Las fuentes termales y minerales poseen una tradición milenaria de poderes curativos y relajantes. En la antigüedad, los humanos aprendieron a utilizar este medio natural cuando no había medicamentos apropiados para atender ciertas enfermedades. Según sus creencias religiosas, las enfermedades eran castigos divinos o se debían a que un espíritu maligno se apoderaba del cuerpo.
La ingestión de agua, procedente de las entrañas de la madre tierra, era un ritual curador. El agua era un elemento vital y un símbolo de pureza; el baño, un acontecimiento social. Las ruinas más antiguas dotadas de baños termales datan del año 2000 a. C. y se sitúan en Mohenjo Daro, India.
Origen. Cuando el agua de la lluvia se infiltra en el suelo, es calentada por el efecto del gradiente geotérmico (incremento de 0,3 ºC [centígrados] por cada 100 metros de profundidad) o por la presencia de un cuerpo ígneo todavía caliente. Así, puede volver a surgir en otro lugar como una fuente termal. Como el agua posee un alto poder de disolución, los minerales de las rocas se disuelven, mineralizándola. Por ello, los carbonatos, sulfatos y cloruros pueden estar presentes en mayor o menor grado.
En muchos casos también se da la incorporación de gases magmáticos, como el ácido clorhídrico y el dióxido de azufre. Se consideran aguas minerales todas aquellas provenientes de fuentes naturales que poseen propiedades físico-químicas distintas de las aguas meteóricas normales. Se denominan fuentes termales a las aguas minerales que brotan a 5 ºC más calientes que las aguas potables de la localidad. Algunas fuentes termales no se relacionan con el vulcanismo, sino más bien con el fallamiento o con cuerpos ígneos antiguos.
Las primeras referencias. Con toda probabilidad, los indígenas prehispánicos conocían la ubicación de las fuentes termales de Costa Rica. Así lo atestiguan las leyendas y los restos culturales de sus cercanías. Sin embargo, resulta sorprendente que, aún dentro de la tradición oral de los idiomas prehispánicos, solo aparece el vocablo “sötki”, nombre en bribri del salitre.
Una leyenda indígena del río Lari dice que, al principio, el agua era muy caliente y no se podía tomar, por lo que Sibö (dios y eje central de la mitología bribri) la sopló para enfriarla. En la leyenda de Iztarú (hija del cacique Aquitava) se menciona un río caliente, en lo que hoy conocemos como el volcán Irazú.
Los documentos de los primeros exploradores en Baja Talamanca describen la percepción que tenían los nativos. A mediados del siglo XIX, los mestizos utilizaban la fuente termal del río Tskui con fines medicinales, pero pensaban que las burbujas de olor a azufre eran palabras del diablo (bi o Bë).
Según el museo La Carreta, en
Desamparados, la primera referencia de las fuentes termales en Costa Rica corresponde al año 1754, cuando Francisca de Bonilla declaró una hacienda en “Aserrí, en el paraje nombrado San José de Salitral”.
El primer hotel termal. En 1782 se mencionó la fuente termal de Aguacaliente de Cartago. Después, en 1885, se aprobó el primer contrato oficial para el uso de aguas termales en Costa Rica con fines turísticos y terapéuticos.
La construcción del hotel correspondiente se inició en 1886 en la margen derecha del río Aguacaliente (hoy, la entrada a la Ciudad de los Niños), con un hermoso edificio con baños muy confortables, tinas, salas de refresco, salones de lectura y una azotea con una espléndida vista. Se estableció además un tranvía de vapor entre la antigua capital y el hotel.
Se realizó una activa propaganda del lugar, tanto dentro como fuera del país. Acudieron enfermos y turistas, e incluso se puso de moda como sitio de luna de miel. A inicios del siglo XX ya tenía un gran atractivo como sitio de recreación. Un libro de geografía mundial de 1908 (editado en París) las menciona como una particularidad.
Vemos cómo el balneario termal, entendido como una industria terapéutica y de ocio, se desarrolla en Costa Rica a finales del siglo XIX. Su auge se debió a la influencia de las tendencias europeas, incluidos el desarrollo de la clase burguesa y la escasez de recursos farmacéuticos de probada efectividad. El culto al trabajo se avivó con el industrialismo, lo que incrementó las jornadas laborales; mas por otro lado estaba el ocio, un placer elitista.
Con excepción del antiguo hotel Buena Vista de Aguacaliente, dañado por el terremoto de Cartago de 1910, solamente en el decenio de 1960 aparecieron nuevos balnearios termales, pero en su mayoría para un público nacional: el Balneario de Aguas Termales de Orosi (1960), el Balneario Los Patios (1966) y el Centro Turístico Aguacaliente de San Carlos (1969). Los balnearios termales formaron parte del paseo dominical de los costarricenses.
Nuevo auge. La mayor explotación de las aguas termales se desarrolló en los alrededores del volcán Arenal. En 1985 comenzó a aprovecharse de modo rústico el agua termal del río Tabacón, en La Fortuna de San Carlos.
Varios hechos fomentaron el turismo y el “balneariotermalismo” en Costa Rica: la finalización de la recesión económica mundial de 1980-1983, la Ley de incentivos para el desarrollo turístico (1985), la obtención del Premio Nobel de La Paz por Óscar Arias (1987) y la actuación de Costa Rica en Mundial de Futbol en Italia en 1990.
Costa Rica se dio a conocer como un país de paz, sin ejército, con una biodiversidad y paisajes exquisitos, bajo una bandera ambientalista. En 1993, el turismo pasó al primer lugar como fuente de ingresos. La relativa estabilidad socioeconómica y la paulatina mejora de los servicios hicieron, del país, un imán de posibilidades para el turismo. Para el período 2000-2007, Costa Rica fue el país de América Central más visitado como destino turístico.
Los periodos de bonanzas permitieron que casi todas las clases dispusieran de tiempo y dinero para los diversos balnearios termales con sus variados servicios y precios.
El ejemplo de desarrollo de La Fortuna fue seguido por otras regiones termales: San Rafael de San Carlos (al pie del volcán Platanar), los alrededores de los volcanes Miravalles y Rincón de la Vieja, e incluso lugares de las Juntas de Abangares y del río Navarro.
Igualmente hubo transformaciones importantes: el campesino y el ganadero dedicaron parte de sus terrenos al turismo e iniciaron así una nueva industria. Se cambió de pueblos rurales a urbanos. En la zona sur se abrieron nuevos sitios recreacionales, pero todavía rústicamente. En total, el país dispone de 46 balnearios termales y se tienen identificados casi dos centenares de fuentes minerales y termales.
Diseño. Los balnearios termales establecidos a partir de 1960 responden a un estilo relativamente simple, pero hubo un rápido incremento en el número y en sus estilos arquitectónicos, tipo de servicios y variedad del público. Se rompió con los esquemas arquitectónicos tradicionales debido a la incorporación de modelos que integran la geología y la geografía, e incluso creando un paisaje artificial, mimetizándose con el medio. Además de las piscinas de diferentes temperaturas, se brindan varios tipos de hospedaje.
El futuro. Todavía no existe una verdadera política de hidrología médica (de tratamientos en balnearios), y mucho menos el concepto de vacaciones terapéuticas bajo la orientación de expertos. Más bien, en la Universidad de Costa Rica se abandonaron los estudios pioneros sobre hidrología farmacéutica; no están dentro de los planes de estudios universitarios de ninguna carrera, con excepción de los análisis bacteriológicos y geoquímicos.
La “explosión” del termalismo en los últimos años no va del todo paralelo con el creciente interés mundial por estas terapias complementarias. Ello debe hacernos meditar sobre la necesidad de ofrecer cursos de capacitación, de incluirlos en el plan curricular formal y de fomentar de nuevo investigaciones dirigidas.
El autor es doctor en geología e investigador de la Red Sismológica Nacional.