Cultura

Albert Camus, el escritor 'étranger'

Respuesta a la angustia. El escritor francés meditó sobre el absurdo de la vida y acerca de los modos de vencerlo

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El 4 de enero de 1960, en un accidente automovilístico, muere Albert Camus, uno de los escritores y filósofos franceses más representativos del siglo XX. En Argelia, 47 años atrás, nacía el autor de L’étranger (El extranjero) (1942) y de La peste (1947), quien, a los 44 años, se convertirá en uno de los autores más jóvenes en recibir el Premio Nobel de Literatura, en 1957.

Descendiente de emigrantes franceses por la línea paterna, Camus había nacido el 7 de noviembre de 1913 –hace cien años–. No conocerá a su padre pues, enrolado en el ejército francés, muere durante la Primera Guerra Mundial. Quien debe trabajar duramente para criar a Albert y a su hermano es Catherine Sintès, la madre de Camus, de origen español, sorda y casi analfabeta.

Amante del futbol y guardameta profesional en el equipo Montpensier, Camus deberá renunciar desde muy joven a esa gran pasión al diagnosticársele una tuberculosis a los 17 años. Este retiro temprano le permitirá refugiarse en otra de sus pasiones: la escritura.

Tal vez marcado por esa desfavorecida situación, Camus dirige toda su atención hacia su madre, quien corresponde a ese maravilloso sentimiento, pero de una manera particular ya que el dialogo entre ellos es casi inexistente. La relación con su madre es tan fuerte que quizá sea el ser más importante que marca no solo su vida, sino también su orientación filosófica:

“Tenía el rostro dulce y simétrico, los cabellos de española, muy ondulados y negros, una naricita recta, y una hermosa y cálida mirada castaña”, escribe Camus en El primer hombre evocando el recuerdo de la figura materna.

Albert Camus fue miembro de la Resistencia francesa contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Fotografía: Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos para LN.

La incomunicación con su madre se reflejará intensamente en su obra pues Camus buscará siempre llenar esa ausencia, ese amor que, aunque compartido, no es expresado del todo con palabras.

Para Camus, escribir representa la vía que transmite de la mejor manera sus emociones; él la prefiere antes que la comunicación oral pues le permite ahondar sin límite en sus más íntimos pensamientos dejándolos fluir libremente. De allí que afirmará luego: “Los mudos. Eran y son mejores que yo”.

Albert Camus y el absurdo. Miembro de la Resistencia francesa contra el nazismo, Albert Camus alcanza una gran notoriedad como periodista en el diario Combate. En cuanto a su obra literaria, el absurdo se convierte en uno de los principales aportes… o, más bien, en la base de su proposición filosófica; pero ¿qué es exactamente el absurdo para Camus?

Este filósofo argelino-francés formula por primera vez la noción del absurdo en un ensayo literario de estilo filosófico: El mito de Sísifo (1942). Sísifo es un personaje de la mitología griega, quien enfurece a los dioses a causa de su gran astucia. Su castigo fue empujar perennemente un gran peñasco hasta la cumbre de una montaña, pero la piedra vuelve a desplomarse hasta su punto de partida. Sísifo debe recogerla y empujarla otra vez hasta la cúspide, y así por toda la eternidad.

Camus expone la idea del hombre absurdo a partir este mito. Como Sísifo, el hombre absurdo se caracteriza porque continuamente está consciente de la absoluta nulidad de su existencia, de su profunda inanidad frente al universo, a su destino y a su origen.

Su carácter étranger (extraño) frente al mundo constituye un elemento esencial para el hombre absurdo. El cosmos sigue siendo un gran desconocido para él, aunque se encuentre inmerso en esta dimensión, que él conoce desde que tuvo uso de razón y que ha aprendido a llamar “mundo”.

A pesar de todo su saber, el ser humano es incapaz de comprender su origen y el sentido del universo, el que puede prescindir del ser humano y seguir existiendo. De esta manera, la absurdidad humana es la consecuencia de la confrontación del individuo con un mundo que es incapaz de dar respuesta a sus múltiples interrogantes:

“¿Cuál es, pues, ese incalculable sentimiento que priva al espíritu del sueño necesario para su vida? Un mundo que podemos explicar, aunque sea con malas razones, es un mundo familiar; pero, en cambio, en un universo privado de pronto de ilusiones y de luces, el hombre se siente extranjero. Es un destierro sin remedio pues está privado de los recuerdos de una patria perdida o de la esperanza de una tierra prometid  a. Ese divorcio entre el hombre y su vida, el actor y su decorado, es propiamente el sentimiento de lo absurdo  (El mito de Sísifo).

El absurdo aparece entonces con la concientización del carácter maquinal de la existencia del ser humano, y de la muerte como su realidad inexorable. A partir del primer respiro del individuo, la muerte se anuncia ya, lenta y silenciosa, acercándose progresivamente al pasar de cada instante:

“Bajo la mortal iluminación de este destino (o sea, la muerte) aparece la inutilidad. Ninguna moral ni ningún esfuerzo son justificables a priori ante las sangrientas matemáticas que ordenan nuestra condición”.

Llamado a la revuelta. Otro aspecto clave en la obra de Camus es el hombre rebelde. Ante la problemática que representa la absurdidad, El filósofo afirma que el ser humano no puede renunciar a ella pues forma parte incuestionable de su existencia.

La revuelta –concepto desarrollado en L’homme revolté (1951)– es la mejor respuesta que Albert Camus da al absurdo. Para él es inútil tratar de superar la absurdidad a través de medios humanos, como la religión, las ideologías filosóficas o el suicidio. Escapar por medio de estas vías es rechazar la verdad que corroe a la humanidad pues son soluciones que niegan el absurdo o tratan de resolverlo antes que aceptarlo tal como es.

Camus no propone una solución bien definida o preestablecida, sino que considera que esta rebelión debe transformarse en acción, muchas veces colectiva y solidaria, donde el hombre debe estar plenamente consciente de su condición de extraño frente a la ignorancia de un mundo que lo ha acompañado siempre, pero del cual él ignora casi todo.

El primer paso que permite desafiar ese desconocimiento y esa incomprensión de lo que rodea al ser humano es aceptar su condición de inutilidad frente a esta realidad, y no huir de ella, sino afrontar de manera rebelde ese determinismo impositivo.

Así es como esa rebelión se define porque se centra en una especie de crítica hacia la invalidez de su condición, hacia el estado sin razón de su vida.

Así, la revuelta camusiana libera al ser humano de las preocupaciones futuras que él se plantea y que la sociedad durante siglos le ha impuesto. Cada vez que el hombre vive su presente y olvida el pasado y el futuro, la libertad emana rescatándolo de todas las ataduras que la humanidad misma ha creado evitando que él viva libremente.

El arte, vía hacia la felicidad. En El mito de Sísifo (1942), paralelamente a la noción de absurdidad, Camus reflexiona sobre la importancia de la creación artística como una de las principales consecuencias derivadas del espíritu rebelde.

El filósofo concluye que uno de los mejores aportes de su llamado a la revuelta es el arte pues este traduce –aunque sea momentáneamente– el deseo de crear que lleva impregnado también el de vivir.

La esencia de sus ensayos manifiesta una profunda reflexión filosófica y que se lo haya etiquetado como existencialista. Camus prefería considerarse artista y no filósofo: ‘‘¿Por qué soy un artista y no un filósofo? Porque pienso según las palabras y no según las ideas’’.

Esas afirmaciones molestaron a su entonces amigo Jean-Paul Sartre, quien lo había integrado al círculo de existencialistas de Saint-Germain-des-Prés y del Café de Flore. Tiempo después, Camus criticará duramente la posición sartriana, que se identificaba con el régimen de la Unión Soviética, y rompió con Sartre.

Alejándose así de la órbita existencialista, Albert Camus manifiesta libremente su espíritu rebelde: “La única manera de tratar con un mundo sin libertad es volverte tan absolutamente libre que toda tu existencia sea un acto de rebelión”.

El autor es profesor de Literatura Francesa en la Universidad de Costa Rica.

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