En febrero del 2019, cuando Karina Salguero asumió las riendas del Teatro Nacional, el ambiente estaba efervescente: el debate en torno a acceder a créditos para el programa de conservación del recinto despertó agudas diferencias en la población.
Sin embargo, su destacada labor al frente de este programa le ha valido que la nueva ministra de Cultura, Nayuribe Guadamuz, le haya dado un voto de confianza para continuar como cabeza de la joya arquitectónica. Salguero no ha sido solo gestora cultural, sino también ejecutora de los procesos de seguridad para que el teatro no corra riesgo de incendiarse ni padecer ninguna tragedia por el desgaste que ha sufrido durante décadas.
Con esa tarea y ajustando presupuestos para los contenidos escénicos, Salguero está optimista, aún después de las complejidades de la pandemia. En esa línea, la directora habló con Viva sobre lo que planea para los próximos cuatro años a cargo de la administración del teatro.
—¿Por qué decide aceptar una segunda administración al mando del Teatro Nacional?
—Todos los procesos de gestión y de recursos patrimoniales son eso: procesos. El Teatro Nacional desde hace varios años se había dedicado al diagnóstico sobre diagnóstico de lo que hacía y poco al camino en ejecución. El problema de todo esto es que se van acumulando proyectos y el edificio es un edificio vivo que se va deteriorando más.
”Arrancamos en el 2021 con un proceso de ejecución de proyectos con la estructura metálica de la tramoya, que es un inicio de muchas cosas del plan maestro de conservación del monumento histórico. Ese es un proceso que ahora seguirá con una donación del INS que se aprobó el mes antepasado e implica cerrar el proyecto de la tramoya en temas de seguridad humana contra incendios.
”Estas cosas son muy delicadas, sin embargo hay un voto de confianza de parte de la administración entrante que me hace pensar que tiene todo el sentido darle continuidad a esto. A mí me gusta hacerlo. El teatro tiene un equipo humano muy bueno y altamente capacitado. Cuando se trabaja con un equipo al que no lo frena nada y que además sabe reinventarse, uno entiende que quiere seguir en ese lugar. Ya vamos a arrancar con el programa Erase una vez (se anuncia este jueves) que va a tener dos sedes en territorios (Ciudad Neilly y Pocosol) y esperamos más sedes para el año que sigue.
—¿Cuáles considera que fueron sus mayores logros en la administración pasada?
—Yo creo que uno de los grandes logros es tocar el suelo, poner los pies en la tierra y hablar de realidad. ¿Cuál era la gran crítica al Teatro Nacional? Que estaba ayuno en ejecución de su presupuesto para conservación. Y nos dedicamos a eso: a ir por los remanentes de superávits a los que pudimos acceder y que se le pusiera atención. Tomamos el reforzamiento del escenario para reactivación del sector artístico y lo hicimos con fondos propios. Hicimos un acercamiento importante a cooperación internacional, porque queremos fondos de otro origen. Esto lo hicimos con un proceso de cooperación con Catar que sigue en estudio y, eventualmente, nos van a contestar cómo van a cooperar y si no, pues seguiremos buscando fuentes.
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“El gran logro es haber avanzado en infraestructura, también en el fortalecimiento de programas artísticos como Erase una vez, que va a cumplir 7 años. Haber mantenido este programa, a pesar de la pandemia, hizo que nos transformáramos, que buscáramos fondos porque el Ministerio de Educación Pública (MEP) no pudo dar un año de fondos. Esto no puede suspenderse porque esto es valor público, es esencial. Si interrumpíamos, el sector se hubiera visto afectado. Ayudó el CEPAC y SINART y mantuvimos el estreno que fue Dulcinea: herstoria. El año siguiente se recuperó la situación con el MEP y ahora el programa es parte del presupuesto; no se ve como un experimento. Tenemos una visión de cómo queremos que se vea en cinco años, con muchas sedes. Estamos felices por eso.
—Tras la pandemia, ¿en qué situación queda el Teatro Nacional? ¿con qué músculo queda en términos de presupuesto?
—Todo el proceso de presupuesto va de aquí a setiembre. Estamos en la etapa de pedir lo que necesitamos. No nos indicaron que fuera a haber un corte en el presupuesto de Erase una vez, entonces estamos programando con la expectativa de mantenernos igual. Eso nos da para hacer un estreno y tener músculo para hacer crecer espectáculos en elenco o en necesidades.
—Hay cierta reticencia en el sector cultural con miras a este gobierno. ¿Cómo planea darle confianza al gremio para que confíen en que el Teatro Nacional será un motor del arte?
—Yo creo que como sector cultural todos nos hemos visto afectados con la pandemia. Todo se fragilizó. Empezaron a generarse vínculos por la sombrilla de la Ley de Salvamento Cultural, pero deben venir otras series de iniciativas. Lo claro es que no podemos andar como islas y que tampoco el Estado puede ser el único gestor que administra todas las urgencias.
Durante la pandemia creamos el festival Estrenadanza, que es un híbrido entre lo independiente y lo institucional. El Festival de Coreógrafos venía en crisis por muchos años, había una cierta monotonía, los artistas pedían cambios... ¿Qué hizo Estrenadanza?, pues le inyectó una vitamina enorme de reeactivación de discursos. Mi mensaje como directora es que no perdamos el camino recorrido, escuchemos, hay que dar tiempo a la nueva administración. Es una nueva visión. Tengamos una escucha activa, participativa, con retroalimentacion de decisiones que se tomen. Ojalá no lleguemos a lo confrontativo. Necesitamos construcción para metas a largo plazo.
—El tema de dejar de ver al teatro como algo para la élite ha perseguido siempre la reputación del recinto. ¿Cree que es un tema superado o le preocupa?
—Yo creo que eso tiene que ser una ocupación de todos los directores que pasen por el teatro. Nos hemos dado cuenta que, conforme más comunicamos lo que hacemos, más baja la percepción de lo elitista que se percibía en el pasado. El teatro está activo todos los días de la semana, damos contenido a la ciudad casi los 365 días al año. Tratamos en nuestras redes sociales de mantener ese diálogo, contar en una story qué está pasando en el teatro, sea un recorrido dramatizado o que está entrando la escenografía para una obra como Una niña llamada Ana, como en este momento.
—¿Cuál es su mayor propósito en torno al Teatro Nacional para cuando acabe su administración?
El Teatro Nacional está en el pasaporte, está en la publicidad del ICT... Es un símbolo, pero tiene que ser un símbolo de uso, de que estamos conectados porque pasamos por ahí, no un símbolo aspiracional sino algo que nos defina. Un teatro lleno de contenidos en el que quepamos todos.