Cultura

'Árboles', una pintura entre lo terrenal y lo celestial

Actualmente, los Museos del Banco Central exponen la obra Árboles , pintura al óleo sobre tela, de pequeño formato, creada por la artista Luisa González Feo de Sáenz (1899-1982).

Aunque no está fechada, es casi seguro que esta obra fue pintada a inicios de la segunda mitad del siglo XX, cuando González Feo de Sáenz se concentró en la creación de entornos de carácter introspectivo, inspirados en las características medioambientales de los territorios más altos del país. Cabe destacar que, hasta entonces, habían sido objeto de poca o ninguna atención en el arte costarricense.

Desde la década de 1930, la obra de esta artista se distinguió de la de sus contemporáneos por su carácter dramático y sombrío. Sin embargo, fue desde mediados de siglo y hasta finales de la década de 1970, cuando estas características alcanzaron su máxima expresión.

Su trabajo artístico se perfiló como el registro visual de una sensibilidad que vive el mundo como si se tratara de una permanente epifanía acerca de la existencia.

Mediante un repertorio de imágenes de fuerte acento simbólico, imbuidas en entornos de recogimiento, desplegó reflexiones acerca de los procesos de transformación espiritual.

Algunas veces, como en Árboles , recurrió a la imagen de paisajes desolados, con amplios celajes –generalmente de atardeceres o de noches–, que evocaban el paso del tiempo. En esa inmensidad paisajística, la artista solía situar algún ser solitario que fungía como metáfora sobrecogedora de nuestro paso por este mundo.

Este es el caso del árbol, figura que simbólicamente refiere al origen de la vida y a la ineludible muerte, una especie de “eje del mundo” que vincula lo terrenal con lo celestial, lo consciente con lo inconsciente, lo profano con lo sagrado.

Este rol de intermediación se enfatiza en los árboles situados en el primer plano de esta obra. Conforman una especie de umbral que comunica el espacio en el que estamos nosotros con ese horizonte impreciso, apenas sugerido por la silueta tenue de un árbol, y lo que parecen ser unas plantas o aves que flotan a la distancia.

En otros trabajos suyos, las aves o los caballos eran las figuras mediante las cuales evocaba la transición entre la vida y la muerte, la resurrección, así como la transformación inherente al viaje físico y espiritual. De forma similar, el camino o la puerta potenciaba esta idea del desplazamiento, mientras que la alusión a bosques tupidos y oscuros sugerían el encuentro con lo insondable y lo inconsciente.

El empleo de una pincelada vigorosa, así como de una paleta de colores austera y oscura, incrementa el carácter introspectivo y misterioso de su trabajo.

González Feo de Sáenz formó parte de la generación vanguardista que, en la década de 1930, puso en entredicho los cimientos del arte académico y promovió una creación de carácter local con valor universal.

A lo largo de su vida expuso individual y colectivamente en Costa Rica, México, Estados Unidos, Alemania, Chile y Corea. En 1936, el Círculo de Amigos del Arte la premió con la Medalla de Oro por su obra Retrato de María Cristina Goicoechea , que forma parte de la colección del Museo de Arte Costarricense. Además, en el 1979, recibió el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría.

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