Pues claro que es aburrido. Sencillo, no hay duda de ello. Es un evento especializado, no es para todo mundo. Algunas preguntas sencillas para comprobar esto: ¿Quién es esa gente? No todos los que reciben premios son actores y menos conocidos. ¿Qué es ese premio? No todos los roles de la cinematografía son fáciles de entender. ¿Cuáles son esas películas? La gran mayoría de las obras nominadas no forman parte del combo comercial de Hollywood; algunas categorías, me atrevo a decir, no son parte del consumo habitual de la mayoría de costarricense. ¿Es aburrido? Claro.
Ahora, en un sentido más formal que sostenga la afirmación y amplíe la manera de ver esta pregunta, ayudando a formar criterio, existen dicotomías que deben ser entendidas y pueden ayudar a entender mejor por qué el evento contiene aspectos que considero aburridos.
La transmisión del Óscar se divide en dos momentos: la desorganizada e improvisada transmisión de la alfombra roja que se sostiene de la improvisación de presentadores comentando intrascendencias, y la parte organizada y planeada a punta de tele prompter y script que es la entrega de los premios. Son dos maneras de abordar el evento, el antes y el después, y forman la percepción de la audiencia sobre el producto. Ambas etapas tienen elementos con los que el grueso de la audiencia no va a encontrar referencias conocidas, por eso puede llegar a ser aburrido.
Otra dicotomía es la coexistencia histórica del cine comercial (el que todos conocen en cine de fin de semana) y del cine más artístico y exclusivo (el cae a veces en un esnobismo cultural y que solo unos pocos conocen). En un sentido estricto, los premios de la Academia tienen un objetivo artístico más que comercial y muchas películas de la cartelera no lo cumplen. Por eso, la audiencia no siempre encontrará los actores y directores que suele ver en el cine que conoce, aunque esta edición tuvo a la taquillera Black Panther como excepción.
Esto se evidencia fácilmente cuando los canales ponían a los usuarios en línea a votar quién debía ganar el Óscar a mejor actriz y las favoritas de esa amplia audiencia eran Lady Gaga y Yalitza Aparicio, aún cuando Glenn Close estaba entre las nominadas.
Entonces, esta dicotomía de cómo entender el consumo de este evento puede explicarse contraponiendo que es el consumo generalista versus el consumo especializado.
En cualquier producto de consumo masivo de comunicación (cine, televisión, música y otros) existen dos círculos que describen los mencionados consumos. El generalista es un círculo grande donde caben todos quienes consumen sin importar su conocimiento previo, lo hacen por moda u oportunidad. Y, por otro lado, el especializado, representado por un pequeño círculo que alberga a quienes se supeditan a la agenda, consumen con un conocimiento mayor, conciencia superior de lo que pasa y obtienen un mayor aprovechamiento del producto de comunicación.
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Esos dos círculos se traslapan con lecturas más universales y humanas, como las reacciones de quienes ganan, momentos sinceros y emocionales (como los discursos de Rami Malek, Olivia Colman y Lady Gaga), pero no son suficientemente fuertes para interpelar a una audiencia amplia, menos con traducción simultánea. Lo universal pierde fuerza por la barrera idiomática.
Entonces, ¿es aburrido el Óscar? Claro. Lo sigue siendo porque para la mayoría del círculo aquello que pasa en el evento es completamente intrascendente y no pasa de anecdótico. No dudo que la respuesta cambia cuando quien lo observa es un cinéfilo de hueso colorado que consume de modo especializado.
Me parece un producto que no toda audiencia podría disfrutar desde su concepción temática y eso lo pone en desventaja frente a otras ofertas, incluso más irrelevantes en el ámbito artístico y noticioso. En el caso de que valga la pena desde su posición de consumidor, tal vez reflexionar un poco sobre lo escrito y revisar su patrón de consumo pueda ser un ejercicio interesante.