Gabriela Sáenz y Miguel López
A ndrea Giunta es una de las historiadoras más relevantes del arte latinoamericano en el presente. Desde fines de los años 80, por medio de numerosos libros, su trabajo ha marcado pautas para pensar la transformación de procesos estéticos y políticos que forman parte de la memoria del continente.
Giunta vino a Costa Rica por primera vez, en febrero, invitada por TEOR/éTica para dictar un seminario de dos días sobre feminismos artísticos en América Latina, que permitió ahondar en debates urgentes sobre arte y género.
Gabriela Sáenz-Shelby, directora general de TEOR/éTica, y Miguel López, curador en jefe de este espacio, la entrevistaron acerca de estos temas.
–Sáenz-Shelby: Le ha interesado trabajar con “lo que queda fuera de la historia” y con la complicada definición de latinoamericanismo. ¿Qué piensa de la situación de la producción artística contemporánea de Centroamérica y el Caribe, la cual está fuera de los relatos que han configurado el problemático término “arte latinoamericano”?
–Sin duda, Centroamérica y el Caribe no forman parte de la historia que conozco. Aunque esto es una limitación propia, también tiene que ver con la escasa circulación de investigaciones que aborden estas historias. Me gustaría poder leer libros o textos que analicen su complejidad geográfica e histórica, que me permitan comprender si estas regiones son solo una denominación geográfica, territorial, o designa una historia común, con rasgos comparables. Me gustaría también conocer más para poder problematizar su relación con América Latina.
”Creo que la dificultad de circulación de información hoy puede ser superada por las redes, por la posibilidad de circular libros en versión digital”.
–Sáenz-Shelby: Ante esa desinformación, el archivo es una herramienta vital. ¿Cuáles son tus experiencias con los archivos en América Latina?
–El archivo es un instrumento político fundamental. Permite revisar, críticamente, los relatos instituidos que se repiten como verdades y nunca se revisan.
”El archivo es solo un punto de partida. Este requiere trabajarse desde preguntas e hipótesis que den sentido a ese conjunto de documentos y papeles que han estado encerrados. El archivo no es transparente, no contiene la verdad de un momento pasado o el pensamiento de un artista o intelectual; requiere activarse desde preocupaciones específicas.
”No entiendo una historia crítica sin un estudio sistemático de los archivos. Lo problemático es que el archivo sea un objeto custodiado y cerrado. Es fundamental volverlo accesible a los investigadores; abrirlo. Y es necesaria también la tarea formativa teórica e histórica, la creación de pensamiento y de escritura en torno a problemas para crear ámbitos de debate.
”Mi experiencia ha sido muy productiva en la formación de grupos de trabajo tanto en Buenos Aires como en Austin, Texas (EE. UU.). Durante seis años, desarrollamos proyectos que nos mantienen vinculados, especialmente porque no solo compartimos ideas, sino una concepción ética del trabajo. En esas amistades, el proceso de construcción de esa historia de lo desplazado, lo otro, lo marginado, es un proyecto colectivo que continúa en el tiempo y en otras geografías y que se conecta con nuevas generaciones. Participé en muchos proyectos que cruzaban continentes y en las conferencias no he visto una presencia de investigaciones generadas en Centroamérica ni en el Caribe; por eso tengo interés por saber qué se está investigando y publicando en estas regiones”.
–Miguel López: ¿En qué momento ingresa la perspectiva de género en sus análisis sobre el arte latinoamericano? ¿Qué herramientas ofrece esta posición para repensar los relatos existentes?
–En 1993 realicé la primera investigación y publiqué el primer ensayo, en el que estudiaba la obra de la artista argentina Graciela Sacco desde una perspectiva de género. Al año siguiente realicé otro trabajo sobre la obra de Alicia Herrero. Ambos ensayos me llevaron a investigar corporalidades e imaginarios desplazados, socialmente clasificados y marginalizados como femeninos. Luego escribí un ensayo sobre el feminismo y lo femenino en América Latina que tuvo bastante difusión.
”Desde 2010, cuando empezamos a trabajar con Cecilia Fajardo-Hill en la exposición Mujeres radicales en el arte de América Latina, que se realizará en 2017 en Los Ángeles, comencé a desarrollar investigaciones que me permitieron cuestionar las perspectivas simplificadoras.
”Desde una perspectiva de género, pude considerar cuestiones como la relación entre arte y dictadura desde un ángulo no literal; pude entender la difícil o casi imposible relación entre la militancia feminista y la militancia de izquierda; o el proceso de emancipación de los cuerpos que generó una transformación de poéticas, que revolucionaron las formas de representación.
”Un proceso de conocimiento y de politización de cuerpos y sensibilidades que, desde un principio, cuestionó la definición biológica de la sexualidad, y que entre los años 60 y 80 posibilitó otras corporalidades, también otras sensibilidades.
”Hoy creo que el feminismo artístico y las perspectivas de género han producido la contribución más radical, en términos de lenguajes y problemas, en el arte de la segunda mitad del siglo XX.
”El proceso de politización de los cuerpos en el que estamos inmersos no hubiese sido posible sin esas mujeres, artistas o militantes, e investigadoras sociales que desarmaron las normativas que estaban vigentes. Ellas inauguraron cuerpos nuevos”.
–López: ¿De qué manera el arte o la historia del arte pueden contribuir a imaginar una sociedad más igualitaria?
–El arte, el artista, el investigador tienen una tarea que desarrollar para contribuir a que este mundo inmerso en violencias, injusticias, discriminaciones y desigualdad pueda pensarse, concebirse, desde otros principios.
”Esta misión es la de volver visible las zonas oscuras de las estructuras del poder desde las que se articula tal estado del mundo. Todo trabajo de investigación elaborado desde una perspectiva crítica, antihegemónica, contribuye a hacer visibles las redes incuestionadas del poder y al hacerlo erosiona sus estructuras cínicas y despreocupadas respecto del dolor de los otros.
”En cualquier lugar que una imagen y un texto emergen como una expresión de disidencia, generan un desacomodamiento que implicará debates, revisiones y modificaciones que transformarán el statu quo y dejarán filtrar otras representaciones del mundo.
”En ese sentido, el lugar de las obras visuales es tan poderoso como el de los textos. Ambos contribuyen a hacer del mundo de las representaciones no las superficies planas que se cuelgan en ferias de arte o que se imprimen en las páginas enceradas de los libros de 2.000 gramos. Por el contrario, es posible pensar un universo blando, en el que permanentemente se cuestionen los principios autoritarios. En tal mundo, lo distinto trastorna nuestras certezas; permite acceder a nuevos conocimientos y a nuevos afectos”.