Desde que reveló que le detectaron un cáncer metastásico en el cuero cabelludo, la escritora y actriz costarricense Arabella Salaverry ha recibido una enorme ola de cariño, buenos deseos, llamadas y mensajes preocupados por su salud. La creadora asegura que está bien, está a la espera de un último examen (una resonancia magnética) y se reunirá este martes 28 de mayo con el oncólogo para ver qué sigue.
Dos biopsias le confirmaron que tenía un adenocarcinoma maligno metastásico y ha pasado casi seis meses en constantes revisiones y estudios en busca del “tumor madre”; no obstante, los especialistas no han encontrado nada más.
Luego de tanta incertidumbre, miedo y estrés, esta poeta de 77 años, casada con el actor y expresentador de televisión Leonardo Perucci, optó por seguir el consejo de un doctor que consultó la semana pasada: “Más vale la paz si no tenemos certezas”. A eso se aferra, mientras sigue trabajando, cuidando su salud y corriendo al mar cada vez que puede.
Acerca de todo este proceso, cómo le detectaron ese cáncer, sus miedos y fragilidades, sus alegrías, el apoyo recibido y sus agradecimientos, Salaverry conversó con La Nación:
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–¿Por qué decidió compartir su diagnóstico en redes sociales y hablar de este tema?
–Lo dudé muchísimo. Yo escribo y escribo básicamente como una forma de hacer catarsis de cosas que me pasan o cosas que le han pasado a gente cercana; o sea, no soy una escritora de ficción, en el estricto sentido de la palabra. Normalmente, me alimento de las emociones que me tocan muy de cerca y la escritura ha sido como un proceso de puesta en perspectiva de las cosas y de intentar, con algunas negativas que me atañen directamente, darle vuelta a la página. Justamente, el miércoles fui donde un médico –oncólogo y cirujano de cabeza y cuello–, después de seis meses de este complejo proceso de exámenes, biopsias, TAC, gastroscopías, colonoscopías, pedazos de garganta para afuera, ganglios pinchados, etcétera, y me dijo: ‘La hemos examinado de arriba a abajo, la han visto todos los especialistas y no hemos encontrado nada. Aunque la lesión suya el patólogo dice que es metastásico, no encontramos un tumor madre. Entonces, ¿qué queda ante eso? Vivir con tranquilidad, solo estar más alerta’. Me dio un baño de paz.
”Se habían contemplado cirugías de parótidas y muchas cosas, pero nadie decía con certeza qué. Me tranquilizó el hecho de que él me dijera: ‘Viva tranquila, examínese todos los meses y si algo aparece será el momento de actuar, mientras tanto no puede vivir en ese estado de tensión’. Y allí fue cuando me senté a escribir, era como el momento de la catarsis y entonces me dije: una vez más tenemos una deuda con la Caja (CCSS) y con todos los médicos que están ahí, con todas las enfermeras. En este momento, en que la Caja está siendo atacada, considero que es obligatorio que las personas que tienen la capacidad de hablar hablen porque el silencio no se vale ante lo que se nos viene; hay un deseo enorme de privatizar servicios y eso pasa por no darle a la CCSS los recursos que necesita”.
–¿Cuándo recibió este diagnóstico y hace cuánto viene afrontando esta lucha en silencio?
–Desde diciembre. En ese mes fui por coquetería donde una dermatóloga que quiero mucho, la doctora Fumero. Fui porque tenía unas pelotitas en la cara y yo pensé: qué lindo, me las voy a quitar; antes lo hacía cada año, pero tenía como cinco años que no lo hacía. Me acuerdo que yo me había sentido una cosita en la cabeza y Vale, mi hija, me la había visto y me dice: ‘Mami, eso parece como un cebito, una espinilla’. La doctora me examina, me quema algunas tonteras y, de casualidad, cuando ya me iba, le digo: ‘Doctora, ¿por qué no me ves esto? Me lo ve y me dice: ‘No, no me gusta; hay que hacer una biopsia’. ¿Cuándo? ‘Ya’. El 20 de diciembre, me hace la biopsia con el ‘no me gusta’ de por medio y en enero me dan el resultado de la biopsia y era eso (adenocarcinoma maligno metastásico). El asunto sigue creciendo y me hacen una segunda biopsia en la CCSS tomando más material, y salió lo mismo.
”¿Qué seguía? Ver de dónde venía. Ahí empezó todo este proceso que ha sido entre la CCSS y lo privado cuando se podía. El tema es que no encuentran nada en ningún lado. No sé qué es más duro, que te digan ahí está o no sabemos qué es lo que hay, si hay. El hecho de enfrentarse algo así, como que la muerte está rondando, coincidió con dos cosas: con el libro que publiqué hace poco con la EUNA, que se llama Fugit, que tiene que ver con la fugacidad de la vida; exploré mucho el tema de la muerte y me da otra dimensión de esto. El otro tema es que mi madre murió de la edad que tengo ahora”.
–¿Cómo tomó esta noticia que, sin duda, es dura?
–Es como si te quitaron el piso donde estás parado. Te preguntás qué significa, qué sigue. ¿Está preparado mi cuerpo preparado para todo lo que viene? Bueno, Leo ha pasado dos veces por cáncer y él es un tipo extraordinario; físicamente tiene una resistencia impresionante. Yo tengo un umbral del dolor espantoso; a mí todo me duele muchísimo: me vuelven a ver y me duele.
”Con esto, se te plantean un montón de interrogantes con respecto a la vida; todo eso te pasa por la cabeza”.
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–¿Qué puso la alerta de que ese cebo en la cabeza se lo debía examinar?
–Pensé que era algo incómodo, nada más, no se me ocurrió pensar que pudiera ser otra cosa y, bueno, esta es una gran lección también.
”La doctora me dijo: ‘Ningún lunar se quema, los lunares se biopsian’, un verbo nuevo en mi vocabulario. Si no es por el ojo clínico de ella no sé qué hubiese pasado. Para la segunda biopsia ya había crecido muchísimo y tuvieron que hacerme seis puntos en el cuero cabelludo.
”Hay personas que sencillamente no se enteran que corren un riesgo muy serio”.
–¿De qué forma ha manejado la incertidumbre y también el miedo?
–Trato de no ponerme llorona, porque la verdad soy muy llorona, y cuando la gente me muestra cariño, lo que me da es por llorar. A partir de la respuesta que hubo de ese posteo, me siento abrumada porque ha sido tanta la gente que me ha dicho cosas tan bellas que termino con un nudo en la garganta.
”Trato de hacer ejercicios de relajación. En momentos de angustia, trato de pensar en el mar, que es mi aliado, mi amigo; el simple hecho de imaginarme el mar me produce una enorme tranquilidad. Estoy esperando terminar un par de cosas para salir corriendo a Cahuita, que es mi refugio perfecto. Eso me alivia mucho y conversarlo también.
”Mi hija Valeria ha sido increíble ayudándome y acompañándome a los médicos, ya que siempre había hecho eso muy sola. La otra hija, Andrea, vino; ella trabaja en una universidad en Estados Unidos. Todo eso me fortalece mucho, así como el ejemplo de Leo: ha pasado por tanta cosa de una manera tan entera y tan proactiva. Nunca ha pensado que algo le va a pasar. Yo no; lo primero que pienso es que todo me va a pasar. Eso va cambiando, es parte del proceso de maduración: uno va encontrando los recursos para enfrentar las cosas que le pone la vida.
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–El diagnóstico de cáncer evidentemente te asusta, pero no te paraliza...
–No, no, no; no me puede paralizar. Estoy decidida a darme un respiro, pero también tengo un libro de cuentos en proceso. Hace unos días, me contó la Editorial de la Universidad de Costa Rica que ya salió mi nuevo poemario; esas cosas me llenan de alegría y son mi vitamina. Ahora me puse a pensar: ¿Por qué no escribir sobre este proceso también?
–¿Qué no la ha dejado caer?
–El apoyo de la familia. Ahora, siempre hay alguien que me ayuda, alguien que me acompaña a una cita y alguien que me acuerda si algo se me olvida porque estoy muy dispersa. La familia es un enorme apoyo y los amigos también.
”Si tenemos la maravillosa oportunidad de que nos apoyen, es importante que nos dejemos querer. Muchas veces una quiere ser muy fuerte, mucho más fuerte que todos, y a veces hay que reconocer que yo con esto sola no puedo”.
–¿Qué pasa con la creadora en medio de esta lucha, los exámenes médicos y que evidentemente la prioridad es la salud?
–Doy un taller de creación literaria y agradezco profundamente la comprensión de las personas que están acompañándome porque, sí, he estado un poco loca; de pronto tengo citas y debo suspender o posponer. Siempre le pongo ganas. Por ejemplo, en Transitarte pusimos Chicas malas (obra de teatro); por un momento, pensé que no iba a poder, que me iba a sobrepasar, pero lo logré y fue muy gratificante. Sí, hay que acomodar los sentimientos, y decir sí puedo insistentemente. Ver el teatro lleno de personas de todos los estratos sociales, disfrutando de un espectáculo denso de denuncia sobre la condición de la mujer fue tan gratificante como oír los comentarios del público después. En definitiva, fue una inyección de fuerza.
–Además seguís escribiendo...
–Tengo un libro de cuentos que está en proceso y tengo que limpiar un poco. Es un libro de cuentos distinto porque estoy intentando algo de humor, que no se me da mucho. Acaba de salir la novela Nosotras las que somos, eso me llenó de alegría también, y dos poemarios: Fugit, que lo publicó la EUNA, y Otras lunas, que es sobre el impacto emocional que me han producido ciudades y países, que publicó la Universidad de Costa Rica. Estar produciendo ha sido mi salvaguarda para todo y espero que también siga siendo así en este momento.
–Ahora es vivir con esa palabra, cáncer, pero con paz y viviendo el día a día...
–O esperando que no exista. Todavía queda un examen más que estoy esperando que la CCSS me lo programe, y el 28 tengo cita con el oncólogo en que espero coincida conmigo: más vale la paz si no tenemos certezas.