Marta Ávila Aguilar
A sí como el edificio que alberga el Teatro Nacional de Costa Rica es considerado patrimonio arquitectónico, lo que se allí se ha bailado es parte fundamental de nuestra historia y constituye la base para el desarrollo que muestra la danza 120 años después su apertura.
En el Teatro Nacional la sociedad costarricense ha podido apreciar el trabajo de grandes figuras y sus compañías, en múltiples estilos del arte de la danza, pues en estas tablas se han presentado agrupaciones de ballet , folclor y danza moderna, popular y contemporánea, que estimularon vocaciones y crearon un público interesado.
Algunas de estos nombres y agrupaciones causaron, en su momento, conmoción como lo demuestran las crónicas de la prensa.
Recordemos que desde 1917, cuando Anna Pavlova incluyó a nuestro país en su gira por América Latina por tener un teatro de gran calidad, muchísimos artistas lo consideraron una parada casi obligatoria.
En un siglo y cuatro lustros, este ha sido el espacio donde diferentes generaciones de artistas nacionales mostraron lo aprendido y escenificaron sus mejores creaciones, al mismo tiempo que se apreciaron montajes de grupos internacionales de vanguardia y de gran prestigio internacional.
En los últimos años, los cambios políticos y culturales han hecho de este edificio un lugar donde pocos artistas pueden mostrar su producción, a diferencia de lo que se vivió en las décadas de 1980, 1990 y 2000, cuando los bailarines y coreógrafos de danza y ballet pudieron ejecutar con frecuencia sus coreografías de estreno y repertorio, en algunos de los espacios fomentados por el mismo Teatro Nacional como el Festival de Coreógrafos, el Festival de las Artes y otros. De igual forma, tanto las compañías profesionales como los grupos independientes disfrutaron de más de una temporada al año.
Recientemente, se programa poca danza internacional, siendo que predominan producciones de ballet como el clásico El Cascanueces o, más recientemente, Alicia en el país de las maravillas . Aun así, el Teatro Nacional sigue siendo el mejor espacio escénico que tiene Costa Rica, aquel en el cual todos aspiran danzar.