Anthony Bourdain (Nueva York, 1956-2018), ha fallecido. Uno de los gestores culturales más importantes de nuestros días, su partida deja, sin duda alguna, un vacío irreparable en el mundo de la gastronomía. "No hay bebé feo ni muerto malo", dice la voz popular que nos refiere a esa manía tan humana de exaltar la vida de los que mueren. Pero Tony es una prueba tangible de que algunos muertos fueron, en vida, sumamente buenos. Las reacciones de sus amigos, de sus compañeros de trabajo, de su pareja, y de millones de desconocidos que, como yo, hoy sentimos con profundo pesar su partida, no dejan lugar a dudas.
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Son muchas las razones. Bourdain es el padre de toda una generación de cocineros y cocineras que, desde la periferia, han seguido ese impulso que él propuso como pulsión última del ejercicio culinario: entender la comida como ese entramado de delgadas líneas invisibles que nos unen. Como el espacio en el que se concentra la historiografía de la humanidad, eso que nos hace lo que somos. "Las comidas hacen a las sociedades, sostienen el tejido de muchas maneras que son encantadoras", decía a menudo para referirse a esa pasión que lo llevó a recorrer el mundo conociendo la esencia, la historia y el alma que se esconden en el caos, la lejanía, el abandono, el ejercicio culinario sin artificio de la comida casera, de la comida de calle, del carrito, el mercado, la mesa con sillas de plástico, la música estridente, la verdad que se presenta desnuda y sin tabú en el plato de melanina y los cubiertos desechables.
Anthony Bourdain nos deja, pero su legado es imborrable. Detrás suyo camina una legión de personas que, desde la más profunda honestidad, cultiva la práctica de la gastronomía como ese entramado de hilos invisibles que nos juntan en la mesa, haciendo evidentes aquellas manifestaciones de humanidad que nos recuerdan la mayor de las verdades: somos un impulso que se sostiene en el ejercicio de todos los sentidos, en el lugar en el que no hay adornos, donde se juntan la vida y la muerte: el plato, el aliento y el cariño. Cocinemos y comamos hoy celebrando que coincidimos, en tiempo y espacio, con un genio bondadoso y creativo. Paz y poder a sus restos.
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Un par de agradecimientos personales para el autor de Kitchen confidential.
Anthony Bourdain ha sido un referente definitivo a lo largo de mi vida. Entre las cosas que más le agradezco, está su precisión de cirujano para encontrar, en medio del ruido y el exceso de información, aquellas pequeñas joyas salidas de manos de mujeres que tienen una pertinencia innegable en nuestros días. Gracias a él conocí a Gabrielle Hamilton, chef del restaurante Prune y autora del impecable libro Blood, bones and butter. También me presentó a Kerry Howley, la brillante epistemóloga detrás de Thrown, el libro fundamental sobre la fenomenología de los deportes de contacto. Bourdain siempre tuvo una inclinación a juntarse con mujeres increíbles y poderosas, y en ese camino suyo nos ayudó a otras tantas a encontrar en ellas la representación que necesitábamos para dar el paso y hacer lo que nos apasiona. Muchas gracias, Tony. Eternas gracias.
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Adriana Sánchez es cocinera, co-propietaria del restaurante Manos en la Masa, autora de 'La Pasión' (Germinal, 2015), feminista y catadora de bocas de cantina.