No todos los días se tiene la oportunidad de construir desde sus bases una nueva catedral.
El arquitecto Raúl Goddard entendió esto y por eso intentó darle un estilo propio a la nueva catedral de Limón.
El inmueble, consagrado el 1° de octubre del 2010 tras seis años de construcción, rompe con la imagen de templos catedralicios tradicionales, como los que se pueden encontrar en San José, Cartago o Alajuela, por ejemplo.
No hay columnas internas y su diseño de planta no es el rectángulo típico. Además, aquí usted no encontrará el tradicional crucifijo ni confesionarios de madera junto a las paredes.
Mientras tanto, el celebrante se encuentra casi al mismo nivel que el público, eliminando barreras físicas entre ambos.
Goddard explicó a La Nación el significado de las partes más relevantes de su obra.
Por eso, el celebrante está apenas un poco por encima del nivel de la congregación y no existe balaustrada divisoria que impida acceso al altar.
Al no existir columnas, tampoco existe el púlpito tradicional que colocaba al sacerdote por encima de los fieles para darles su homilía, sino que esta se da desde un ambón que se usa tanto para las lecturas como para la prédica.
Desde un enfoque más pragmático, el contar con solo media manzana para colocar el inmueble obligó a Goddard “a tirarlo a la calle”, según sus propias palabras.
La jerarquía católica decidió mantener estructuras que se encontraban en la misma manzana y que no fueron tan dañadas como la antigua catedral, razón por la cual el arquitecto tuvo menos espacio que el deseable para construir.
A pesar de esto, creó un templo de 1.600 metros cuadrados donde caben 600 personas sentadas y que cuenta con un sistema de ventilación natural mediante aperturas en las paredes.
La provincia de Limón es la que menos porcentaje de católicos tiene en el país, con cerca de un 40% de la población profesando esta religión, según Goddard.
También es la provincia más pobre del país. La construcción de su nueva catedral, que costó ¢600 millones, se realizó tanto con dinero del pueblo recolectado en turnos y rifas, como con donaciones de la Iglesia Católica, las empresas privadas y el Gobierno.
Aunque la construcción duró seis años, hubo momentos en que se detuvo por falta de dinero para continuarla. Además, el arquitecto comentó que en la obra ningún limonense trabajó más de dos semanas pues renunciaban al empleo.
Paralelamente, se sustituyeron los confesionarios por un par de habitaciones donde el creyente conversa con el sacerdote.
Aunque Goddard es el arquitecto del templo, en todo el proceso de construcción participaron la arquitecta Ericka Halabí, los ingenieros José Sandoval, Rodolfo Castro, Javier Álvarez, Juan José Gutiérrez y Javier Álvarez (q.e.p.d.) y el dibujante Warner Solano.
Además, el crucifijo es una escultura del artista Jorge Jiménez Deredia que refuerza la idea de Santísima Trinidad que el arquitecto presenta mediante tres columnas inclinadas justo detrás de la silla donde se sienta el obispo.
Mientras tanto, Emilio Argüello esculpió las piezas del presbiterio (como el ambón, el altar y la pila bautismal) con material de un yacimiento coralino encontrado durante la excavación para sentar los cimientos de este nuevo templo.
Los vitrales nuevos son obra de Silvia Laks.