
Chile puede ser tan Chile como lo escriba Alejandra Costamagna. Esta escritora, de la que se habla por los pasillos de la Feria Internacional del Libro, tiene la capacidad de retratar su nacionalidad sin recurrir a imágenes bucólicas ni pretensiones nacionalistas. Su escritura es lo que quiere ser. Y si de pronto es chilena, es porque de allí viene ese español en su estilo.
Costamagna nació en el Santiago de 1970. Inició una carrera literaria traspasada por todos esos oficios a los que tiene que dedicarse un escritor para poder financiar sus horas de verdadero trabajo en ese voraz compartimento del cerebro que llamamos teclado.
Con las novelas En voz baja (1996) y Ciudadano en retiro (1998) recibe muy buena crítica de los lectores. En la inercia del mano en mano algunas de sus publicaciones llegan al desaparecido escritor chileno, Roberto Bolaño, que en un comentario premonitorio dice: “Hay una generación de escritoras (chilenas) que promete comérselo todo. A la cabeza, claramente, se destacan dos. Estas son Lina Meruane y Alejandra Costamagna, seguidas por Nona Fernández y por otras cinco o seis jóvenes armadas con todos los implementos de la buena literatura”.
Luego, llega el libro de cuentos Malas noches (2000).
Con fuerza
Hace unos días, el diario El País de España tituló un artículo también premonitorio: “El otro boom latinoamericano es femenino”. A las autoras mencionadas se les suman bastante más, pero lo importante de esto es que esa idea de “escritoras que prometen comérselo todo” continúa suscribiéndose. Alejandra sin proponérselo, más bien todo lo contrario, está allí, en esa lista que va tomando fuerza.
Aunque ella tiene su propia opinión de esto: “Me parece que las mujeres empiezan a tener más visibilidad, más presencia. Y eso amerita aplauso. Hay escritoras brillantes que vienen escribiendo hace rato y recién ahora se las conoce más. Sólo por quedarme con algunas argentinas: Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada, Paula Porroni, Vera Giaconi y tantas más. Pero me asusta un poco esa categoría de boom , porque corre el riesgo del encasillamiento de mercado”.
En la carrera de Costamagna hay algunas constantes, como la experimentación con ideas preconcebidas. Aunque inicia con el cuento y la novela, el género no define su narrativa. El estilo, en cambio sí parece definir su trabajo. Bien puede percibirse un fuerte trabajo de revisión y un plan de vuelo en el ejercicio de su escritura, pero con seguridad no hay una búsqueda por la perfección ni alguna consideración únicamente estética, sino lo manifiesto es una ruta madura hacia la precisión.
La autora conoce la medida gramatical necesaria para detonar un disparo. Hay un trabajo de depuración del texto que va de los fragmentos de escritura hasta el texto narrativo redondo y completo. Y sabe dar con la coherencia y el encadenamiento de eventos; si se desarticulan, esos fragmentos también son llegan a ser microrrelatos.
Esa construcción y reconstrucción narrativa se filtra en su producción, que contempla publicaciones como Naturalezas muertas (2010), Animales domésticos (2011), la antología de crónicas Cruce de peatones (2012), Había una vez un pájaro (2013) y otros textos que han aparecido en revistas o antologías.
Su texto más reciente
En este último libro, Imposible salir de la tierra , publicado por Almadía, está el cuento Nadie nunca se acostumbra . En este relato se evidencia esa característica de su estilo que juega con la paradoja, en la que todo es tanto una parte como un todo. “Esta no es Bettina, piensa, no es la madre de la guagua, no es la nariz de su madre, no son perros ni son ladridos ni es boca la que saca gritos de auxilio, la que aúlla, la que ya no tiene gritos, la boca de la tía Bettina; no soy yo arriba del naranjo, papá, no sé cómo las bestias se le vinieron encima, te juro que no fui yo, no fui yo”.
Este libro de cuentos lo presentó en la Feria del Libro de Bogotá 2017. Reúne una serie de relatos que van y vienen de lo onírico a lo sórdido; lo común a lo extraño, y crecen juntos y separados.
El cuento principal, y el que le da el nombre al libro, gira en torno a dos hermanas huérfanas, una enferma de muerte y otra sana. Son mujeres sin estereotipos o roles femeninos, que convergen en un relato en el que el pensamiento es inexorablemente distante entre una y otra. Y aunque se acompañan hacia la muerte, este camino no las lleva a un mismo lugar.
“Vive con su hermana, está por cumplir veinte años y ahora se va a morir. En principio tiene dos opciones: dejar que el cirujano corte y trate de componer las cosas; o no hacer nada. Si no hace nada, lo más probable es que las células degeneradas la devoren tranquilamente en la sala del hospital. Y si deja que el cirujano opere tiene también dos opciones: quedar bien o quedar mal. Cincuenta y cincuenta. Si queda mal tiene otras dos posibilidades: convertirse en planta o andar con una bolsita para todos lados, como esa gente que pasea a su perro y va recogiendo todas las fecas”.
En el juego de crispación al lector que plantea Costamagna, se estiba una idea estructurada sobre lo inestable de la realidad. En este tratamiento se manifiesta su trabajo en periodismo y crónica, principalmente cuando aborda los hechos y lo ficticio con sus propias herramientas y recurre a algunas del periodismo narrativo. O eso parece, porque sabemos bien y, lo deja claro, que somos espectadores de su narrativa y nada en estos textos pretende cerrarse a una única lectura.
Unas cuantas respuestas para acercarse a la escritora:
–En el momento en que Bolaño habla de su trabajo ya había publicado sus dos primeras novelas. Evidentemente, esa profecía de Bolaño se cumplió , mejor dicho, hace mucho la cumplió. ¿Cómo ha sido ese proceso? El abrirse paso en el oficio de la literatura.
–Bolaño fue muy generoso con ese comentario y valoro mucho el gesto, pero tampoco hay que creerse tanto el cuento. No veo la literatura como una carrera de caballos, sino como un modo de respirar, de estar en una orilla y no en otra. He tratado de escribir lo que he necesitado escribir y no otra cosa. Y en ese proceso, a veces he vuelto a textos iniciales para darles vuelta o he insistido con el cuento, que es un género que me atrae especialmente por su concentración expresiva. Pero no ha habido una hoja de ruta predefinida, en realidad.
–Uno de los rasgos de su estilo, de los que más se habla es la precisión y el dominio/juego con las palabras. ¿Cómo describe ese ejercicio de la escritura en el que ve imágenes, ve palabras, o ve historias que se unen después?
–Escribo de a pedacitos: imágenes o ideas que aparecen como rumiaciones. Escribo en servilletas, en boletas, en lo que sea. Después lo paso al computador. La observación, la insistencia y la duda son importantes ahí, pero más importante es el asombro. Mirar las cosas como por primera vez. Me interesan las notas fuera de cuadro, los lados b, la cámara en movimiento, la pifia, el susurro, la arruguita, la trizadura, el desmarque, el borrador y el bosquejo antes que la misión cumplida, el transcurso más que el aterrizaje. La escritura como un proceso.
–¿Se puede vivir bien de la escritura? ¿Cómo ha construido su carrera y cuáles apoyos han sido fundamentales?
–Yo no vivo exclusivamente de la literatura. Dicto talleres, hago periodismo, pituteo aquí y allá. Y, entre medio, escribo. Todo está vinculado con la literatura de algún modo, pero es también un respiro y una mirada puertas afuera que se vuelve imperiosa a la hora de escribir.
–¿Qué está escribiendo?
–Estoy buceando en una historia que surgió como una memoria familiar y ha sido tomada poco a poco por la ficción. Creo que es una novela, pero está muy cruzada también por archivos, documentos y otros materiales mixtos.
La obra de Alejandra Costamagna ha sido traducida a varias lenguas y ha ganado diferentes becas internacionales y reconocimientos como varias menciones al Premio Altazor en diferentes años y el primer lugar en el 2006 por Últimos fuegos y el Premio de literatura Anna Seghers 2008 de Alemania entre otros.
Ha captado la atención de diferentes países, y esto le ha permitido llevar su trabajo a escenarios internacionales en los que sus textos se distancian totalmente de la autora y se defienden solos, tanto como lo logran hacer sus temas. Quizá las múltiples perspectivas y la variedad de personajes, que pueden ser animales y, en la mayoría de los casos, humanos, sean cardinales para que sus historias, desprovistas de parábolas, sean tan cercanas o desconcertantes como si más que lectura todo fuera un déjà vu .