En esta época de descrédito de las alucinaciones colectivas, editar una revista literaria en papel parece ser la utopía perfecta, el territorio absoluto de la libertad, como el Quilombo de los Palmares para los negros brasileños del siglo XVII, o la isla Libertalia, nacida de la imaginación de los corsarios.
La primera franquicia de la revista peruana Buensalvaje se edita en Costa Rica, y me quitó el aliento. Es una propuesta universal contaminada de referencias particulares, como no la ha habido en Centroamérica desde hace demasiado tiempo, quizá desde el mítico Repertorio Americano que Joaquín García Monge publicó en soledad durante 40 largos años.

Me corrijo porque de pronto me doy cuenta de que caigo en uno de los lugares comunes del etnocentrismo. Lo mejor de Buensalvaje –desde el nombre– es que borra las diferencias entre lo internacional y lo local, y revela lo más elemental: que escribimos literatura. Y la leemos. Literatura sin adjetivos.
Este primer número, de 32 páginas –ocho de ellas en color–, coloca en situación de diálogo a Tatiana Lobo, Eduardo Halfon, Andrea Jeftanovic y Luis Chaves, por citar unos pocos, con César Vallejo, Carlos Germán Belli, David Foster Wallace y Charles Simic. La revista otorga un lugar a la fotografía –la serie Entrecasa, de Albán Mora, comentada por Guillermo Barquero–, al cómic –la adaptación de un cuento de Andrés Neuman por Daniel Mora– y al diseño gráfico.
La diagramación es compacta y luminosa; la tipografía –una de mis obsesiones–, legible y funcional, y la edición de los textos más que esmerada: amorosa. Multiplicación de focos visuales, referencias cruzadas de un libro a otro, exquisitos meandros estilísticos.
Entre lo que más me subyugó está la lectura que propone de la literatura latinoamericana contemporánea al incluir ficciones de algunos de los mejores narradores actuales junto a entrevistas (Patricio Pron), un diario (electro)doméstico e impúdico de Luis Chaves, crónicas (no perderse la de Tatiana Lobo) y un ensayo sobre el encuentro imposible/improbable entre César Aira y Roberto Bolaño. Tentativas de homicidio del aburrimiento.
Esta densidad textual es el mejor enganche de la revista, que le concede un gran espacio a la crítica, tal y como propugnaba Octavio Paz, fundador de las míticas Plural (1971-1976) y Vuelta (1976-1998).
Buensalvaje rescata dos clásicos de la literatura anglonorteamericana: Antología de Spoon River (1915), de Edgar Lee Masters, y Cuento de hadas en Nueva York (1973), de J. P. Donleavy, y relee Managua salsa city, del “nicamalteco” Franz Galich.
La revista Buensalvaje también repasa las cartas cruzadas entre Coetzee y Auster; La escoba del sistema, de Foster Wallace; La ciudad, de Mario Levrero, y los títulos más recientes de Antonio Muñoz Molina, Alessandro Baricco, Jorge Carrión y Carla Pravisani. Y lo hace con colaboradores de lujo: Alfonso Chase, Catalina Murillo, Guillermo Martínez, Juan Tallón, Fernando Chaves, Gustavo Solórzano…
Buensalvaje nace de dos tradiciones editoriales. Por un lado, de las grandes revistas latinoamericanas, como Sur (Buenos Aires, 1931-1992), Orígenes (La Habana, 1944-1956) y las mexicanas Plural, Vuelta y Letras Libres. Por el otro lado, surge del periodismo que ha puesto la literatura al servicio de la realidad en Soho, Gatopardo y Etiqueta Negra, por donde circula la mejor literatura actual.
En nuestro medio, Buensalvaje se nutre de una utopía que puede rastrearse de Repertorio Americano (1919-1958) a la plaquette Los Amigos de lo Ajeno (1998-2006), de Chaves, pero que en las décadas de 1980 y 1990 tuvo su mejor representante en una publicación de arte y literatura que hizo historia: Andrómeda. Graphiti y Kasandra fueron mucho más efímeras, pero también defendieron la hibridación entre textos, imágenes y símbolos.
Las revistas no nacen de la nada, sino de un momento histórico que, como en la fotografía química, busca revelarse en sus páginas. Por lo general, surgen como parte de un movimiento cultural mayor que quiere romper sus propios límites.
Buensalvaje coincide en tiempo y espacio con algo que está sucediendo en Costa Rica desde hace un lustro: catálogos editoriales novedosos, varias generaciones de escritores y artistas, una vinculación inédita entre literatura, arte y diseño, y nuevos espacios de recepción literaria (librerías, cafés, centros culturales).
Todo ello ha estado presente en blogs y sitios de Internet, y en la franquicia local de Soho; pero ahora se convierte en un producto impuro ciento por ciento imaginario. O casi. Contradicciones del siglo XXI.
La versión tropicalizada de Buensalvaje parte de la voracidad lectora y pasión editorial de Alberto Calvo y de un equipo formado por Diego Jiménez (coeditor), Mónica Morales (coordinadora administrativa), y los diseñadores María Zúñiga y Andrés Sánchez. Buensalvaje se distribuirá gratuitamente cada dos meses. Para más información: www.buensalvaje.com o en Facebook.
Escépticos, abstenerse.
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Carlos Cortés es escritor costarricense; su más reciente novela es Larga noche hacia mi madre.