“¡Bomba!: Muy bonito es ser casado y tener hijos a la ancha, pero a la hora ’e mantenerlos, ahí torció el rabo la chancha”. “¡Bomba!: Anoche pasé por tu casa y me tiraste un cuchillo, la punta en el corazón y la cacha en el fondillo”.
Las coplas costarricenses, popularmente conocidas como “bombas”, son humor, picardía, poesía, chispa, crítica y una forma de desahogo, muchas veces, políticamente incorrecto.
En su libro ¡Bomba! La copla costarricense, el cantautor, folclorista e investigador Dionisio Cabal le sigue el rastro a esta manifestación popular de origen español que ha evolucionado hasta moldear una identidad muy tica.
“Las coplas son estructuras de estrofas, breves poemas que recogen en pocos versos los sentimientos y vivencias del pueblo”, explicó el investigador.
Las coplas llegaron a Costa Rica con la conquista española en el siglo XVI, pero, al igual que muchas de las manifestaciones culturales, como los festejos religiosos, la música y la gastronomía, adoptaron distintas formas como producto del mestizaje.
“En la región de Extremadura, España, están documentadas las coplas como una práctica muy antigua asociada a bailes tradicionales. La picardía y el humor han sido un sello constante de estas manifestaciones”, dijo Cabal.
El folclorista explicó la razón por la cual en Costa Rica a las coplas se les llama “bombas”.
“En esas fiestas, cuando se quería hacer un brindis en honor de alguien o, simplemente, amenizar la velada con estos poemas, la persona interesada exclamaba ‘¡Bomba!’ para interrumpir la música y hacerse escuchar. ‘¡Bomba!’ es una interjección que significa ‘paren la música’, pero en Costa Rica se asocia con la copla en sí misma”, declaró el folclorista.
Irreverentes. De acuerdo con Cabal, si bien las coplas pueden tener una extensión de entre dos y ocho versos, la forma más común en Costa Rica son las cuartetas de rima simple; es decir, estrofas de cuatro versos en las que riman el segundo y el cuarto. Por ejemplo: “ En la mar venía una barca, en la barca venía mi suegra; por eso, los calamares tienen la tinta tan negra”.
Pero las coplas son también un mecanismo para desahogar las penurias, frustraciones y preocupaciones que agobian a una sociedad. “El coplero expresa en sus versos, de una manera punzante y hasta soez, lo que muchas personas quieren decir, pero no se atreven”.
En estos versos el coplero-poeta le canta –o le llora– a la mujer (hombre) indiferente o infiel, a la suegra insoportable o a los políticos corruptos. En su libro, Cabal incluye una sección llamada “Coplas licenciosas y de doble sentido”. La obra se puede adquirir en las principales librerías del país y cuesta ¢12.000.