Corría el año de 1534 cuando el dominico Bartolomé de las Casas visitó el pueblo de Nicoya. Allí presenció la elección de un jefe indígena por parte de los pobladores del lugar. De las Casas escribe que, por no entender el idioma que se hablaba en Nicoya (el chorotega), no supo si ese jefe era vitalicio o si su cargo tenía un plazo determinado.
El fraile conocía bien el náhuatl, idioma muy similar al nahua –que se hablaba en Nicaragua–, de modo que podía predicar y darse a entender.
Aun así, el no hablar chorotega no le impidió saber que se realizaban elecciones de algún jefe. Era lógico que el fraile se informase acerca de la duración temporal de los cargos pues ya había visto que, en Honduras, los indígenas “se gobernaban por ciertos jefes que elegía todo el pueblo y durábales su gobierno dieciséis meses, después de los cuales tornaban a elegir otros”.
¡Oh, sorpresa! El fraile estuvo personalmente en Nicoya, y nos sorprende doblemente con sus breves palabras acerca de las elecciones realizadas entre los indígenas y en las que participaba todo el pueblo. El sistema de elección de líderes era prehispánico y fue observado cuidadosamente por frailes, oficiales, cronistas, encomenderos y gobernadores en el siglo XVI, quienes dejaron registros documentales de tal actividad.
En los años en los que estuvo en Nicaragua, el fraile recorrió varias zonas centroamericanas de las hoy Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Defendió a los indígenas, protestó contra los abusos cometidos por los encomenderos y encontró detestable la esclavización de los nativos por parte de los españoles.
De las Casas se opuso a las conquistas debido al maltrato que sufrirían los indígenas. Desde el púlpito amenazó con excomulgar a quienes fueran al descubrimiento del Desaguadero o río San Juan. Suponemos que a Nicoya lo condujo algún interés relacionado con su labor misionera, y allí presenció las elecciones comentadas.
Consejos de ancianos. A su vez, el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo informa de que en Tezoatega, cerca de León de Nicaragua, en una provincia llamada Nagrando, no se gobernaban por un solo señor, sino por cierto número de “viejos escogidos por votos”, quienes se elegían cada cuatro meses.
Se sugiere que esos señores eran, a la vez, representantes de linajes importantes, antiguos caciques que, reunidos en un consejo de ancianos, se encargaban de elegir un capitán general para las cosas de la guerra y otras tareas. Si el elegido moría en batalla o si no era conveniente, escogían a otro.
En el México antiguo, los aztecas también elegían un soberano, quien salía de familiares cercanos. De “linajes de la nobilidad” provenían también los caciques de ciertas áreas de El Salvador.
No podemos conocer cómo eran las votaciones mencionadas por Fernández de Oviedo cuando se refiere a que se elegía aquellas personas por votos, ni cómo se realizaba esa parte en Nicoya.
Dado que fray Bartolomé presenció la elección y supo qué ocurría, el voto debió de consistir en una expresión pública que manifestase una preferencia ante un candidato, tal vez por medio de gestos realizados con las manos o los brazos, o quizá dando voces de aprobación (aclamación).
Los consejos de ancianos eran asesores de los gobernantes principales y provenían de los pueblos que formaban los distintos cacicazgos comprendidos entre los territorios de la región del océano Pacífico de Nicaragua y de Nicoya. No podían actuar solos, sino en acuerdo con el cacique principal.
El consejo de ancianos formaba parte de las estructuras políticas de los cacicazgos; se encargaba de las estrategias en las guerras; de organizar y supervisar las labores agrícolas; de la recolección de los tributos de los distintos pueblos, y de controlar el funcionamiento de las redes de intercambio.
Cada pueblo también tenía su cacique, con quien los líderes principales trataban. El cacique fungía como vínculo para consolidar un complejo sistema político, social y económico, eficiente para los pobladores de esa región.
En otros lugares. Al avanzar la colonización, en los territorios hispanizados aparecieron las cofradías, importantes instituciones coloniales que permitieron la reproducción de ideas y de actividades indígenas, aunque en ellas estaban presentes rasgos católicos, como sus nombres, por ejemplo.
Las cofradías se encargaban de cuidar los cementerios y también de las celebraciones de las festividades religiosas, ente otras tareas. En 1593 se organizó la primera cofradía en Nicoya, la de la Veracruz, cuyos bienes constaban de ganado, así como de los productos del trabajo cotidiano indígena.
Allí se elegía a los miembros principales, llamados mayordomos y oficiales. Fueron espacios en los que prevalecieron las elecciones del pueblo. Por ejemplo, en el día de Corpus Christi de 1774, en Nicoya hubo elecciones de mayordomos y oficiales en la Cofradía del Santísimo Sacramento.
Como una persistencia cultural de aquellos viejos tiempos de elecciones en pueblos indígenas, en Sutiaba de Nicaragua existe la costumbre de elegir a los miembros de las juntas del cementerio.
Hasta aquí, el lector podría pensar que las elecciones de los líderes de las organizaciones sociopolíticas de antaño, en las que participaba todo el pueblo, eran propias de indígenas cuyos orígenes se han determinado como mesoamericanos. Sin embargo, no es así.
También se practicaban elecciones entre los indios cueva, de Panamá, quienes desaparecieron rápidamente debido al impacto de la conquista española. Entre los indígenas cuna de Panamá, desde tiempos pasados y hasta hoy, existe la costumbre de elegir jefes por aclamación. Se aplaude fuertemente y durante un largo tiempo para definir la preferencia hacia un candidato. Allí también se valora la experiencia de los mayores que son elegidos para conformar un consejo asesor de los caciques y otros jefes.
Un motivo de orgullo. En Boruca, Doris Z. Stone también observó la costumbre de elegir, aunque en el presente se perdió; sin embargo, la desaparición del sistema de elecciones indígenas comenzó en 1529. Entonces, en las cercanías de León de Nicaragua, los españoles expresaron la dificultad de poner a funcionar las encomiendas y la extracción del tributo cuando mediaban sistemas políticos indígenas en los que los jefes cambiaban con frecuencia.
Entre los indígenas, el flujo de los tributos estaba organizado entre los caciques de los pueblos, y con las familias de agricultores y artesanos que los habitaban.
Por medio de esos caciques llegaban los bienes y los productos hacia las mujeres encargadas de los mercados (tianguiz), y, más allá, hacia los responsables de colocarlos en las redes de intercambio a más larga distancia, para obtener otros bienes a cambio.
Por tanto, en las cercanías de León, los españoles comenzaron por abolir ese sistema y colocaron un solo jefe vitalicio con quien poder entenderse. Así se comenzó a desestructurar el sistema prehispánico de elecciones de jefes indígenas en esa región. Poco a poco fue modificándose en otras partes del área.
Casi como un etnógrafo en su tiempo, fray Bartolomé de las Casas ha contribuido a la identificación de las elecciones indígenas centroamericanas del siglo XVI. Su paso por Nicoya en 1534 es, además, motivo de asombro y orgullo para los costarricenses actuales, en especial para los nicoyanos.
La autora es etnohistoriadora jubilada de la Universidad de Costa Rica