Depredador o el Peterete, con caricaturas o personajes de ficción ya se siente forzada; cada uno de ellos sale comparado en el programa con muy pocas excepciones. No ayuda que sea incluso en el mismo momento. Igual sucede con las cápsulas de ensayos, que en muchas ocasiones contienen un humor que no hace gracia, que es aquel humor que debe forzarse con gráficos y sonidos extradiegéticos para que realmente empiecen a ser comprendidos, que no compartidos. Ese humor artificial no respeta y generalmente no es bien recibido en una audiencia más exigente.
Del Juicio al Humor. “Sos un chavalazo…”, le dijo el juez a su compinche. “¡Qué dicha tenerlos aquí!”, le dijo el otro a los artistas. Y la pregunta que salta es: ¿Dónde cabe en esas frases el juicio? Sin ser duro, sino racional y objetivo, yo invitaría a que los jueces se vean posteriormente a la grabación y recapitulen en lo que comparten. Si bien existen muchos comentarios serios y formadores, no todos son consecuentes con el fuero, caen en una charanga que norma el criterio de modo laxo. Es posible que la presión de llenar el espacio al vuelo, pueda ser incluso mejor llevada con alguna técnica personal e individual para evaluar, pues comparto que emitir criterio al vuelo, siempre es difícil.
Desde el 2015 este programa, junto con ¿Quién quiere ser millonario? (formato que ya se extraña en la parrilla) ha sido uno de los más congruentes en cuanto a la honestidad de los recursos y activos de producción con que se cuenta para realizar. Esto sigue siendo cierto, aunque los años ya pesan, muy seguramente por la endogamia del mercado nacional y la poca renovación de quienes pueden ser invitados a estos espacios con la noción de que estamos viendo “gente conocida”.
Sería muy apropiado, que luego de leer esta crítica, usted pudiera ver el programa y generar su criterio informado al respecto, pues incluso la televisión de entretenimiento puede verse a la luz de una crítica bien fundada.